Carta de la presidenta de OKDIARIO

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Querido inconformista: Llevamos cuatro días de 2025 y aún no habíamos hablado de que este año se cumplen 50 desde la muerte de Franco, lo que en una unidad de medida un tanto narcisista implica que cuando falleció, a mí aún me quedaban 18 años para nacer. Mi edad es profundamente irrelevante para todo excepto para certificar que hay un volumen inmenso de generaciones de españoles para los que Franco es un dirigente tan próximo como Fernando VII o Felipe IV, españoles adultos con vidas, familias, experiencias vitales e ideología para los que la existencia o no del ídolo de Sánchez es profundamente irrelevante.

El Gobierno, que vive de derrocar a un dictador 50 años después de muerto en su cama, pretende convertir estos 365 días en una especie de año de la victoria en el que en su probable ensoñación patológica creen que han sido ellos, socialistas y sumaristas, los que han acabado con el franquismo gracias a su infatigable y desacomplejada lucha de clases.

La pura verdad es que el primer y principal franquista de España se llama Pedro Sánchez Pérez-Castejón, fan número uno de la resurrección mediática de Franco y admirador cada vez menos secreto de su forma de entender el Gobierno que, como buen fan, imita sin el más mínimo miedo de que se descubra que no es más que una mera copia barata del original. Quién pudiera pillar los buenos tiempos en los que se censuraba a la prensa sin contestación, en los que el poder judicial podía actuar a su antojo sin que esa cosa molesta llamada oposición se quejara de que igual es un poco feo eso de suicidar los principios básicos de la democracia para salvar a la parienta de prisión, esa magnífica época en la que los poderes públicos no eran más que servidores norcoreanos a imagen y semejanza del líder. Vamos, una época en la que España se gobernaba con un poquito más de libertad que como gobierna Sánchez el PSOE ahora.

Para sorpresa del socialismo, a los españoles normales que, al contrario que Sánchez, no nos despertamos cada mañana besando una estampita con la cara de Franco, el 50 aniversario de su muerte nos da igual. La amnistía, la corrupción del gobierno, el abandono a los valencianos o las inagotables faltas de respeto a la Corona nos importan un poquito más que jugar a «Sánchez el libertador».

Por lo que sea, el Presidente del Gobierno no parece compartir nuestro criterio.

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