El discurso más ‘vello’ de Irene Montero que pone los pelos de punta

Discurso Irene Montero

Cuando a la ministra de Igualdad, Irene Montero, le da por divagar sobre el feminismo lo que sale por su boca es una retahíla insoportable de clichés trufados de sectarismo ideológico. Imaginen ustedes lo que puede resultar de una charla telemática entre Irene Montero y las ministras de Igualdad de Argentina y Perú, expresando las tres sus quejas sobre los «estereotipos» que se achacan a las mujeres feministas y quejándose amargamente de que se las vea como mujeres que «no se depilan», porque eso -según Irene Montero- crea muchos complejos y muchas inseguridades. Estamos, sin duda, ante uno de los discursos más ‘vellos’ de la ministra de Igualdad, una intervención que pone los pelos de punta. La charla entre las tres ministras no tiene desperdicio, porque sus referencias a la pilosidad de las feministas bien podrían formar parte de la «Antología del disparate». Vamos a ver, señora Montero, que el problema no está en si las feministas tienen o no exceso de pelo, sino en que esa cadena interminable de lugares comunes, esa carraca ultrafeminista que ha convertido usted en banda sonora de su ministerio, nos va a generar a todos/as/es un estado de ansiedad que puede derivar en alopecia nerviosa, sin distinción de género.

Y es que escucharla en compañía de Eli Gómez, ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad de Argentina, y Anahí Durand, ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables de Perú, insistiendo en el mantra de «los muchos estereotipos que tienen que ver con el cuerpo» y criticar a quienes las llaman «feminazis» porque «es muy grosero vincular un movimiento que busca una civilización de iguales con el nazismo» es para tirarse de los pelos, sin ánimo de señalar.

Irene Montero aprovechó la charla telemática a tres bandas para afirmar que «detesto que nunca he sido menos independiente en mi vida. Ahora lo tengo todo organizado con varios días de antelación. Cualquier imprevisto está también organizado. No hay lugar para la improvisación. No hay lugar muchas veces para la soledad también porque tengo tres hijos pequeños, dos hijos y una hija». Y una revelación: «Echo de menos el tiempo para estudiar, leer, pensar…» Sobre lo de pensar, ministra, resulta obvio. No hay más que oírla.

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