Por el bien de la Corona, el Rey emérito tiene que ayudar al Rey
El Rey emérito ha vuelto a pisar territorio español dos años después de que emprendiera rumbo a Abu Dabi presionado por un complejo horizonte penal. Ahora regresa de forma temporal, despejadas sus causas con la justicia, aunque no el estigma de un comportamiento incompatible con los principios éticos y morales. La mejor manera de defender el régimen del 78 y la Monarquía Constitucional es señalar con espíritu crítico el comportamiento del Rey emérito y poner en valor la labor del Rey Felipe VI para reconducir una situación muy compleja que ha provocado un daño objetivo a la Corona.
Juan Carlos tiene todo el derecho a venir cuando quiera a España y de emplear su tiempo como tenga por conveniente, pero el emérito sabe mejor que nadie que su primera obligación es servir al interés de la Corona y de su hijo, el Jefe del Estado. Es notorio que Juan Carlos no ha tenido un comportamiento ejemplar, tan notorio como que su papel en pro de la democracia española no puede quedar sepultado por el hecho de que haya defraudado a Hacienda y se haya erigido en protagonista de turbios escándalos. Frente a los intentos de la izquierda más extrema -los socios de Sánchez- de convertir los escándalos del emérito en una causa general contra la Monarquía, la mejor manera de combatir el sectarismo de los enemigos de la España constitucional es defender los valores que encarna la figura de Felipe VI. El Rey emérito ha regresado. Su prioridad, más allá de su fin de semana en las regatas, debe ser la de ayudar al Rey. Por el bien de la Corona y por el bien de España, Juan Carlos no puede seguir siendo un problema, sino contribuir con sus actos a que el jefe del Estado siga apuntalando la institución monárquica desde su compromiso ineludible con la transparencia y la ejemplaridad.