Opinión

La despedida del cetrero Draghi

Con atonía en el mercado laboral español, diminuto aumento de ocupados (69.400 más) y escasa bajada del paro (solo 16.200 personas menos), estancado en una cota muy alta del 13,92%, cuando el garbo económico cede, recibimos la EPA (Encuesta de Población Activa) del tercer trimestre de 2019 por acá. Algo de decepción, aunque ya estaba descontada porque quien más quien menos es consciente de que las cosas económicamente hablando no andan con la bravura que querríamos, por más que desde los estamentos oficiales se empeñen en lanzar mensajes positivos. La fragilidad del empleo, la falta de reacción ante el paro, el cuadro desdibujado de nuestro modelo productivo y la cronificación de una España económicamente lastrada, con síntomas de estancamiento, confirman que esto no va…

No solo aquí el paisaje se nubla. En Alemania, las noticias tampoco son primorosas: cae el empleo – mal asunto cuando el motor económico de Europa pierde gas -, su industria manufacturera – núcleo primordial de la economía germana – no se reactiva, reduciendo su número de trabajadores, el sector servicios pierde nervio y la recesión técnica teutona flota en el ambiente.

Entretanto, Mario Draghi, cetrero mayor de Europa, que al frente del Banco Central Europeo (BCE) ha domesticado halcones y volado con palomas, se despide sin subir los tipos, defendiendo la bondad de su bajada y con un mensaje admonitorio: “el mayor riesgo es una recesión en la economía, tanto si es global como en la eurozona”. La desaceleración de la Zona Euro se prolonga demasiado, los riesgos bajistas persisten y la inflación no tira… ¿Pueden empeorar las cosas?

El adiós de Mario Draghi, el hombre que ha imprimido un sello especial al BCE, pone fin a una etapa algo turbulenta. En 2012, Draghi, con sus palabras primero y después con los hechos, salvó al euro de la masacre y a los países periféricos, como España, de la insolvencia cuando la prima de riesgo enloqueció. En 2015, defendió a una Grecia en el disparadero. Puso en marcha una expansión cuantitativa sin precedentes en la Europa del euro con medidas no convencionales de política monetaria, engordando el balance del BCE comprando deuda pública a mansalva y bonos corporativos, inyectando miles de millones de euros para reactivar la economía europea. Y pese a la posición en contra de los halcones europeos, liderados por Alemania, en contra de tanta facilidad monetaria, Draghi, oficiando como experto cetrero, amansó los ánimos de los norteños europeos e insufló oxigenación financiera y respiros monetarios a las tambaleantes economías periféricas.

Gran parte del crecimiento, aunque tímido, de estos años en la Europa del euro y en España, ha sido gracias a las facilidades monetarias del BCE. En concreto, en España, de no ser por sus cuidados paliativos, nuestro PIB que ha ido creciendo por encima de la media de la Zona Euro, lo ha hecho, aproximadamente en su mitad, por obra y gracia de la generosa política monetaria del BCE.

Lo malo del asunto, es que toda esa batería de medidas protectoras que el sumo patrono, Mario Draghi, ha puesto al servicio de la causa, poco ha ayudado realmente a reactivar nuestra alicaída economía y a recuperar tendencias de inflación que apuntaran al 2%. Vistos los resultados, uno cree que solo hay una alternativa para lograr el objetivo de que la inflación se acerque al 2%: cambiar la manera de calcularla, porque si no, ¡difícil será el empeño, con tanto estancamiento económico sincronizado!