Investigación
'BárbaraLeaks' (XXIV)

Juan Carlos I a Bárbara Rey: «Dentro del PSOE hay gente que está detrás de la república»

Un nuevo pasaje que desvela OKDIARIO de los audios donde hablan el monarca y Bárbara Rey

El Rey Juan Carlos I muestra su preocupación porque sectores del PSOE e IU quieren la república

El Rey Juan Carlos I confesó a Bárbara Rey su preocupación ante el eventual riesgo de que la Monarquía fuera eliminada en España. En las conversaciones que desvela OKDIARIO, el monarca le traslada que sectores del PSOE están detrás de la idea de implantar la república. Hasta ahora conocíamos que el jefe del Estado estaba inquieto con dirigentes e intelectuales de Izquierda Unida que estaban, allá por los años 90, a favor de un cambio en la Jefatura del Estado. Ahora, este periódico descubre que también estaba preocupado porque Alfonso Guerra lideraba una corriente en el PSOE contraria a la Monarquía.

En las grabaciones de las largas conversaciones entre Juan Carlos I y Bárbara Rey, el monarca compartía preocupaciones sobre la estabilidad del país. Comenta qué opina de diferentes ámbitos de la política. También de temas delicados como la fuga del que fuera director de la Guardia Civil, Luis Roldán, que generó una gran controversia en el país en esas semanas. En ese marco también habla de la Monarquía. Aunque los servicios secretos intentaron ocultar durante décadas las conversaciones, hoy sabemos que el Jefe del Estado mostraba esa inquietud a su amante.

«Un sector del PSOE liderado por Alfonso Guerra, con tal de acabar con Felipe [González], arrasaría con todo. Hay un grupo de IU importante de intelectuales y esos están detrás de una cosa que es la república y…», deja caer a su interlocutora. Hoy por hoy, Guerra es un acérrimo defensor del monarca y pide su vuelta a España, ya que su muerte en Abu Dabi sería «un fallo histórico para el país». Sostiene que vivimos en «una república coronada» en la que se encuentra cómodo, ya que «se votó tres veces». En otro pasaje, Juan Carlos se queja de que algún periodista decía que la Monarquía es más cara para los españoles que una república.

Contexto

Los Borbones habían regresado a la Jefatura del Estado, en ese momento, 15 años atrás, aproximadamente, y Juan Carlos I dudaba de si su pervivencia estaba, o no, asegurada. Aunque mantuvo buena relación con el PSOE de Felipe González, a nivel personal dejaba entrever una visión alarmante sobre las tensiones internas en la formación con sede en la madrileña calle Ferraz. El monarca veía ahí una amenaza para la continuidad de la Monarquía.

El Rey Juan Carlos y el presidente Felipe González.

A medida que el vínculo Bárbara Rey – Rey Juan Carlos se fortalecía, la confianza entre ambos creció, y Juan Carlos I encontró en Bárbara una confidente para compartir sus reflexiones más íntimas. Así, el alma republicana del PSOE ponía en guardia al Rey. La figura de Alfonso Guerra,  vicepresidente entre 1982 y 1991, que podría mostrar simpatías republicanas, hacía temblar los cimientos del Palacio de La Zarzuela en aquellos años. El hoy Rey emérito no descartaba que las tensiones desembocaran en propuestas políticas para acabar con la Monarquía borbónica.

«Estar ojo avizor»

En ese pasaje, Bárbara Rey trata de tranquilizar al Jefe del Estado: «Bueno, por Dios, qué exageración, ¿no? Pero, vamos, yo no creo que la cosa llegue a ese extremo… ¡Por favor, mi vida!, digo yo… Es evidente que ellos tienen mucho que tapar y tendrán que llegar a…».

A continuación, Juan Carlos I traslada con una sinceridad total: «Hay que estar ojo avizor». El monarca no es ajeno a los movimientos tectónicos en el entonces primer partido del país para no poner en peligro su futuro al frente del Estado. Mostraba a su amante una autopercepción de su vulnerabilidad que nunca se había escuchado de su viva voz.

«Sí, hay que estar, sí. Tal y como se está poniendo todo, oye…», zanja la vedette y testigo privilegiado de las reflexiones privadas del monarca, que, en ese momento, saca otro asunto, la corrupción del PSOE y cómo «el que más y el que menos, dentro de lo que no sea totalmente legal, pues algún negocio de vez en cuando se hace…». A lo que Juan Carlos confirma: «Todos, todos».

Una monarquía en pañales

En el trasfondo de estas preocupaciones cabe recordar la situación en los años 90. Tras la Transición española, Juan Carlos I jugó un papel crucial en un período complejo. Tras ser designado sucesor a título de Rey por el dictador Francisco Franco, heredó un país dividido y con tensiones latentes entre las fuerzas franquistas, los sectores republicanos y las incipientes demandas democráticas. Logró consolidarse como uno de los principales garantes de la democracia, especialmente tras el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Sin embargo, la llegada del PSOE al poder en 1982, con Felipe González, supuso un nuevo desafío para la Monarquía en el escenario político español. La izquierda volvía al poder y la figura de un rey volvía a ser cuestionada.

Tras varias victorias electorales, la corrupción afloraba en los años 90 y cabía la posibilidad de plantear la llegada de la tercera república para tapar otros asuntos turbios ligados al PSOE. El desgaste del PSOE se hacía patente también con la profunda crisis económica que estalló en la segunda mitad de la década y el escándalo de los GAL, las operaciones encubiertas del Gobierno para acabar con ETA con métodos discutibles. Juan Carlos I era consciente de esos síntomas, veía que el tsunami le podía llegar a él. Además, partidos nacionalistas periféricos –el PNV y ERC– empezaban a crecer a costa de intensificar sus demandas autonomistas o incluso independentistas y republicanas.

El PSOE era el ala izquierdista con más poder en el arco político en ese momento. Aunque Felipe González defendía la continuidad de la Monarquía como parte del acuerdo constitucional de 1978, otros sectores del partido, más cercanos a la tradición republicana, eran vistos con recelo por Juan Carlos I. En particular al grupo liderado por Alfonso Guerra. El político sevillano, fiel a su estilo combativo, mantenía una postura más crítica que González, aunque no llegó a manifestarse públicamente a favor de abolirla. Sin embargo, en los círculos de poder, las disputas entre Guerra y González eran conocidas, y se temía que una fractura interna en el PSOE pudiera derivar en un cuestionamiento profundo del sistema monárquico.

Juan Carlos I era sabedor de los periodos de tensión en muchas monarquías europeas en esos años. España, recién salida de una dictadura, era aún un país frágil en términos democráticos, y cualquier atisbo de división en el partido gobernante podía tener repercusiones significativas en la percepción pública de la Monarquía.