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Primera fumata negra: no hay Papa y el cónclave seguirá mañana

La primera votación del cónclave para elegir al Papa número 267 ha sido fallida y asombrosamente tardía

Varios cardenales han expresado su deseo de hacer un cónclave corto

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María Ruiz
  • María Ruiz
  • Portadista. Especialista en 'breaking news' y noticias de nacional, sociedad e internacional.

Fumata negra en el Vaticano. La primera votación del cónclave para elegir al Papa número 267, la llamada de sondeo, ha sido fallida y ha despertado una expectación inusitada ante su retraso. Los 133 cardenales electores abandonarán ahora la Capilla Sixtina y se dirigirán a las casas Santa Marta, donde cenarán juntos para hablar de ocurrido en la Capilla Sixtina este miércoles. Luego se dirigirán a sus habitaciones a descansar y reflexionar hasta el encuentro de mañana.

A las seis menos cuarto de la tarde se encerraban los electores, tras el litúrgico «Extra omnes!» con el que se iniciaba el cónclave y la fumata negra asomaba esta noche a las 21:00 horas.

El retraso en la aparición de la fumata puede deberse a que haya tenido que repetirse la votación ante hipotéticos errores en el recuento, apuntan expertos vaticanistas. Hay que tener también en cuenta que algunos cardenales muy mayores no están en la Capilla Sixtina, sino en sus habitaciones en la casa Santa Marta. Por ese motivo, el proceso del recuento de papeletas puede retrasarse también.

Miles de personas esperaban expectantes en la plaza de San Pedro esta primera fumata que ha resultado ser muy tardía. Nada más aparecer el humo negro, se han escuchado algunos aplausos y también alguna expresión de decepción tras cerca de tres horas de espera.

Termina el primer día de Cónclave, que ha empezado a las 10:00 horas, con la Misa Pro Eligendo Romano Pontifice, celebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano, presidida por el cardenal decano del Colegio Cardenalicio Giovanni Battista Re, y concelebrada por 220 cardenales, electores y no electores, entre los cuales se encontraba, aun sin saberlo, el 267 Papa de la historia de la Iglesia universal.

Este jueves volverán a la  Capilla Sixtina -que en 1996 se convirtió en sede oficial del cónclave con la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis de Juan Pablo II- y se sentarán en las 133 sillas de cerezo, marcadas con el nombre y apellido de cada cardenal elector, situadas en 12 mesas de madera en bruto cubiertas con una tela beige y satén burdeos: seis en el lado derecho y seis en el izquierdo, dispuestas en dos filas de distinto nivel.

Delante del altar, bajo el Juicio Final de Miguel Ángel, hay una mesa para las urnas de metal donde se recogerán las papeletas con los votos y un facistol (atril grande) con el Evangelio sobre el que los purpurados prestarán juramento al inicio del cónclave del que saldrá el nuevo Papa.

Las urnas donde los cardenales meten sus votos en el cónclave. (Getty)

Los cardenales no caminarán sobre el pavimento, sino sobre una estructura plana de madera cubierta con una tela beige, de 50-60 centímetros de alto respecto al suelo y en línea con el segundo peldaño del altar. Allí están listas las bolsas de terciopelo para retirar las papeletas de las sucesivas votaciones tras la primera fallida. Sobre las mesas, las tarjetas con los nombres de los cardenales, que indican su puesto. A cada una se le ha dado

  • una pluma
  • una carpeta roja para apoyarse al escribir
  • una papeleta por escrutinio

Como es tradición desde 1939, con el cónclave que eligió al Papa Pío XII, más allá de la verja marmórea, se ha colocado la célebre estufa (dos estructuras semejantes conectadas) que se empleará para quemar las papeletas y de cuya chimenea saldrá la fumata.

Los resultados de las votaciones, en efecto, serán visibles por el color de las fumatas que salgan de la chimenea instalada en la cubierta de la Capilla Sixtina: fumata negra en los casos en que no se haya alcanzado la mayoría; fumata blanca para la elección del nuevo Pontífice.

Mayoría de dos tercios

Para elegir al Papa será necesaria una mayoría cualificada de dos tercios de los cardenales electores. Después de la votación número 30, en cualquier caso, se pasará directa, y obligatoriamente, a la segunda vuelta entre los dos cardenales que hayan recibido el mayor número de votos en el último escrutinio. Sin embargo, también en este caso, será necesaria una mayoría de dos tercios. Los dos cardenales por los cuales se vota no podrán participar activamente en la votación. Si los votos por un candidato alcanzan los dos tercios de los votantes, la elección del Pontífice es canónicamente válida.

«Quo nomine vis vocari?»

En ese momento, el último del Orden de los Cardenales diáconos llama al Maestro de las Celebraciones litúrgicas y al Secretario del Colegio Cardenalicio. El decano o el vicedecano, o bien, el primer Cardenal de los Cardenales obispos, se dirige al elegido diciendo: «Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?» («¿Aceptas tu elección canónica a Sumo Pontífice?») y, tras la respuesta afirmativa, añade: «Quo nomine vis vocari?» («¿Cómo quieres ser llamado?»!), pregunta a la que el recién elegido contestará con el nombre pontifical.

Sala de las Lágrimas

Después de la aceptación, se queman las papeletas, momento en que desde la plaza de San Pedro se podrá ver la clásica fumata blanca. Al término del cónclave, el nuevo Papa se retira a la Sala de las Lágrimas para vestir por primera vez los paramentos papales con los que se presentará en público desde la Logia de las Bendiciones de la Basílica de San Pedro. El nombre de la estancia se debe a que todos los Papas elegidos lloran por la conmoción y el peso de la responsabilidad del papel que está llamado a desempeñar.

La Sala de las Lágrimas donde se viste al Papa. (Vatican News)

Después de la oración por el nuevo Pontífice y la reverencia de los cardenales, se entona el «Te Deum», que marca el fin del Cónclave. El cardenal protodiácono, en este caso, Diego Ravelli, se asomará a la logia central de la Basílica de San Pedro para anunciar la elección y pronunciar el «Habemus papam!». Después, el nuevo Pontífice, precedido por la cruz procesional, imparte la solemne bendición «Urbi et Orbi» («a la ciudad -Roma- y al mundo»). Y 1.400 millones de fieles conoces a su Pastor.

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