Chanquete como metáfora de una victoria con sabor a derrota
Dos consideraciones antes de entrar en materia:
1.-Tal y como subrayaba San Ignacio, en tiempos de tribulación no hay que hacer mudanza. Pues eso, dejémonos de poner en la picota a Alberto Núñez Feijóo que, no lo olvidemos, ha ganado de calle las elecciones generales con 16 escaños de diferencia con Pedro Sánchez y 48 más que Pablo Casado. Ítem más: la vida es muy larga y esta legislatura va a ser muy corta. Tan obvio se me antoja que el autócrata forjará un acuerdo con golpistas, etarras y fugados varios —lo lleva haciendo cinco años— como que lo dejarán caer cuando les plazca. Y será más pronto que tarde. La situación empieza a parecer clónica a la de 1993, cuando Felipe González perdió el primer debate, ganó a unas encuestas que otorgaban la victoria a José María Aznar y tuvo una legislatura de mierda, la 93-96, en la que le salieron toda suerte de escándalos a cual más bestia y en la que fue Jordi Pujol el que dijo «¡basta!». No descarten que la historia se repita 30 años después.
2.-Llamativo que el recuento haya dejado circunstancias tan curiositas como, por ejemplo, que Isabel Díaz Ayuso haya cazado una diferencia de 431 votos entre el recuento oficial y el real. Cómo serán las cosas de cantosas que la Junta Electoral le ha dado la razón en un periquete. O cómo el voto de los españoles residentes en el extranjero (el CERA) en la Comunidad de Madrid arroja diferencias estratosféricas con el presencial y por correo en territorio nacional. Los primeros doblan a los segundos en el CERA, guarismos que nada tienen que ver con el recuento celebrado el domingo por la noche. En este último conteo, que incluye el presencial y el que llega por correo, el PP obtuvo 1.443.881 papeletas y el PSOE 993.870 en la Comunidad de Madrid, es decir, una diferencia del 45% favorable a los de la calle Génova, no el 90% que ha resultado de la apertura de los sobres CERA. No se trata de ir de Trump por la vida pero tampoco de comportarse como unos pichones a los que les estampan todas en el mismo carrillo. Son cosas raritas. Como mínimo, habrá que investigarlas a fondo. Digo yo.
Más allá de estas dos puntualizaciones no precisamente menores sería más que conveniente que el PP hiciera un ejercicio de introspección para ver qué cosas hizo mal y cuáles salieron bien. Es evidente que la foto del cartel electoral, es decir, Alberto Núñez Feijóo era la acertada. Pasar de 89 escaños a 137 no es como para tomar a broma al de Los Peares. Nada que objetar, por tanto, al candidato.
Que en Génova 13 saben de elecciones lo certifica más allá de toda duda razonable el hecho de que barrieron en las autonómicas y municipales. Reconquistaron Aragón, Rioja, Cantabria, Comunidad Valenciana, Baleares y Extremadura y la culpa de que no lo hicieran en Castilla-La Mancha fue de 1.000 malditos votos que fueron a parar a Ciudadanos en Ciudad Real. Sin embargo, error y de los gordos fue minusvalorar al rival y no saber leer el resultado del 28-M, que no fue tan abultado como parecía a tenor de los insobornables datos. El PP se anotó 7.054.887 votos en toda España mientras que al PSOE fueron a parar 6.291.812. Un 31,53% frente a un 28,12%, poco más de tres puntos de diferencia. Por eso no salía de mi asombro cuando en la campaña de las nacionales las encuestas, incluida la nuestra, hablaban de seis, siete u ocho puntos de gap entre una y otra opción.
Error y de los gordos fue minusvalorar al rival y no saber leer el resultado del 28-M, que no fue tan abultado como parecía
Otra circunstancia que ninguno de los gurús de Génova 13 supo adivinar es algo que yo advertí la misma mañana en la que Pedro Sánchez anunció la convocatoria de generales para el 23 de julio: «Es imposible que la izquierda esté desmovilizada dos elecciones seguidas, máxime cuando la segunda se celebra en tan corto espacio de tiempo». Una desmovilización, pase, pero dos en apenas dos meses resultaba imposible. Si alguna virtud tiene la izquierda patria es que es entre cien y doscientas veces menos comodona que la derecha.
