Apuntes Incorrectos

Ayuso y Monasterio, dos ‘fachas’ perfectas para Madrid

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Hoy el Partido Popular tiene una líder y se llama Isabel Díaz Ayuso. Aznar fue la persona que logró por primera vez ganar a Felipe González después de catorce años, pero a lomos de los nacionalistas. Luego obtuvo por fortuna la mayoría absoluta. Consiguió que España entrara en la Unión Monetaria cuando nadie daba un duro y también selló una alianza con los países más libres del mundo, Estados Unidos y Reino Unido, mediando la guerra de Iraq, en la que se implicó ante la incomprensión de la mayoría de los ciudadanos, que son de natural anti-yanquis.

A pesar de sus enormes méritos en la refundación de la derecha, hoy Aznar es uno de los personajes más detestados de la nación. Es una injusticia histórica. Yo lo sigo venerando, pero creo que este sentimiento general desgraciado es por algo. Por su falta de empatía, por su exceso de soberbia, por su interés en seguir enredando equivocadamente en la derecha en defensa de su legado. Y desde luego por la inclinación de la izquierda hacia el odio al adversario.

Esperanza Aguirre es para mí lo equivalente a una diosa. Tuvo que dejar el Ministerio de Educación con Aznar porque la reforma que proponía encontraba demasiados obstáculos y carecía de los apoyos suficientes, recaló como presidenta en el Senado, y después lo ha sido todo en la Comunidad de Madrid, donde implantó las políticas liberales que han llevado a esta región a convertirse en la primera potencia del país en términos de generación de actividad y de creación de empleo.

Pero Aguirre tiene algunos hándicaps. Es condesa. Practica el golf, es una señora de clase alta que vive en un palacete en Malasaña y que todavía padece un cierto complejo de culpa por haber nacido en una casa bien y tener la obligación de honrar sus enormes apellidos y su estirpe. Jamás le ha faltado el desparpajo, pero como todos los aristócratas está educada en la debida contención.

Isabel Díaz Ayuso es una chica normal, ha ejercido el Periodismo de manera corriente, proviene de Ávila, vive en un piso pequeño, no tiene una vida sentimental reseñable, pero ha demostrado tener una intuición a prueba de bomba. Se le ocurrió convocar las elecciones anticipadas en Madrid paseando a su perro, después de procesar la segura repetición de la traición que ya había perpetrado en Murcia Ciudadanos. Tenía en todo caso ya dispuesto el decreto de disolución de la Asamblea mucho antes, tras haber constatado el comportamiento desleal del felón Ignacio Aguado, y lo resolvió todo con una eficiencia indescriptible llamando a sus hombres de confianza y hablando con su secretario en un Consejo que se alargó para que todo estuviera debidamente preparado: la convocatoria de elecciones y la destitución de todos los traidores de Ciudadanos al mismo tiempo.

Ayuso es la derecha sin complejos, lo contrario del centrismo. Su lema ‘comunismo o libertad’ es glorioso, aunque yo le habría añadido ‘pobreza o empleo’. Dice lo que le parece en cualquier momento, no hay ataque al que no responda, y siempre acierta. Sus mensajes son claros: bajar impuestos, apoyar a las empresas y a la gente común, impulsar los negocios, promover la libertad de circulación y de movimientos, dejar a los madrileños vivir y también acoger a todos los que quieran disfrutar de este experimento genial que disloca a los intelectuales de costumbre como Elvira Lindo, que el pasado domingo escribió un artículo en El País en clave cínica mostrando todo lo bueno que ha hecho la derecha, que “ha convertido Madrid en una calle Ponzano, bar tras bar sin restricciones, sin vecinos aguafiestas y chivatos, y con los coches circulando alegremente por la capital celebrando el saturday night” ¡Cómo les jode, pero cómo disfrutan al mismo tiempo de la juerga que debelan!

