El autócrata delata a Armengol

El autócrata delata a Armengol

En un momento del debate del Congreso en el que Sánchez se sometió a las preguntas del PP, Alberto Núñez Feijóo le estaba ajustando las cuentas a propósito de los casos de corrupción que rodean al presidente, entre ellos los de su propia mujer. Había que fijarse en la quijada del presidente del Gobierno, prieta, feroz, reprimido el odio que destilaban sus ojos. Resultaba el momento cumbre del cara a cara mantenido durante el duelo dialéctico.

Sánchez no podía soportar la dureza del jefe de la oposición que apretaba en el incandescente asunto que desencaja al jefe del Gobierno: la corrupción que le rodea.

“Que vaya terminando”, ordena Sánchez a la presidenta del Congreso de los Diputados demostrando claramente quién manda. La reacción de Feijóo fue de indignación contenida… «¡No ordene a la presidenta que me corte… Ya está bien!».

Ordenado y hecho: «¡Termine señor Feijóo!», obedece rauda Armengol al gesto de Sánchez. La presidenta del Congreso que ni siquiera se atreve a recordar a su jefe que es a ella quien legalmente corresponde ordenar y dirigir los debates en el Hemiciclo. ¡Qué espectáculo tan democrático! ¡Qué tic tan decente! Ese tic viene a demostrar que las denuncias de autoritarismo indecente no es un bulo, es una realidad manifiesta e insoslayable. Y ha quedado ahí como si tal cosa.

¿Se imagina el lector lo que hubieran dicho en La Sexta, en la RTVE de Fortes, en la EFE del comisario Oliver, en El País desahuciado financieramente, si el jefe de gobierno que no fuera Sánchez hubiera procedido de tal guisa? ¿Se imaginan siquiera?

Jamás en todos los presidentes habidos desde la restauración democrática nadie osó algo similar. Refleja dos cosas; en primer lugar el tic, los tics irrefrenables del autócrata y, en segundo, lugar que la presidenta de la Cámara, Francina Armengol, es un guiñol en manos de Sánchez. Ojo que es algo más que una mera anécdota. Y cuando es descubierto como un niño que está robando caramelos se llama a aldana y niega tajantemente con la cabeza.

He aquí el tipo en cuyas manos depositamos nuestro dinero a través de impuestos…

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