Embolada en modo chino al jefe del Estado

Palomo Rey
  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Pedro Sánchez lleva años tomando a chacota al Rey Felipe VI sin mostrar siquiera un poco de jodido respeto al padre de éste, gracias al cual él lleva siete años como primer ministro.

Los desplantes de su Graciosa Sanchidad al jefe del Estado son tan visibles como descriptibles; cuando le interesa, se esconde detrás de su humanidad; cuando quiere dejar claro quién es el que manda en España, no se corta un pelo. Todo esto viene a colación a propósito del viaje de Estado girado recientemente a China, cosa que «a priori» nada hay que objetar. China, por un lado, España, por otro, son dos países con ancestros intransferibles. Las naciones suelen durar más que los regímenes (excepto las dictaduras chinas, que son perennes y permanentes) y, desde luego, van más allá que los presidentes ad hominem y dictadores ambiguos.

Lo que está claro es que don Felipe (lo de doña Letizia va por otro lado, pese a las obligadas apariencias) ha hecho guiños a la dictadura comunista que no se podría permitir si los homenajes fueran a sensu contrario. Y está aún más claro que dicho viaje ha contado, no sólo con la aprobación gubernamental, sino con su apoyo decidido, mucho más en estos momentos.

Cuando Sánchez caiga y no sea ya otra cosa que una mala pesadilla en el imaginario de los españoles, quizá sea el momento de que el jefe del Estado (si le dejan seguir los neocomunistas y los desencatados con la monarquía) ponga pie en pared y exija un estatuto más claro, definido y eficaz a la hora de desarrollar su trabajo de representación. Está claro que esa función le gustaría desarrollarla a Pedro Sánchez.

Como dice alguien en el entorno sanchista: ¡Todo se andará!

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