Don Erre que Erre

erre que erre
Don Erre que Erre

Recordarán: Don Erre que Erre es el título de una antigua película dirigida por Sáenz de Heredia y protagonizada por Martínez Soria en la que se contaba la protesta insistente de un ciudadano que tenía sus dineros ahorrados durante toda la vida en un banco, los dineros que se llevaron unos atracadores que limpiaron la caja de la financiera. El banco se negó a devolver el dinero a la víctima, y ésta, erre que erre, pertinaz como la sequía de aquellos (y de estos) tiempos, planteó a sus cuidadores económicos una demanda en función de que “yo no soy al que han atracado, han sido ustedes a los que han atracado”. Paco Martínez Soria se llevó al fin el gato al agua y resumió su éxito con una sentencia tan clásica, y aldeana (era lo suyo) como ésta: “…Y es que cuando se tiene razón, se tiene razón”. ¡Para qué buscar argumentos más sofisticados.

El lunes se reanudó el curso político con una nueva aparición, la enésima, del aún presidente del Gobierno, y pese a los denodados esfuerzos de la entrevistadora, mordaz sin llegar al acorralamiento del personaje, creo saber que casi todos los espectadores que tuvimos la paciencia de seguir hasta el final la entrevista, terminamos como el protagonista de nuestro filme Don Erre que Erre: hartos. Nada nuevo en el sifón de Sánchez. Eso sí: algo trascendió a la curiosidad de los espectadores: la impresión de que el pregonero del bla-bla-bla ni siquiera se creía lo que estaba proclamando. Esto es original porque hasta el momento los más conspicuos analistas venían sosteniendo que Sánchez está instalado en una realidad que en absoluto se compadece con la verdad de lo que está ocurriendo en sus alrededores. Mentira: es un embustero y un narcisista, pero su patología no le conduce a confundir sus deseos con el escenario que tenemos ante nuestros cerebros. Es copión y falso como la cara de Judas, y sabe que no es verdad que el 9,8 por ciento de inflación sea responsabilidad total del criminal Putin, que de nuestra brutal deuda no tienen la culpa los tanques del asesino del Kremlin, o que nuestro crecimiento claramente a la baja, no es efecto de la brutalidad del Ejército de los cosacos del Kazán que están masacrando al pueblo ucraniano. Lo conoce porque ni siquiera la depauperada Calviño en su logia puede disimular lo que pasa en la calle que aconsejaría Antonio Machado.

Pero él, erre que erre, continúa incólume en su prédica falaz que ya nadie compra, que gran parte del país aborrece. Todo en él es propaganda como su viaje a Kiev vestido de camuflaje. Además, algún pasaje de su intervención del lunes, la dedicada con enorme bilis a la corrupción del Partido Popular, resulta particularmente hipócrita e indignante. Resulta que cuando faltan menos de diez días para que el Tribunal Supremo se pronuncie sobre el mayor caso de corrupción cuantitativa que haya ocurrido nunca en España: los ERE de Andalucía, él con desvergüenza dolosa, reparte basura sobre los demás en las fechas anteriores a que el TS confirme las penas de cárcel e inhabilitación a individuos muy señalados del PSOE. Griñán, condenado a seis años de prisión por la Audiencia de Sevilla, e inhabilitado por quince, seis más que la pena atribuida a otro ex ministro del partido corrupto, Manuel Chaves. Con ellos están condenados una veintena de cargos del PSOE que se llevaron los dineros los presupuestos de los ERTE para gastarlos en francachelas, rabizas y muchas rayas de cocaína incluidas.

Con una desfachatez asombrosa, promete (él, el mentiroso procaz) que llegará hasta el fin en la persecución de los presuntos, pero indudables delitos que se hayan podido cometer, cientos de cientos, en la adquisición de material sanitario destinado a la protección contra el maldito Covid. Hasta ahora su leal tonadillera Lola Delgado, la penosa fiscal general del Estado, sólo se está ocupando de investigar la rapiña, en forma de comisiones, que se llevaron un aristócrata nada ejemplar, y su socio, un ganapán enriquecido con la enfermedad de los demás.

Desde Roldán, militante muy festejado del PSOE, quedándose con las pesetas de los huérfanos de la Guardia Civil, no se había visto robo tan indecente. Casi todos los españoles conocemos casos de intermediarios como éstos que se traían durante la pandemia y el arresto mayor a que nos sometió Sánchez, millones de mascarillas a precio irrisorio colocadas en todas las administraciones públicas, sobre todo en la Central del Estado, con total impunidad porque entonces lo que se pretendía era seguridad contra el virus a cualquier precio. Para Sánchez, la paja de Madrid es un tablón en su miserable faz.

¿Cuántos actos de propaganda falsaria va a perpetrar Sánchez de aquí a las elecciones andaluzas? Kiev es otro más. Bolaños -un sustituto con ventaja de aquel vendedor de humo llamado Iván Redondo que quiso gobernar España gracias a la inmunidad que le deparaba su jefe y la complicidad de los leninistas- es ahora el patrón de estas acometidas del inquilino -todavía- de la Moncloa. Él se basta para expandir mercancías de marketing por los medios afectos y por otros que tratan de sacar de las mentiras persistentes del aún presidente alguna verdad, algún reconocimiento de la tragedia que va a sufrir España en muy breve tiempo. Nada que hacer: el Erre que Erre continúa sosteniendo sus falacias como una suma y sigue de aquel doctorado infame y torticero que en cualquier país occidental le hubiera llevado a la calle. Aquí no; aquí ya se tolera todo, todo menos lo que sabe a derecha real. Fíjense: el PNV en su reciente Aberri Eguna, ha justificado su apoyo a este Gobierno inane y despilfarrador en función del ascenso de Vox; lo dice un partido que, según ha declarado, también está dispuesto a tender la mano, a darse el morro con los filoterroristas de Bildu. Ejemplar.

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