Cuidado con las elecciones, son unos granujas

Sánchez, Pedro Sánchez, elecciones
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

En una ocasión, ya de muy mayor, me aconsejó así Carrascal, todo un prodigio periodístico. Lo hizo un poco largo, pero vale la pena (desde luego para mí) recordar la sugerencia. Esta: «Los periodistas —me dijo con su inconfundible tonillo— tenemos la tendencia a huir de los pesados, que los hay en abundancia, los que nos paran para largarnos una homilía; yo he aprendido a soportarlos de buena gana y agradecer sus palabras porque alguna vez lo que nos transmiten es una noticia mayor que la de la Reuters». No hablaba de nuestra EFE, quizás porque en sus últimos meses de vida no pudo constatar el nivel de degradación que ha tomado esta agencia socialista.

Pero vayamos al caso: hace unos días me topé con un sesentón muy aseado que caminaba cerca de mí. Tras los primeros escarceos: «¿Es usted…?» y «Me llamo… y soy recientemente jubilado de una empresa pública de las más importantes del IBI», llegó la revelación. Por su conocimiento y posterior conversación, entendí que realmente el comunicante era auténtico, vamos, que no se trataba de cualquier Puente de la vida. Y empezó a advertirme: «Diga usted donde pueda que la limpieza en las elecciones por lo que respecta al entramado cibernético está asegurada; no hay forma de intervenir, seas Putin o no, en ese proceso». Tomó cuartelillo para respirar y añadió: «Ahora bien: tal y como están las cosas y quién es el administrador de las cosas, yo indicaría a los partidos de la oposición que se fijen en dos elementos: el voto por correo y el funcionamiento de los transportes».

Habían pasado unos días del apagón y del caos ferroviario y le pregunté: «¿Usted cree posibles otros dos incidentes como estos en tiempo electoral?». Y sin pestañear me contestó: «En mi empresa (empieza por I y tiene cinco letras) hacemos corrillos hablando de esto». Quise conocer más detalles, pero el hombre se cerró en banda y me avisó antes de acelerar su paso: «Ustedes, los que pueden tener alguna influencia, deben contactar con los partidos».

Naturalmente que soy consciente de que el estúpido buenismo nacional se puede echar las manos a la cabeza escuchando esta historia tan real como mi propia firma. Pero, díganme, extremeños seráficos: ¿pueden confiar ustedes en un achaparrado dirigente socialista que ha ejecutado una trampa de trilero para asegurar plaza de aforado en la Asamblea Regional? Y ustedes, españoles en general: ¿pueden fiarse de un partido que encargó a una forofa el encargo de matar, políticamente se entiende, nada menos que al jefe de la Guardia Civil que investiga las innumerables guarradas del Gobierno y sus filisteos de turno? Y, además: ¿podemos aceptar la versión de los voceros/as del PSOE que niegan la evidencia de unas grabaciones perfectamente audibles? Sucede que, como solía decir Joaquín Garrigues Walker: «Cuando se comete un error, se comete hasta el final». Es decir que, visto por parte de Sánchez y sus cuádrigas de guerrilleros a sueldo, que el país, España, lleva tragando con sus mentiras, sus agresiones, sus cesiones al enemigo del país… ¿por qué —díganme— no se van a tragar estas tropelías de nuevo cuño?

Estamos cubriendo una semana en la que no sabemos qué más nos puede ocurrir. El deterioro nacional es tan grave que cada nueva fechoría de Sánchez y sus costaleros ya no nos produce ni rechazo, ni horror, ni siquiera asco, ni tampoco frustración… nos causa risa fotografiada en memes mil, a cada cual más divertido. El sujeto, paciente de una creciente psicopatía narcisista, está arrasando con todo lo que encuentra a su alrededor; que carece de principios ya lo sabemos, pero preguntamosmonos: ¿carece de finales? ¿Qué puede perpetrar si finalmente se nota acorralado a la vera misma de ingresar en una mazmorra? Los más tontos, o sea, los socialistas que todavía le siguen apoyando «no vaya a ser que vengan las derechas», no entienden que cuando este individuo se marche, es decir, le echemos casi a patadas, ellos, su partido, entrarán en barrena y el PSOE terminará disolviéndose por lisis como concluyó el PSI de aquel robaperas italiano, masonazo por más señas, que atendía por Bettino Craxi, y que se exilió en Túnez porque no había otro lugar del mundo que tolerara su repulsiva figura.

Por todo lo contado está más que justificado el titular de esta crónica que, claro está, debe superar la escrupulosa mentalidad de los españoles que por no creer, no creen ni en lo que les está pasando a ellos. Esta Nación, ya en las raspas institucionales, precisa de un giro copernicano que le permita regenerarse en mucho más grado que lo que predicó en su tiempo Joaquín Costa. Todo lo que no sea desarrollar este proceso, por ejemplo en el venidero Congreso del PP, puede resultar una estafa política sin precedentes. Así que, también para ellos: ¡Atención al dato! España en manos de este barrenero ya no existe; ahora está a punto de traspasar la inmigración a los independentistas y de consagrar la amnistía para todos los delincuentes de octubre del 17. Después de eso, ¡qué más tenemos que ver! ¿O sí? Estamos asistiendo a la voladura de las relaciones con Israel, el único país democrático instalado en el Oriente más cercano. «¿Tú con quién te hablas?», le preguntaba una madre inquieta a su hija casadera. Pues eso, internacionalmente ¿tú con quién te hablas? La Internacional Socialista está más a la baja que el depauperado Valladolid de Ronaldo, el entrañable gordito. Con Trump, ni nos saludamos y por Sudamérica, nuestra Hispanoamérica de siempre, no encontramos más colegas que delincuentes o terroristas. Sí, terroristas como el venezolano Maduro, el colombiano Petro o el asesino nicaragüense Ortega.

Por lo menos dos de ellos están en el poder realizando descomunales trampas. Son los amigos de Sánchez, golfos y desvergonzados. ¿A que nos suena? Por tanto, cuidado con las elecciones que las próximas las carga el diablo Sánchez.

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