Mariano: tu obsesión por el fuero te mató (Carta a dos Rajoy: el hombre y el gobernante)

moción de censura
Mariano Rajoy en el Congreso de los diputados tras la moción de censura. (Foto: Francisco Toledo).

Querido presidente:

Antes de nada, transmitirte mi más absoluto reconocimiento como español por haber dejado una España mejor que la que te encontraste. Que, al fin y al cabo, de eso se trata lo de ser presidente del Gobierno. También estoy convencido de que la historia te absolverá e incluso, a pesar de que la suele escribir el pensamiento único izquierdista, te premiará. Había que tener mucho coraje y mucho cuajo para negarte al rescate total de España que te aconsejaban todos y cada uno de tus colaboradores del Área Económica. El órdago te salió mejor que bien y, de paso, nos libraste a los 46 millones de conciudadanos de un rapto de nuestra soberanía en forma de protectorado de los implacables hombres de negro que nos hubiera dejado para el arrastre.

Entiendo el autobombo del viernes a pesar de que no le pegue a un tipo como tú cero soberbio y austero en el fondo y en las formas y más normal aún del que yo conocí cuando eras un simple ministro del Gobierno de España. Los economistas clásicos suelen enfatizar apelando al empirismo que “lo que no son cuentas, son cuentos”. Tus enemigos, la España del Frente Popular, continuarán hablando de “emergencia social”, de “crisis económica”, de “pobreza” y de lo que quieran. Pero lo cierto es que tus guarismos son brutales: te dejaron un país en default, en quiebra técnica y con 6 millones de parados (un 26%) y tú legas a Sánchez una nación que es la envidia de la OCDE con 3,7 millones de desempleados (un 16,7%), casi 10 puntos menos. Cuando tomaste posesión con la Biblia y el crucifijo que ahora ha desaparecido crecíamos al -1% y ahora lo hacemos por encima del 3% creando 500.000 puestos de trabajo anuales gracias a esa reforma laboral que la súperministra Báñez, la del otro milagro de Fátima, se sacó de la chistera.

Tuviste que meter hachazos al gasto en Sanidad y Educación a pesar de que por dentro te subías por las paredes recordando el marrón que te encontraste con unas cuentas más falsas que Judas, empezando por un déficit que sólo estaba trampeado en ¡¡¡cuatro puntos!!! Seguro que si lo llegas a saber hubieras deseado no presentarte a las elecciones del 20-N rogando que apartasen de ti ese envenenado cáliz. Seis años y medio después, estamos cada más cerca del superávit presupuestario y de ese pleno empleo que en España se sitúa en el -8%, teniendo en cuenta, como tú bien sabes, que andamos desgraciadamente en un 20% de economía sumergida.

Ni a mí ni a ninguno de los constitucionalistas españoles de centroderecha nos gustó un pelo la excarcelación del malnacido que mantuvo encerrado en un zulo de dos por dos a Ortega Lara durante 532 días, que se dice pronto. Nadie entendió, por mucho proceso de paz que hubiera en marcha, que permitierais o alentaseis por acción u omisión la libertad de Josu Bolinaga, al que Satanás tenga en su gloria. Como aún tampoco alcanza a comprender la España liberal que subierais el IRPF cuatro puntos por encima de lo que reclamaba en su programa electoral un individuo tan honrado como enfermizamente marxista llamado Cayo Lara. Menos aún cuando desoísteis al Fondo Monetario Internacional, que os recomendaba subir el IRPF o el IVA, pero no los dos a la vez. Tu amigo Montoro se desempeñó as usual, como el bestia sin medida que lleva dentro. Hizo lo que le dio la real gana y nos endosó otros tres puntos de IVA (del 18% al 21%). Montoro fue tu salvación en muchos casos pero tu perdición en tantos y tantos otros. Los 20 millones de contribuyentes patrios le despedimos echando mano del infalible refranero castellano: “Tanta paz lleves como descanso dejes”.

Cuando hablan del tema catalán te ponen a caer de un burro a izquierda y derecha, lo que tal vez demuestra que acertaste. Te quieren endosar el muerto a ti cuando hemos llegado a donde estamos por culpa de todos tus predecesores, que cedieron, cedieron y cedieron pensando en las próximas elecciones y no en las próximas generaciones hasta convertir a la Generalitat en un estado de facto. Se me antoja tan falso como miserable culparte a ti de los errores de la UCD, de los de un Felipe que no metió en la cárcel al delincuentísimo Pujol por Banca Catalana, de los de un Aznar que les dio más y mejor que nadie y de los de un Zapatero que tiró de su proverbial frivolidad al prometer que aprobaría el Estatut que saliera del Parlament. Creo que acertaste al optar por mirar hacia otro lado con el primer referéndum ilegal y que igualmente diste en el clavo al exclamar “¡hasta aquí hemos llegado!” cuando volvieron a las andadas el 1-O. En política es mejor ir con tiento, no entrar cual elefante en una cacharrería y actuar con contundencia cuando has agotado todas las vías de diálogo.

