La represión de un narcodictador no puede silenciar la democracia

La represión de un narcodictador no puede silenciar la democracia

El régimen de Nicolás Maduro está en caída libre, a pesar de su negativa a reconocer que el final de más de 20 años de dictadura chavista está muy cerca gracias al arrojo de Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional, y al ágil apoyo de América Latina, EEUU y Canadá en las primeras horas de la crisis. No fue este el caso de Pedro Sánchez y la Unión Europea, ya que el Gobierno de España y el Parlamento comunitario han tardado más de una semana en abandonar las ambigüedades y elevar el tono contra un tirano que lleva años denigrando a su pueblo.

No obstante, el dictador bolivariano, aún vislumbrando la derrota que sufrirá a manos de la democracia encarnada en la figura del líder de la oposición y la presión internacional, se comporta con la desesperación propia de los vencidos y ha elevado las acciones de represión e intimidación contra una población desarmada que recorre las calles en busca de las libertades robadas. Desde el pasado 23 de enero, día histórico para Venezuela, más de 40 personas han sido asesinadas en las calles del país y otras 850 han sido detenidas, incluidos tres periodistas de la agencia EFE –ya puestos en libertad–, atentando directamente contra el derecho a la información, la libertad de prensa y la libertad de expresión. Una embestida inadmisible contra los derechos fundamentales que ha activado las alarmas de la institución comunitaria y ha exigido a Maduro la celebración inmediata de unos comicios que restauren la democracia en Venezuela.

Hace ya una semana que Guaidó, sabedor de la fuerza de la oposición en el órgano legislativo, tomó con valentía las riendas de una compleja situación política que, incluso, ponía en peligro su propia seguridad, la de su familia y la de los venezolanos que lo apoyan. Efectivamente, el delfín de Leopoldo López estaba en lo cierto, han atacado de lleno sus derechos como ciudadano y el Tribunal Supremo le tiene prohibido salir del país o acceder a sus cuentas bancarias con un único propósito: su rendición. Un hecho que no ocurrirá porque el clamor internacional contra Maduro es ya demasiado intenso como para que el terror chavista pueda silenciarlo.

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