Un demóscopo no te puede diseñar la campaña. Un encuestador está para darte los datos, cocinados y sin cocinar, y sanseacabó. Que luego ya te los interpretarán tus sabios y los más viejos del lugar, aquéllos que se las saben todas porque las han visto de todos los colores. Que Narciso Michavila sabe de esto no lo digo yo, que soy amigo de su hermano, lo suscriben sus aciertos en otras contiendas electorales. El problema es que el tipo se echó tanto pisto a sí mismo que parecía que era poco menos que la versión humana de Dios infalible. Y la pifió por todo lo alto. Jugarte todo a una sola carta es lo mismo que ponerte un revólver con cinco balas en la sien y dispararte: cuentas con un 16% de posibilidades de sobrevivir.
Tras el 28-M se creían supermanes. Volaban, volaban y volaban pero fue muy tarde cuando se dieron cuenta de que eran simples humanos. Y pasó lo que pasó, que aun ganando parece que han perdido, entre otras razones, porque gana el que gobierna. Tenían que haber contratado a alguien que se mimetizase en esos esclavos que recordaban permanentemente a los emperadores romanos su condición de seres mortales. Hablar de 160 escaños, e incluso de mayoría absoluta, representó un disparate nivel dios porque indujo a muchos a quedarse en casa y a los otros a ponerse las pilas. La humildad, ir de víctima por la vida, es altamente recomendable en las contiendas electorales porque mantienes prietas tus filas.
Otro fallo sustantivo fue darle hilo a la cometa de los pactos con Vox y no posponerlos hasta el 24 de julio. Y si se optaba por un modelo debía ser el de un Carlos Mazón que solventó el envite en un periquete. Lo avanzamos en OKDIARIO un lunes y el miércoles estaba cerrado y requetecerrado, sacrificio del condenado Carlos Flores incluido. La polémica duró tres días. Nada que ver con el cristo que montó María Guardiola, que explosionó la campaña de Feijóo con su hiperventilación y sus ataques a un «fascista, machista, homófobo, xenófobo y racista» Vox al que luego, manda ovarios, acabaría metiendo en su Gobierno regional. La presidenta del PP extremeño no sólo se cargó la táctica y la estrategia de los suyos durante casi dos semanas sino que, comprando el mensaje de la izquierda, movilizó a los de enfrente. De entonces en adelante la campaña la marcó el miedo a Vox de la misma manera que los pactos con ETA habían hundido a Sánchez en la anterior. Que usted pacta con «fascistas, machistas, homófobos, xenófobos y racistas», señor Feijóo, no se lo digo yo, Pedro Sánchez, se lo censuran los suyos. Ésa fue la efectiva propaganda de la izquierda y extrema izquierda mediática. Para mear y no echar gota.
Nada que ver el modelo de Mazón en los pactos con Vox que el cristo que montó Guardiola, que explosionó la campaña de Feijóo
Claro que algunos señores y señoras de Vox parece que viven en el medievo. Negar la violencia de género es tanto como negar que yo me llamo Eduardo Inda, que vivimos en España, que Biden es el presidente de los Estados Unidos, que Mbappé acabará viniendo al Real Madrid o que los niños no vienen de París. Dar el coñazo con el pin parental llega a aburrir, invitar a ver una ecografía a una mujer que se ve en el trance de abortar o tirar a la basura la bandera arco iris es sencillamente delirante. Los de Abascal han de centrarse en asuntos capitales como la inmigración ilegal, los okupas, los menas, la economía, el mercado laboral, la insufrible presión fiscal y otras cuestiones que sí preocupan, y mucho, a los ciudadanos y muy especialmente a los más humildes. Escuchar al presidente de Vox o a Iván Espinosa de los Monteros nada tiene que ver con hacerlo con otros gerifaltes de la formación.
