Su último servicio al PP y a Madrid

Su último servicio al PP y a Madrid

Esperanza Aguirre ha ventilado de un plumazo su carrera política en una brevísima comparencia –probablemente la más dura–, precipitada por los acontecimientos de la última semana. La reina de la política madrileña, otrora ministra del Gobierno de Aznar, ha visto cómo el segundo de sus alfiles, Ignacio González, desfilaba camino de Soto del Real ahogado por el escándalo del Canal de Isabel II y el ‘caso Dúplex’. La losa política y mediática que supone ver a tus más estrechos colaboradores enfangados hasta el cuello por la corrupción ha doblegado el férreo carácter de la que mujer que nunca se escondió y que venció incluso la batalla contra el cáncer.

El último servicio de Aguirre ha sido marcharse. Aireando a los cuatro vientos el dolor por la traición de personas en las que delegó toda su confianza, Espe se ha lanzado como el último samurái en una carrera desenfrenada hacia la muerte política y, seguramente, también civil. Nadie ha podido demostrar que metiera la mano en el cazo. Fiel a sus ideales, lideró una vez más al PP en la difícil batalla de mantener Madrid fuera del alcance de los podemitas y del PSOE. Y lo consiguió, fue la más votada en las elecciones municipales de 2015. Sólo la urticaria que le producía al socialismo madrileño volver a verse alejado del poder, derrotado de nuevo por Aguirre, permitió que se le entregara el consistorio en bandeja de plata a la marca blanca de Podemos liderada por Carmena.

En aquel momento, lo cómodo hubiera sido irse. Dejarlo todo, arrojar la toalla. Sin embargo, eso era incompatible con el carácter de Aguirre. Se sentó en su escaño en el pleno municipal y utilizó toda la sabiduría política que atesora en desmontar, una y otra vez, las artimañas y fuegos de artificio de los advenedizos a la política de eslogan fácil y la nula gestión. Jamás pensó que una traición en su propia casa, justo a su lado, terminaría con una brillante carrera al servicio de España y de los madrileños.

El ejemplo debe servir también para otros. En un país donde muchos se han olvidado de conjugar la primera persona del singular del presente del verbo dimitir, es loable contemplar el sacrificio de alguien que lo ha sido todo en política. Carmena tuvo a varios ediles imputados, sentados en el banquillo, incluso Rita Maestre fue condenada, pero la ex jueza carece de la dignidad suficiente para coger la puerta y marcharse a su lujoso chalet de Conde de Orgaz, una parte del cual compró a su amiga Cristina Almeida con 120.000€ pagados en billetes. Prefiere aferrarse a una silla de la que no es capaz de despegarse pese a su incompetencia en la gestión y las payasadas de los suyos.

Aguirre ha demostrado una vez más una altura política como ya no queda en este país. Cuando las cosas se han dado mal, ella ha sido la primera en dar la cara y en poner su puesto a disposición del partido y de los ciudadanos.

Lo último en Opinión

Últimas noticias