Animales y políticos de compañía

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El volcán de Cumbre Vieja, que ya lleva 15 días de erupción y que parece que va a continuar muchos más con su actividad estromboliana, ha provocado cuantiosos daños materiales y ha distorsionado completamente la vida de La Palma. Gracias a Dios, y si esta crisis se gestiona con solvencia, no habrá que lamentar pérdidas humanas y los perjuicios que están sufriendo muchos palmeros podrán ser compensados económicamente, aunque no afectivamente, con los recursos de esta gran nación que es España. Es decir, esta tragedia, que es de alcance local, puede ser abordada por las autoridades locales y autonómicas; si bien, es imprescindible el apoyo de un gobierno que, sin embargo, la va a aprovechar para la habitual exhibición de un líder que estuvo voluntariamente distanciado de los miles de tragedias humanas del Covid19 y que mantiene una gestión interesadamente desnortada de las tragedias económicas, migratorias o sediciosas que sufre nuestro país.

Porque con la que nos está cayendo, este Gobierno, que entre unas cosas y otras tiene tajo suficiente al que dedicar el esfuerzo personal y los recursos económicos, malgasta dichos recursos y pierde el tiempo, e incluso el sentido común, con impulsos regulatorios referentes a temas tan importantes como el bienestar animal.

Es lo que ocurre cuando al crear ministerios por exigencia política los tienes que ir llenando con actividades fútiles que son de limitadísimo interés para la sociedad. Especialmente, si dentro de uno de esos ministerios creas una Dirección General de Derechos de los Animales y pones a su cargo a un animalista recalcitrante que ha pasado de tirar cubos de pintura en los espectáculos taurinos a ocupar despacho, con categoría máxima, en la administración pública.

Y claro, el anteproyecto de ley de protección de los animales viene preñado con intereses torticeros y con la habitual carga ideológica, que se explicitan desde el momento en que los únicos convocados a aportar algo a la nueva legislación son los grupos ecologistas y animalistas que obviamente quieren ver ampliadas las ayudas de las que viven.

Nada tienen que decir, en opinión de este activista neopolítico, los colectivos agropecuarios, cinegéticos, culturales o recreativos que mantienen y emplean animales en el desempeño de sus actividades. Ni tampoco la multitud de ciudadanos que conviven con animales de compañía sin haber caído en la decadencia moral que supone conceder a los animales derechos equivalentes a los del hombre y considerar incluso que son más importantes que el derecho al desarrollo económico o social de mucha gente.

Porque como siempre ocurre con estos progres, no tienen reparos en imponer prohibiciones a cualquier uso o costumbre que a ellos no les parezca bien; cuando en el fondo esconden un tratamiento utilitarista de los animales igual o peor que el que quieren prohibir. De esta forma nos obligan a aceptar que el interés o bienestar de los animales está en hacer o no hacer lo que ellos dicen, cuando la realidad es que ese trato impostado y humanizado va únicamente en el interés de sus dueños (sus familiares humanos en la nueva terminología). Debe ser, por ejemplo, que al rutilante director general su perro le ha comunicado, hablando obviamente en nombre de todos sus congéneres, que salir al parque le produce mucho bienestar y que, sin embargo, salir al campo a cazar es para ellos un maltrato.

En la absurda defensa de absurdos derechos para los animales se acercan al trasnochado utilitarismo de filósofos como Peter Singer, que defendía que el derecho del pollo a la vida es de una categoría superior al bienestar que nos produce comer su carne. Aunque como a estos sectarios al final se les saltan las costuras, este australiano justificaba el aborto o la eutanasia alegando que el bienestar y tranquilidad (o incluso riqueza) de la madre o la familia es un bien mayor, y por tanto más protegible, que el derecho a la vida de las víctimas nonatas, enfermas o ancianas.

En fin, enorme suerte tenemos los españolitos que llevamos toda la vida conviviendo, criando o trabajando con animales, ya que el ínclito Sergio García Torres ha venido a decirnos lo que tenemos que hacer para procurar el bienestar de nuestros perros, gatos, caballos o canarios. ¡Y para el suyo propio, claro!

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