Si como dice cínicamente Lindo -dando a entender lo contrario- ganara Sosoman, el eventual Ejecutivo  de Gabilondo intervendría la actividad económica, los impuestos asfixiarían a los pequeños empresarios, las grandes sociedades huirían a destinos menos hostiles, la inmigración ilegal camparía a sus anchas -como ya lo hace-, los colectivos LGTBI dañarían lo más posible la educación de nuestros jóvenes en las escuelas, debidamente subvencionados, y la cultura del victimismo sería entronizada desde la más tierna infancia. ¡Claro que esto pasaría si venciera Gabilondo y gobernara con Pablo Iglesias!, que es su única posibilidad de instalarse en la Puerta del Sol.

Ayuso ha surgido como líder de manera espontánea, para poner freno a todas estas amenazas de la izquierda, para combatirlas sin prejuicios y, sobre todo -a diferencia de sus antecesores- sin arrogancia, con humildad, porque no tiene otra ambición conocida que seguir dirigiendo Madrid, aunque desde luego posee una determinación granítica al respecto. Se rodeó de un equipo de primera en su ‘gobierno de cuota’, e igual en esta campaña electoral. De Lasquetty en Hacienda, de Ossorio en Educación, de Ruiz Escudero en Sanidad, y ha contratado como jefe de Gabinete a Miguel Ángel Rodríguez, que es un dóberman más peligroso que Iván Redondo.

La que hecho todo esto es Ayuso, que es la instigadora y la protagonista, la que merece el mayor respeto posible. Esa que los rojos avinagrados llaman payasa y tonta del bote. Se ha desembarazado del sambenito de la derecha, que todavía anida en las huestes del PP con Feijóo, con Moreno Bonilla en Andalucía, con Fernández Mañueco en Castilla-León, y en el que parece haber incurrido por desgracia Pablo Casado, este gran hombre desorientado camino de un centro delicuescente, inútil y definitivamente perdedor.

Ayuso arrasará en Madrid porque esta sensación se percibe en los comercios, en los bares, entre la gente trabajadora y normal, en la calle, pero dudo mucho que consiga la mayoría absoluta. Diré más. Deseo que necesite para gobernar el concurso de Vox, un partido colosal que, dadas las inclinaciones ‘rajoyistas’ en las que se mueve el PP nuevo de Casado -después de que nos hubiera prometido lo contrario-, contribuirá sin duda a reforzar el papel que corresponde a una derecha sin hipotecas dispuesta a dar la batalla a la izquierda en todos los frentes y preponderantemente en el cultural.

La candidata de Vox a la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, que es otro enorme descubrimiento, será clave para detener a la izquierda y para convertir todavía más Madrid en un oasis de libertad, este del que disfrutan los progres e izquierdistas desagradecidos y rencorosos, los idólatras de la República vil de 1931. Monasterio es educada, pero combativa y tiene las ideas muy claras. El apoyo de Vox, que deseo fervientemente que entre en el Gobierno -ya solo sea para contrariar a la izquierda caviar-, será clave para acabar con el adoctrinamiento de los niños en las escuelas, para poner fin a la pléyade de organizaciones sectarias que viven de la sopa boba a cuenta de la violencia de género, del cambio climático o de la distorsión de la historia. Para poner fin a la ocupación de las viviendas, para devolver la seguridad a las calles, y naturalmente para que los madrileños y quizá, Dios quiera, el conjunto de los españoles tenga sus bolsillos un poco más llenos en lugar de cercenados por una redistribución de la renta letal.

Pienso como Monasterio que la ‘ley Herodes’ de Protección de la Infancia aprobada la semana pasada en el Congreso, y que ha sido el monstruo legislativo del exvicepresidente Iglesias para arrebatar a los padres el derecho a educar y cuidar de nuestros hijos, es un engendro ideológico destinado a poner a nuestra juventud al albur de un Estado omnipresente y supuestamente protector, pero finalmente perverso. Todas estas ideas acertadas forman parte del cuerpo doctrinal de Vox, son constitutivas de su genética fundacional, de su ‘adn’. Su contribución en un Gobierno conjunto con Ayuso en Madrid sería, esta vez a ciencia cierta, lo más parecido a una conjunción astral única, positiva y demoledora para el ‘sanchismo’. Dos ‘fachas’ pata negra por el mismo precio. Querida Elvira Lindo: ¡qué dos mujeres tan grandes y tan malas!

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