OPINIÓN

La Agenda Verde, una forma de suicidio energético

La Agenda Verde, una forma de suicidio energético

Vamos a imaginar por un segundo que todo lo que afirma la vulgata oficial del Cambio Climático es cierto hasta el último detalle. Vamos a imaginar, como hipótesis de trabajo, que esa diminuta proporción que la actividad industrial humana aporta a las emisiones de carbono a la atmósfera -a su vez, parte casi insignificante de los gases de efecto invernadero- está provocando un cambio en el delicado y complejo sistema climático que tendrá consecuencias inmediatas y catastróficas en el planeta.

Más aún: vamos a aceptar que ese proceso ya en marcha puede revertirse casi mágicamente si todos, de repente, dejamos de consumir combustibles fósiles y comer carne y volvemos a la era preindustrial condenándonos de vuelta a la vida miserable, brutal y breve de la que hablaba Hobbes para “salvar el planeta”.

Todo, aceptémoslo todo, la fábula completa. Aun así, tratándose de un sistema global, el plan solo puede funcionar si todos los agentes -todos los países- o, al menos, los más intensivos en energía actúan al unísono para dejar de quemar carbón y petróleo. De no ser así, las consecuencias para el bloque de países que se apunte a la descarbonización será la peor de las posibles: un empobrecimiento deliberado que ni siquiera afectará positivamente al planeta y que le dejará en las peores condiciones posibles para encarar ese supuesto y catastrófico cambio climático. El Dilema del Prisionero 2.0.

Basta coger un mapamundi y localizar Europa. ¿La ven? Es un área ínfima comparada con el resto. Y si hace un siglo era económica e industrialmente la parte del león de la actividad mundial, ese tiempo pasó hace mucho para no volver. Su peso en la economía y la demografía mundiales se reduce año a año, a gran velocidad.

China e India siempre han jugado sucio con la crisis climática. Son ambas potencias en desarrollo entusiastas defensoras de la emergencia de moda, pero en el sobreentendido de que ellas pueden seguir emitiendo carbono como si no hubiera mañana porque están en pleno desarrollo. Que los occidentales se dediquen a vivir de molinillos y sol les viene de lujo, pero no va con ellos: China abre una central de carbón a la semana. Y esa ‘huella de carbono’ tenemos que compensarla nosotros.

El otro gran gigante devorador de fósiles, Estados Unidos, se ha salido del Acuerdo de París. Trump ha roto por completo la baraja, ha calificado de ‘farsa’ las jeremiadas verdes del ICCP y ha hecho del “Drill, baby, drill!” el lema de su política energética.

Con Estados Unidos, China e India dispuestos a ignorar las prescripciones de los ecogurús, lo racional, lo elemental, lo sensato, incluso aceptando todo el dogma climático de la cruz a la fecha, sería deshacerse de la Agenda Verde. Simplemente, porque ya no puede cambiar nada, y solo sirve para empobrecernos, en números absolutos y en relación a nuestros competidores globales.

Pues bien: la respuesta europea ha sido redoblar la apuesta. Molinillos para desayunar, comer y cenar. Voladura de centrales térmicas. Cierre de nucleares. Destrucción de presas para “recuperar la naturaleza” (¿la del Jurásico?). Pero ya sin ningún sentido, sin objetivo.

Todavía no sabemos qué ha causado el mayor apagón de la historia de España, una interrupción de más de diez horas del fluido eléctrico que ha causado costes gigantescos aún no cuantificados y ha dejado la imagen de España a la altura de la venezolana. La fotografía satelital nocturna de Europa en la noche del pasado 29 era la imagen perfecta de un fracaso histórico.

Se encontrarán, como en la DANA de Valencia, culpables en todas partes menos en las evidentes. Se insinuarán improbables ataques (¿a quién le importa España, seamos serios?). Se cargará contra las empresas privadas, contra la extrema derecha, quién sabe. Pero como con las inundaciones de Valencia nadie osará, en instancias oficiales, señalar al factor más evidente, a lo que ha cambiado radicalmente nuestro sistema energético. Nadie pronunciará las palabras ‘Agenda Verde’, aunque sea el nombre de nuestro suicidio energético.

Lo último en Opinión

Últimas noticias