La Diada pasó de ser festiva a terrorista
Cataluña celebró la Diada el 11-S y rindió homenaje a Rafael Casanova, un rico terrateniente catalán, monárquico austracista, que murió en su casa del Llobregat a los 83 años, amnistiado por los borbones, quienes lo derrotaron el 11 de septiembre de 1714 en la Guerra de Sucesión, en la que Casanova quería para España al archiduque Carlos de Austria frente al Borbón Felipe de Anjou. Casanova había llamado a los barceloneses a “derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España”. Pero perdió. Lo más normal en quienes lleven tres siglos haciéndose las víctimas es celebrar una derrota. Lo que ya no es tan normal es que a la ofrenda floral al rico terrateniente monárquico Casanova acudan sonrientes republicanos como Rufián. Todo muy friki en este teatro del absurdo en el que se ha convertido el antes llamado «oasis catalán». Y es que el catalanismo se sustenta en la mentira histórica, en el odio a los de fuera y en el fomento de un falso sentimiento de superioridad de los de dentro.
Los catalanes celebraron el Día de Cataluña con una gran manifestación por el centro de Barcelona bajo el eslogan ‘La Diada del Sí’. La Diada debería ser la fiesta oficial de Cataluña, no el día de ningún partido político, sino el de todos los catalanes, tanto de los del sí como de los del no, e incluso el día de los catalanes que se oponen a ese referéndum golpista e ilegal, a los que se agredió con ese eslogan en defensa del SÍ. El día en que debía celebrarse el catalanismo se dejó fuera a todos los catalanes que no quieren separarse de España de este modo. Perdió su carácter festivo y se convirtió en una agresión a todos los que se oponen al golpe de Estado.
Y para eso se trajeron al etarra Otegi, para hacer una demostración de fuerza que intimide a todos los valientes que se atreven a discrepar. Después del golpe de Estado del Parlament este 11-S comenzó una nueva fase que llegará hasta el 1O, en la que se pretende ganar las calles, por las buenas o por las malas, enfrentando a los catalanes en dos bandos: los golpistas y los que apuestan por cumplir las leyes. ‘No Tinc Por’, el eslogan inventado tras el horroroso atentado islamista de La Rambla de Barcelona, que ya fue pervertido por el PDeCat para defender a sus golpistas, ha sido de nuevo mancillado en la manifestación del 11S. Porque lo que en realidad se pretende es meter miedo a todos los que discrepan.
Las revoluciones no se hacen desde los despachos, sino en las calles y las dirigen los más exaltados. Los de los despachos saben que no se trata de votar, se trata de convencer al ejército, a la Guardia Civil, a los inspectores de Hacienda y de la Seguridad Social, etc., de que se marchen de Cataluña. Y para eso los de la CUP, que son los expertos, se han traído a cientos de anarquistas y antisistemas de toda Europa que empezaron a actuar el lunes, quemando las banderas española, francesa y europea. La Diada terrorista ha sido sólo el pistoletazo de salida. La revolución será en la calle y Rajoy tendrá que hacer uso de la fuerza para pararla. Es hora de empezar a ver también en la calle a esa mayoría silenciosa de catalanes no independentistas, reclamando la defensa del Gobierno, para que se vea que su actuación es demandada y respaldada y que ‘No Tinc Por’.
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