La maldición de Obama con Snowden persigue a Biden: buscan al topo que filtró los documentos secretos
La administración Biden tardó tres meses en reaccionar a la filtración de los documentos clasificados
Crece la desconfianza de los aliados con Biden ante la mayor filtración de secretos desde 2013
El Secretario de Defensa de EEUU, Lloyd Austin, ha reconocido que no se enteró de las primeras filtraciones de documentos secretos estadounidense hasta el pasado jueves. Sin embargo, los documentos circulaban en las redes sociales e Internet desde el pasado mes de enero, es decir, tres meses antes.
La revelación del contenido de los documentos secretos se ha convertido en un escándalo sin precedentes para la administración Biden, sólo comparable con las fugas de información secreta de Edward Snowden en 2013 y las de Wikileaks tres años antes. A día de hoy, el gobierno estadounidense admite no saber quién ha sido el topo que ha difundido la información y se busca a un posible contratista como origen de todo, al igual que lo fue Snowden en su momento.
Al gobierno estadounidense, sea con Obama o ahora con Biden, le gusta espiar a los adversarios, pero también a los aliados. Eso es lo que se refleja en los documentos clasificados que han visto la luz en la última semana, pese a que circulaban por la Red desde hacía tiempo, exactamente desde enero, a través de un foro de Minecraft y juegos de ordenador.
Una semana después el Pentágono dice que aún no conoce la fuente a pesar de que se piensa que podría tratarse de un contratista, como Edward Snowden, insatisfecho con la política de inteligencia del Gobierno Biden o del espionaje a los aliados. Snowden quiso denunciar en su día con el lanzamiento de archivos secretos la forma en la que la administración de EEUU llevaba años espiando a ciudadanos y países que supuestamente son amigos.
Entre las principales revelaciones de los actuales secretos están la defensa aérea de Ucrania y la guerra en general, que correrían un serio peligro. Así, el Pentágono duda de que Ucrania pueda iniciar su contraofensiva de primavera. También se ha sabido que la agencia de espionaje de Israel, el Mossad, ha estado conspirando y apoyando las protestas domésticas contra el gobierno de Netanyahu. O que al gobierno de Corea del Sur le preocupa suministrar armas a Ucrania. Y que Egipto había estado planeando en secreto suministrar a Rusia 40.000 misiles para enfrentarse a Ucrania.
En enero ya se distribuyó información de inteligencia sobre la guerra de Ucrania, el papel de Corea del Sur, los planes de Egipto con Rusia y las conspiraciones en Israel contra Benjamin Netanyahu. Todo empezó en un grupo de chat de juegos. Nadie en la administración Biden reaccionó. Posteriormente, entre el 28 de febrero y el 1 de marzo, se vuelven a publicar más documentos, pero no fue hasta el 6 de abril cuando el Pentágono anunció una investigación de cómo se filtraron los papeles.
Demasiada gente, alrededor de 5.000 personas, tuvieron acceso a toda la documentación hecha pública. Pero lo que ha molestado a los Republicanos y a la opinión pública estadounidense es que desde las primeras revelaciones en enero y luego a final de febrero, nadie del Gobierno Biden pareció inmutarse.
La administración del presidente ha llamado a los países aliados para dar explicaciones y disculparse ante tanta fuga de información. Existe un temor en la Casa Blanca de la crisis reputacional de la inteligencia estadounidense y de ser tachados de ineptos y poco dignos de confianza, especialmente después de tantos años dedicados a recuperar la confianza en la inteligencia americana tras los escándalos de Snowden y Wikileaks.
Existe también un temor con la exposición realizada de fuentes humanas dado que el gobierno ruso puede entender, a raíz de lo que se ha sabido, cómo la inteligencia estadounidense penetró en el Ministerio de Defensa ruso o en el grupo Wagner. Incluso podría averiguar qué personas tenían determinada información ahora conocida y adoptar represalias contra ellos. Por todo ello, las consecuencias del escándalo pueden ser devastadoras: personas que no van a querer colaborar con EEUU y va a disuadir a otras de compartir con información ante la creencia de que no se puede confiar en que EEUU sepa proteger dichos secretos.
Mientras todo eso ocurre, Joe Biden se ha ido de gira a Irlanda tratando de conocer y profundizar sobre sus raíces familiares en aquel país sin atender las preguntas de los medios de comunicación y sin ofrecer ruedas de prensa.
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