Acostumbraos a ver gobernar a Vox

Acostumbraos a ver gobernar a Vox

La extrema izquierda, que es en lo que Pedro Sánchez ha convertido al PSOE, y la ultra extrema izquierda, que son sus socios comunistas, chavistas, proetarras y golpistas, han puesto el grito en el cielo al ver como ayer Vox asumía la Vicepresidencia y tres Consejerías en el nuevo Gobierno de Castilla y León, en coalición con el PP de Alfonso Fernández Mañueco, con el aval de su nuevo presidente nacional, Alberto Núñez Feijóo. La ministra portavoz del Ejecutivo, Isabel Rodríguez, dijo que su Gobierno no oculta su «preocupación por que la extrema derecha ocupe la responsabilidad de gobierno en comunidades autónomas como Castilla y León» y exigió al PP un cordón sanitario contra Vox. En nombre del PSOE hizo lo mismo su vicesecretaria general, Adriana Lastra, que señaló a VOX como “un peligro para la democracia”. Y en Podemos, Pablo Fernández, único escaño que consiguieron los ultras en las Cortes de Castilla y León, también exigió ese “cordón democrático”.

Pero esto no es ninguna novedad. Cualquiera que tenga un poco de memoria recordará cuando, tras 14 años en el Gobierno de los GAL y de la corrupción, Felipe González se enfrentó a la campaña electoral de 1996, que todas las encuestas le daban por perdida frente a un joven Aznar, con aquel vídeo del famoso dóberman, en el que mezclaban imágenes en blanco y negro de un amenazante perro rabioso de dientes afilados, fuego y guerra, con las del candidato del PP, José María Aznar y el por entonces secretario general del partido, Francisco Álvarez-Cascos, mientras una grave voz en off decía que “la derecha no cree en este país, nada les parece bien, miran hacia atrás y se oponen al progreso, por eso la derecha no es la solución, es el problema, nos quieren hacer creer que nada funciona, quieren confundirnos y ocultar la realidad”. De nada les sirvió tan vergonzosa campaña, porque Aznar ganó esas elecciones.

Pero no por ello dejaron de utilizar el miedo contra la ultraderecha, que entonces representaba el PP. Las campañas del miedo y los cordones sanitarios siguieron con Zapatero, que sólo consiguió ganar unas elecciones celebradas tres días después de los terribles atentados del 11-M, con las sedes del PP rodeadas por manifestantes de extrema izquierda durante la jornada de reflexión. Precisamente para que el Congreso no investigase dichos atentados, todos los grupos parlamentarios, con el PSOE al frente, se comprometieron a vetar cualquier iniciativa parlamentaria popular. Hasta los comunicados de los asesinos de ETA, tras el atentado de Barajas de 2007, pedían “alejarse de PP, UPN y de las fuerzas de la derecha fascista del Estado», siendo imitados por los “artistas de la ceja” quienes, en defensa de los pactos de Zapatero con ETA, pidieron un “cordón sanitario” contra el Partido Popular que tampoco les sirvió, porque en 2011 les ganó Rajoy.

Y ahora que, para vencer a Podemos, Pedro Sánchez ha escorado al PSOE hasta la extrema izquierda y lo ha asociado a comunistas, proetarras y golpistas, de nuevo sale a relucir el dóberman, las campañas del miedo y los cordones sanitarios contra la extrema derecha que ahora identifican con Vox, pero que usan con el mismo objetivo de siempre, aferrarse al poder e impedir la alternancia democrática, como intentaron hacer antes contra Aznar y contra Rajoy, sin éxito, que tampoco van a tener esta vez. Es una extrema idiotez llamar a Vox extrema derecha, como entonces lo era etiquetar así al PP. Casi 4 millones de españoles aprobaron con su voto sus propuestas en las últimas elecciones generales y las últimas encuestas los sitúan con 82 escaños y el 22% de los votos. Ese respaldo no lo ha tenido jamás en España ninguna fuerza de extrema derecha sencillamente porque Vox no lo es. Enfrentarse al discurso único de la izquierda no les convierte en franquistas, ni en machistas, ni homófobos, ni xenófobos, ni racistas, ni ultranacionalistas. La extrema izquierda, si quiere seguir existiendo, tiene que respetar la democracia y acostumbrarse a ver gobernar al partido que los va a expulsar a ellos del poder.

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