El PP también ha fallado en el tú a tú con Vox. Alguien le debería haber enfatizado a Feijóo que el enemigo no son unas huestes de Abascal que no han asesinado, no han pactado con asesinos, no han protagonizado golpes de Estado, no van de la manita con quienes han protagonizado golpes de Estado, y tampoco han puesto en libertad o rebajado la pena de 1.200 violadores, pederastas y asesinos. Vamos, que el adversario era, es y será hasta que lo echemos democráticamente, Pedro Sánchez. Y convendría apuntarle que la fórmula de Ayuso e incluso de Juanma Moreno de pasar de Vox y poner el foco en Pedro Sánchez funcionó. Vaya si funcionó.
Al presidente del PP no le tengo que insistir, porque lo sabe mil veces mejor que yo, que los votantes de Vox son antiguos votantes suyos. Que en una misma familia conviven padres que continúan apostando por los de Génova 13 con hijos que se han pasado con armas y bagajes a los de la callé Bambú. Que, carallo, el rival a batir es Pedro Sánchez, que o mucho cambian las cosas o pasará mucho tiempo hasta que no necesiten a Vox. Situación improbable a corto y medio plazo teniendo en cuenta que los iguales de las huestes de Abascal gobiernan en Italia, Suecia, Polonia, Hungría y Finlandia y son la segunda fuerza en intención de voto en Alemania y la primera en Francia.
La recta final de la campaña fue un completo e indiscutible desastre. Centrar tu discurso en que vas a derogar el sanchismo llamando en primer lugar a la puerta del PSOE de Pedro Sánchez constituye una de esas contradicciones in terminis que tu electorado no te perdona porque el obseso del Falcon es el enemigo público número 1. La misma sensación se nos quedó con esa apelación al respaldo en las urnas de los antiguos votantes de ¡¡¡Podemos!!!, comunistas en su inmensa mayoría y, por tanto, partidarios de un régimen de partido único, totalitarios, resentidos y posmodernos chequistas. Un dislate elefantiásico.
El debate en TVE fue otra incomprensible metedura de pata. Dar plantón a una cita de este tenor es un arma que siempre carga el diablo. Que se lo digan a Javier Arenas, que palmó las autonómicas de 2012 por ese mismo motivo, o que se lo cuenten a Juan Miguel Villar Mir, que se quedó sin ser presidente del Real Madrid por hacer lo propio en las Presidenciales de 2006. Al menos el gran canal público español no dejó el atril vacío como sí hizo Canal Sur con el popular o Telemadrid con el empresario y aspirante a líder del madridismo. No hay dios que entienda la decisión. Máxime cuando Alberto Núñez Feijóo demostró en el primero en Atresmedia que es muy superior a Pedro Sánchez en estos lances.
Dar plantón al debate en TVE fue otro error, máxime cuando Feijóo demostró en Atresmedia ser muy superior a Sánchez
Y, por último, alguien me tendrá que explicar a quién pelotas se le ocurrió la bufocampaña del Verano Azul más propia para un candidato a delegado de una clase de jardín de infancia que para un aspirante a La Moncloa. Servidor compartió cena con importantísimos empresarios el día que la presentaron y todos ellos, sin excepción, alucinaban con un leitmotiv perfecto para una empresa cervecera pero hilarante para un partido al que la mayoría natural ha asignado la misión de librarnos de esta pesadilla llamada sanchismo que va camino de cargarse la Constitución y el Estado de Derecho. Por no hablar de lo que en realidad era Verano Azul: ni más ni menos que envenenada a la par que subliminal propaganda izquierdosa que nos metían a los niños de mi generación allá por 1981.
En fin, que al PP lo han matado los chanquetes genoveses, las chanquetas guardiolescas y los mortales dioses michavilescos. Ahora no queda otra que afrontar la realidad más unidos que nunca, olvidarse de Vox, que no es el enemigo sino el inevitable compañero de viaje, y centrarse en un Pedro Sánchez que va a vender España para seguir volando en Falcon, veraneando en la Residencia Real de La Mareta y viviendo en Moncloa mientras su mujer continúa de catedrática fake y hace negocietes en Marruecos. Dios escribe derecho con renglones torcidos y esta vez no va a ser la excepción que confirma la regla. El bien acaba imponiéndose siempre en todos los órdenes de la vida. Cuesta porque el mal es peleón pero, si no pierden la cabeza y aprenden de los errores cometidos, el sentido común acabará imponiéndose. Tiempo al tiempo. Y paciencia.