El emérito está de vuelta

El emérito está de vuelta
El emérito está de vuelta

Hace cinco semanas escribí en este papel digital que el Rey Juan Carlos empaquetaba sus pertenencias después de permanecer exiliado casi veinte meses en los Emiratos Árabes.

Faltaba la firma del fiscal Luzón archivando sus casos y, posteriormente, la firma de la señora fiscal general, Dolores Delgado, que tras conocerse nuevos audios de la factoría Villarejo no está para muchos trotes. Al final, todos somos humanos y doña Lola, como cualquier hijo de vecino, lo que busca es poder disfrutar el casoplón adquirido junto a su novio, Baltasar Garzón, en una extraordinaria zona residencial en la parte norte de Madrid.
Pues bien, Don Juan Carlos se apresta a volver al país sobre el que reinó durante casi cuarenta años. Ignoro si volverá a residir en Somontes y, si ello, es algo que desea su hijo en calidad de titular de la Corona. Pero el regreso es algo que beneficiará la imagen exterior de España, donde se entiende malamente que tengamos un rey emérito medio fugado/medio exiliado/medio refugiado.

Tengo escrito que, tras su abdicación, el rol de Don Juan Carlos es pasto de la Historia. Sin auctoritas y sin potestas, el emérito sólo puede aspirar a que sus aciertos en la restauración democrática sumen más que los errores. Y que así lo entiendan los profesionales de los legajos históricos. Punto. La atención institucional debería estar centrada en el trabajo diario de su hijo el Rey Felipe y si los dineros que los españoles ponen en su mano cada doce meses tienen retorno en forma de beneficio para la sociedad que contribuye.

Escrito lo anterior, lo que me produce ternura son las lecciones éticas que el emérito recibe de parte de gente como Echenique, condenado por partida doble, y aquellos que está más que demostrado que recibieron dinero de regímenes criminales y genocidas.

¡Dime de qué presumes y te diré lo que te hace falta!

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