Ahora sí: el PSOE debe abstenerse

Ahora sí: el PSOE debe abstenerse

La bancada socialista del Congreso de los Diputados tiene la directriz de abstenerse ante la moción de censura presentada por Unidos Podemos. Así se lo ha transmitido el Grupo Socialista del Congreso a cada uno de ellos. Veremos si acatan esta directriz o si, por el contrario, empieza el baile entre sus señorías del PSOE, haciendo visibles, una vez más, las fisuras entre ellos. Todo apunta a que mantendrán las formas y actuarán al unísono. ¿Qué significa esta abstención? Evidentemente sería absurdo que el PSOE votase en contra de la moción de censura, porque eso supondría, de algún modo, un nuevo apoyo al PP —tras la abstención que la Gestora le brindó a Rajoy y gracias a la cual, se instaló en el Gobierno—. La duda estaría en plantear el apoyo o la indiferencia —el «sí» o la «abstención»—.

Podría pensarse que el «sí» serviría de refuerzo a esta moción, un gesto hacia la posibilidad de tender puentes con Pablo Iglesias y los suyos. Sin embargo, supondría aplaudir de alguna manera una moción de censura planteada de una forma bastante contraria a lo que debería ser la transparencia, el diálogo y el proyecto común en la izquierda. No todo vale ni debería valer en política. Al menos, no en la política de regeneración que se está intentando construir en este país y que tanto necesitamos. Pablo Iglesias comenzó esta andadura de manera totalmente autónoma, sin conversar con nadie, sin plantear alternativas viables. Llegó, avisó a la prensa, y después, dijo que invitaba a quien quisiera unirse. Mala idea querer acaparar todo el rédito personal. Sobre todo cuando eres la tercera fuerza, o sea, que no tienes realmente fuerza para echar un pulso a nadie. Más aún cuando parte de los «tuyos» —Compromís— te dicen que te relajes  y que te comportes de manera más democrática y prudente.

Las formas: Iglesias intentó movilizar a sus bases. No llegó a conseguir ni siquiera que participase más de un 15% de sus «inscritos». Para algo tan importante como es una moción de censura, habría sido interesante observar mayor respaldo entre sus filas. Al inicio no se planteó su nombre como candidato, aunque se intuía. Así fue. Reforzando el «yo, me, mi, conmigo». Ni siquiera esta vez fue capaz Iglesias de darse cuenta del hartazgo que produce su figura, incluso en su propio entorno.

Los tiempos: ya se sabe que lo de dejar de ser el centro de atención de los medios lo lleva Iglesias algo mal. Y esta vez resultó bastante evidente de hasta dónde podía llegar. Mientras el PSOE ocupaba todas las portadas, Podemos hacia lo que fuera menester para intentar mantener ese espacio. Pero ni siquiera su moción de censura apresurada consiguió restar interés a la contienda socialista.

La intención: esto tiene bastante que ver con lo anterior. Si realmente a la formación morada le hubiese interesado lo más mínimo plantear una moción de censura factible para desalojar a Mariano Rajoy de La Moncloa, podría haber establecido unos tiempos, unas formas, de manera prudente y discreta para que el logro fuera de toda la oposición. O al menos de los que, sumando, lo hubieran hecho posible. El tiempo pondría todo en su lugar y, de salir adelante, aplaudiríamos al Señor Iglesias por su encomiable labor. Sin embargo,  la opción escogida, conlleva que se haya perdido una oportunidad magnífica para  desproveer al Partido Popular de un Gobierno que no les pertenece —y no es suyo porque llegaron a él haciendo trampas—. Más bien se está consiguiendo todo lo contrario:  no sólo no saldrán de Moncloa sino que a partir de ahora se sentirán mucho más reforzados porque la oposición no ha sido capaz de ponerse de acuerdo ni siquiera para tumbarles… y eso que no debería ser complicado ante los escándalos de corrupción y la ingente cantidad de medidas impopulares que se están poniendo en marcha.

Conclusión: un despropósito. Como casi todo lo que intenta hacer Unidos Podemos en el plano real —que no imaginario o de artificio—. Una oportunidad tirada por la borda. Y no, la culpa no será del PSOE que no apoyará esta moción. La responsabilidad es de quien inicia un proceso tan importante y delicado con la única intención de ocupar titulares y tener minutos libres para sus discursos —interesantes, por cierto— en el Congreso de los Diputados.

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