Los papables conservadores mueven ficha para frenar la elección de otro Papa de izquierdas antes del cónclave


Tras más de una década del pontificado de Francisco, caracterizado por sus gestos y guiños a gobiernos y dictaduras de izquierdas, los cardenales tradicionalistas buscan recuperar el timón de una Iglesia que, según su perspectiva, ha derivado peligrosamente de su rumbo doctrinal tradicional. El frente tradicionalista prepara su regreso al solio de Pedro tras la era de un Papa que hoy es llorado y venerado por los líderes de la izquierda anticatólica. Si algo los une es el recelo hacia las reformas impulsadas tras el Concilio Vaticano II: consideran que diluyeron elementos esenciales de la identidad católica tradicional.
Entre los papables con credenciales conservadoras destaca Robert Sarah, cardenal guineano de 80 años, quien se ha convertido en el portaestandarte de la ortodoxia. Sus posturas inflexibles contra el matrimonio homosexual, la eutanasia y el aborto lo han posicionado como referente del sector más tradicional. Su contundente defensa de los valores familiares clásicos resuena con fuerza entre quienes consideran que la Iglesia debe mantener su posición inmutable frente a las presiones de la sociedad contemporánea.
El estadounidense Raymond Leo Burke, de 78 años, representa otra pieza clave en este tablero conservador. Despojado de sus privilegios vaticanos por Francisco, Burke desafió abiertamente al pontífice argentino con la presentación de los «Dubia» (dudas), documentos formales que cuestionaban abiertamente ciertas posturas del pontificado. Tanto en 2016 como en 2023, Burke, junto a otros cardenales, desafió públicamente la autoridad papal, acusando a Francisco de sembrar confusión en temas morales fundamentales e incluso amenazando con emitir ellos mismos una «corrección» pública al Papa.
El purpurado estadounidense se ha posicionado como referente indiscutible del sector conservador norteamericano, que ha llegado a caracterizar a la Iglesia bajo el liderazgo de Francisco como «un barco sin timón». La postura inflexible de Burke —que a lo largo de los últimos años se ha destacado como uno de los grandes opositores a Bergoglio— se manifestó especialmente en cuestiones como la comunidad LGTBI y el divorcio, donde rechaza cualquier apertura o flexibilización pastoral. Además, ha adoptado posiciones contundentes respecto a la negación de la eucaristía a políticos católicos que apoyan el derecho al aborto, como el ex presidente estadounidense Joe Biden.
Burke se ha convertido en uno de los principales defensores de la llamada «misa tridentina», aquella celebración litúrgica que sigue el ritual anterior a las reformas de 1970. Esta forma solemne de celebración eucarística, caracterizada por el uso exclusivo del latín y la posición del sacerdote de espaldas a la asamblea, representa para sus partidarios la preservación de la sacralidad milenaria del rito católico.
Otro cardenal con el que Francisco se las tuvo tiesas fue con el alemán Gerhard Ludwig Müller. El germano jamás le perdonó su destitución como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y denunció públicamente lo que consideraba un «culto excesivo» hacia la figura papal, criticando la «adulación cortesana» y advirtiendo contra la personalización del papado. Müller acusó a Francisco de cometer «muchas herejías materiales» en una entrevista al portal norteamericano LifeSiteNews que luego fue borrada.
No todos los cardenales conservadores presentan un perfil de confrontación directa. El húngaro Péter Erdő emerge como una figura de equilibrio que, mientras defiende posiciones doctrinales tradicionales, ha tendido puentes con el sector reformista. Su dominio de varios idiomas, incluido el ruso, y su capacidad para navegar las tensiones eclesiales lo posicionan como un candidato de consenso que podría atraer votos de ambos espectros ideológicos.
Intelectual de formación rigurosa y profundo conocedor del Derecho Canónico, Erdő alcanzó la púrpura cardenalicia a la extraordinaria edad de 51 años, un nombramiento que reflejaba tanto su brillantez académica como las expectativas depositadas en su liderazgo. Sin embargo, este meteórico ascenso contrasta con su perfil discreto como comunicador. Lejos de los discursos encendidos o las declaraciones mediáticas, su estilo sobrio podría representar precisamente el contrapunto deseado tras el pontificado populista y de hasta ciertos tintes peronistas como el de Jorge Bergoglio.
En paralelo, figuras como el italiano Angelo Bagnasco -contrario al matrimonio homosexual, al que comparó con la pedofilia o el incesto— y el neerlandés Willem Jacobus Eijk —que acusó a la ideología de género de «corromper el mundo»— completan un panorama conservador diverso y muy crítico con la flexibilización doctrinal de Francisco.
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