Begoña Gómez o cómo apropiarse de un software sin poner ni un euro
Begoña Gómez logró que Indra, Telefónica y Google participasen de forma voluntaria en las etapas iniciales del proyecto de su plataforma. Sin embargo, para ultimarlo, tuvo que recurrir a los fondos públicos de la propia Universidad Complutense, a través de distintos contratos que ahora se investigan. Entre la documentación que ha sido entregada al juez Juan Carlos Peinado figuran en concreto tres facturas vinculadas a este software: una, por importe de 24.200 euros, fue para la empresa Making Science Group por el concepto «Plat.Impacto Social desarrollo back-end»; otra es de 18.148,79 euros para un «servicio de consultoría y asistencia para la Escuela de Gobierno-Cátedra de Transformación Social Competitiva» y otra por importe de 60.500 euros, que fue a parar a Deloitte.
Es decir, entre varias empresas y la Universidad Complutense financiaron al completo la plataforma. ¿Y qué hizo la mujer del presidente del Gobierno? Pues una vez listo el software, sin que ella pusiese un euro, registró a su nombre una marca que ofrece una plataforma idéntica a la desarrollada para la Complutense. Pero es que, además, como informa OKDIARIO, aprovechó una de las reuniones de la llamada «comisión de seguimiento» de su cátedra de Transformación Social Competitiva para presumir de apoyos empresariales de alto nivel a su plataforma para empresas.
Según el acta del encuentro, que se celebró el 27 de enero de 2022 en el rectorado de la universidad, Begoña Gómez citó a empresas como Telefónica o Mastercard, la Cámara de Comercio de España, la patronal Conpymes o incluso el Pacto Mundial de Naciones Unidas que estarían dispuestas a trabajar de forma gratuita y voluntaria para esta plataforma creada para emitir informes para que las empresas pudiesen optar en mejores condiciones a las «contrataciones, bien con el sector privado o el público». Si esto no es un delito de apropiación indebida, se le parece mucho. Valore el lector si lo que hizo la mujer del presidente fue apoderarse de bienes ajenos -concretamente de la Complutense- con intención de lucrarse. Más claro, agua.