Entre tú y yo, lo que jamás comprenderé es por qué te emperraste en no abrir el melón de tu sucesión. Sin prisa pero sin pausa deberías haber preparado al heredero o heredera. Sé que a caballo de 2015 y 2016 te planteaste dejarlo todo a mitad de mandato y, visto lo visto, está claro que habría sido lo mejor para ti, para tu partido y para España. Con tanta saña como poca razón te endosaron una corrupción, la gürteliana de Aznar, y de ese estereotipado retrato no te pudiste deshacer nunca. Justo o no, lo cierto es que todos te identificaban con ese mangue permanente que instalaron en Génova 13 los Bárcenas, Correa y cía. Porque tan cierto es que tú eras ministro de Aznar como que en 2004, a las seis o siete semanas de aposentar tus reales en el despacho de la séptima planta de Génova 13, ordenaste a José María Michavila que diera una patada en el trasero a Francisco Correa.

Pero estabas achicharrado, injustamente achicharrado pero achicharrado al fin y al cabo, desde que el caso Gürtel entró en su recta final y desde que Urreiztieta y un servidor descubrimos el 18 de enero de 2013 el circuito de dinero negro que Luis el (no) cabrón había instaurado en Génova 13 agigantando y despiparrando la tradición instaurada en tiempos de Don Manuel. Los sms que te cruzaste con el tesorero infiel fueron otro error de bulto que contribuyó a asentar la especie de que eras el corrupto que personalmente no eres. No seré yo quien te recuerde que mirar hacia otro lado o dar la sensación de encubrimiento de la mangancia es letal en política.

Tuviste la oportunidad de estar año o año y medio de esta legislatura y ceder el testigo a cualquiera de tus ministros o a tu paisano Alberto y no lo hiciste. Siempre por temor a que la salida de Moncloa y la consiguiente pérdida del aforamiento levantase la veda del sector más izquierdista de la carrera fiscal. O, como solías comentar entre bambalinas, a que “un juez de Plaza de Castilla con ganas de hacerse famoso” te imputase aunque fuera sin la más mínima base probatoria. El pánico al banquillo provocó que tú, hijo de magistrado, educado en la más estricta observancia de la ley, te enrocases y te olvidases de que retirarse a tiempo al estilo Zidane es siempre la mayor de las victorias. A ti, que sabes tanto de fútbol como yo, se te ocurrirán en el preciso instante que lees estas letras el nombre de decenas de glorias peloteras que truncaron su mito en el imaginario colectivo por intentar permanecer en el machito arrastrándose por esos campos de Dios.

Tampoco entiendo la bunkerización de los últimos días. Cómo perdiste el viernes un partido que el domingo tenías ganado. Cómo lanzaste un estúpido órdago que consistía en pasar cuasiolímpicamente de hablar con el PNV mientras Pedro Sánchez lo hacía de manera compulsiva. A tu sucesor se le podrá negar el pan y la sal pero no audacia ni tenacidad. Primero se negó a entrar en la senda soberanista que exigían los peneuvistas que ya no exigían más parné porque tú se lo habías dado todo. Ellos respondieron “no hay tu tía” dejándole con un palmo de narices. Entre el lunes y el martes dio dos o tres vueltas de tuerca garantizándoles para empezar el acercamiento de los presos etarras y allanando el camino al “sí”. Los de Sabin Etxea, a pesar de todo, deshojaban la margarita temiendo perder el botín de los Presupuestos Generales. Y tú, como si esto fuera una vulgar partida de mus, no decías ni mu.

Algún día me explicarás por qué aceptaste dimitir “si ésa es la solución” como te exigían tus desleales socios de legislatura y luego dijiste “Diego” donde poco antes habías dicho “digo”. Aseguras que sólo te garantizaron la abstención en la investidura de Ana Pastor o de una Soraya Sáenz de Santamaría a la que, por cierto, el fuego amigo balaceó a modo y manera el jueves pasado. ¿Quién miente aquí? Porque tus interlocutores nacionalistas nos aseguran, y disponemos de no menos de 15 mensajes que lo atestiguan, que votarían «sí» a la mudanza de tu sucesora a Moncloa.

En fin, tan cierto es que dejas una España mejor que la que te dejaron como que el PP que heredaste estaba infinitamente mejor que el que, más pronto que tarde, heredará Alberto Núñez Feijóo. Eso sí: no te enroques. Hazme caso porque cuanto antes cedas los trastos antes resucitará la mayor fuerza política de este país todavía (aunque no sé si por mucho tiempo) llamado España. Nadie te podrá echar en cara que saliste mal de Moncloa porque tus cinco antecesores se las piraron por la puerta de servicio. Adolfo, Leopoldo, Felipe, José María y José Luis salieron por patas por mucho que algunos prestidigitadores de la historia se empeñen en reescribirla. Pero lo que nadie nunca te perdonará es que ucedices cual posmoderno Nerón el partido que llegó a representar a más españoles que nadie nunca antes en esa excepción que, de momento, es la democracia en la regla de nuestra convulsa historia. Once millones de almas te estaremos vigilando.

Un abrazo.

Lo último en Opinión

Últimas noticias