Los retos económicos de España (I)

Los retos económicos de España (I)

Resulta fundamental establecer los grandes retos económicos que tiene España en este 2018. Tal vez, la pregunta clave sería si hemos sabido aprovechar lo bonancible de los vientos de cola que han empujado a nuestra economía para que ésta sea más competitiva. Tal y como en una colaboración anterior apuntábamos, la respuesta es negativa. Veamos. De un lado, bajos tipos de interés con una política monetaria acomodaticia y unas relajadas condiciones financieras que han ayudado a hacer más soportable el pesado endeudamiento público y privado, templando, gracias a las compras masivas por parte del Banco Central Europeo —60.000 millones de euros mensuales que serán 30.000 millones a partir de enero de 2018—, los rebrotes de pagar más precio por el dinero prestado.

De otro lado, un precio del petróleo asequible y que pese a los aumentos experimentados durante 2017 todavía se mantiene en unas cotas aceptables, aunque está por ver hasta qué punto no acaban repercutiendo en el precio del crudo las limitaciones de producción que la OPEP ha impuesto durante los últimos meses. No obstante, la producción no convencional en Estados Unidos, prácticamente convertido en el primer productor, a través del fracking, contrarrestaría las alzas en el importe de “oro negro”. Y, en tercer lugar, hemos vivido unos años de precios baratitos ya sea a causa de una inflación nula, negativa o, incluso, deflación, con el índice de precios al consumo muy tímido, cuando no negativo y que ha permitido, pese a que los sueldos estuvieran contenidos, mantener capacidades adquisitivas.

Ese bonito paisaje, coloreado con el tsunami turístico que dejó en 2016 más de 125.000 millones de euros, equivaliendo al 11,2% de nuestro PIB y generando 2,56 millones de puestos de trabajo —13% del empleo total en 2016— ha imprimido brío a la economía española. Al propio tiempo, nuestra economía se ha beneficiado de la energía exportadora de nuestras empresas, donde hay que subrayar el papel de nuestras pymes que al ver cercenado el mercado nacional en los años en que la demanda interna aflojaba supieron lanzarse a la aventura de salir hacia el exterior. Queda patente ese esfuerzo empresarial al comprobar que nuestras exportaciones de bienes y servicios que en 2011 sumaron 310.000 millones de euros, suponiendo el 28,9% de nuestro Producto Interior Bruto, en 2016 crecieron a 368.000 millones de euros, 32,8% del PIB, y en 2017 previsiblemente habrán sido de algo más de 400.000 millones de euros, representando casi el 35% del PIB.

El tirón exportador, por consiguiente, es encomiable y el elogio a tantas y tantas empresas que han dado este paso, buscando nuevos mercados allende nuestras fronteras, es unánime. Un sector concreto que se ha abierto camino por otros territorios ha sido el agroalimentario, con la calidad de nuestros productos consolidándose en el mercado europeo, asomando por el norteamericano, introduciéndose en el chino y sacando la cabeza por el japonés. Sin embargo, pese a esos factores que han inyectado positivismo a nuestra economía, algunos desafíos acucian.

Grandes desafíos

El primero de esos desafíos es el de nuestras cuentas públicas. No se ha sabido sacar rendimiento a esa coyuntura favorable a la que nos referíamos para poner en orden y concierto las finanzas públicas españolas. Seguimos por la senda del déficit público, que cerró con más de 55.000 millones de euros negativos en 2015, repitió en 2016 con más de 50.000 millones teñidos de rojo y en 2017 no estará lejos de los 40.000 millones negativos por más que hasta el tercer trimestre de 2017 el déficit equivalga al 1,5% del PIB, con 17.465 millones de euros.

El mérito de ese ajuste en el déficit no viene dado porque el gasto público se haya recortado con mano dura, sino a causa de varios factores que han propiciado la mejora de los ingresos y un freno en los gastos. Así, de una parte, el aumento en los pagos a cuenta del Impuesto sobre Sociedades, ha provocado un alza en los ingresos tributarios. De otra parte, la mayor recaudación del IVA gracias al impulso de la actividad económica, empujando igualmente a una mayor recaudación tributaria.

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