Autocracia o libertad

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Anda el tribunero de acá revoltoso al descubrir que España se está argentinizando a marchas forzadas. Cuando la mayor parte de las plumillas patrias que gozan del respaldo sociológico y del aplauso de colegas de vinos y ginebras hablaban de la España bolivariana y cómo esto se convertiría en Venezuela en menos que canta un gallo, uno, que estuvo en Caracas el día que a Chávez le dieron el matarile médico oficial, empezó a ver más similitudes con el caso argentino ya desde Zapatero. Porque lo que estaba instalado en la mentalidad de media España es esa idea, perversa pero efectiva, que entrona al Estado como principio y fin de todas las actuaciones en la sociedad, alfa y omega, causa y consecuencia de una koiné adulterada, esa red infinita de intereses y complicidades de la que no se puede escapar y a la que muchos acuden como único remedio a su proyecto de vida. Algunos aún no entienden que la autocracia empieza antes en la mentalidad social que en la acción política.

Lo de Argentina es un caso de estudio. Milei ha conseguido en menos de dos años despertar a la mitad de un país anestesiado de Estado e intoxicado de corrupción. La otra mitad ya está perdida para siempre en ese socialismo peronista que lleva carcomiendo conciencias y voluntades más de medio siglo. Millones de ciudadanos que no saben funcionar, pensar ni vivir si el Estado no lo hace por ellos, almas subsidiadas cuya comida depende del grado de activismo que ofrezcan ese día. La proeza de Milei ha sido hablar de economía sin que parezca que hablaba de economía. Ofrecer al joven argentino una alternativa a la pobreza sistémica que el peronismo del peso devaluado le ofrecía como única y limitada vía de desarrollo. Y lo ha hecho en clave metafórica visual, sacando la motosierra para evidenciar que una nación no prospera si la grasa del Estado es mayor que los productores de riqueza que lo mantienen. Muchos argentinos empiezan a entender, gracias al Peluca libertario, que no es lo mismo vivir del Estado (servirse de) que trabajar para el Estado (servir a).

Pero también ha sido revolucionaria la forma en la que ha explicado su primera medida cuando se convierta en presidente de la nación, grabando un vídeo donde arrancaba de una pizarra las tiras con el nombre de los ministerios que suprimiría. Al grito de ¡fuera! Milei dejaba tiritando a la Argentina que compraba votos a cambio de sumisión, que ofrecía pobreza perpetua mientras no faltara pan y circo. Al ciudadano se le devuelve la dignidad cuando se le ayuda a levantarse con una mano tendida al pecho, no rendida al cuello. El mensaje es claro: menos limosnas y más trabajo. Menos normas y más leyes. Menos subvenciones y más incentivos. Pasar del Estado del bienestar (que siempre fue el bienestar del burócrata que maneja el presupuesto) a la sociedad del bienestar, donde todo individuo debe ser, mientras sus capacidades se lo permitan, dueño de su destino, constituye el gran reto que la Argentina de Milei tendría por delante.

Esa ruptura con lo establecido, ese discurso sin complejos y esa manera de resucitar a una sociedad cautiva y adormecida es el espejo en el que la no izquierda tiene que mirarse en España. Cuando se han superado todas las líneas que separan la democracia de su antagonismo, toda cautela y estrategia contemplativa sirven de alimento a los que derriban la libertad y resulta un fracaso para quienes pretenden combatirla. La derecha liberal o conservadora tiene que encontrar su Milei en un discurso sin complejos, rupturista, claro, sencillo, visual, impactante, resonante y que rompa con lo establecido, sin entrar en el marco autócrata que el sanchismo mediático y político impone con su maquinaría diaria.

El acuerdo entre PSOE y Sumar, de investidura o de precampaña -no descarten que estén probando un escenario de coalición conjunta ante una posible repetición electoral- constituye la desaparición futura de todo tejido empresarial y emprendedor que no dependa del dedo autócrata que maneja el Gobierno y controla el Estado. En el futuro, nadie pagará la fiesta comunista que Pedro y Yolanda están montando. Porque no habrá quien quiera trabajar para pagar el sofá ajeno. Ello supone también una oportunidad para ofrecerle a los españoles alternativa a un futuro que no pase por los designios despóticos de un tirano reconvertido y su lacaya artificial sin inteligencia.

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