Nahúm y la caída de Nínive: análisis histórico de su profecía
Descubre la profecía de Nahúm sobre la caída de Nínive y el contexto histórico que inspiró sus mensajes. Toma nota de estos datos.
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Entre los años 650 y el 612 a.C., en el suroeste de Judá, surgió un hombre llamado Nahúm. Legó tres capítulos del Antiguo Testamento en los que habla de la destrucción de Nínive, la temida capital del imperio asirio.
El libro contiene solo 47 versos, pero no es una simple profecía, sino un documento histórico envuelto en poesía. También es un testimonio que coincide con lo que la arqueología encontró siglos después. De Nahúm no se conoce una biografía, solo que era originario de Elcós.
Nahúm probablemente profetizó en la segunda mitad del siglo VII a. C., justo cuando el enorme engranaje asirio empezaba a mostrar señales de desgaste. Durante casi dos siglos, Asiria había extendido su influencia con una fuerza militar casi imparable. Para Judá y otros pueblos más pequeños, Asiria simbolizaba no solo el poder, sino también el miedo y la imposición constante. En ese escenario, el oráculo de Nahúm no suena simplemente como una profecía; también recoge el eco de quienes habían sufrido bajo aquel imperio.
Asiria, un imperio en expansión
En el siglo VII a.C. el imperio asirio estaba bajo el reinado de Asurbanipal y se podría decir que era una máquina de guerra que se extendía desde el Golfo Pérsico hasta el Mediterráneo. Nínive era la capital del imperio y el símbolo de su poder.
Esta era una ciudad enorme, con murallas exteriores de 12 kilómetros de perímetro, perforadas por quince puertas monumentales. Contaba con una biblioteca con más de 30.000 tablillas de arcilla con escritura cuneiforme. Allí se almacenaba todo el conocimiento del imperio.
La economía asiria era una mezcla de comercio y saqueo. Sin embargo, su verdadera fuente de riqueza y poder era el terror. Arrasaban ciudades, deportaban masivamente a los habitantes y encadenaban y empalaban a sus prisioneros.
El pueblo de Nahúm
El pueblo de Nahúm, Elcós, era un pequeño lugar, probablemente cerca de lo que hoy es Beit Guvrin, en Israel. Tenía una ubicación estratégica, ya que estaba a menos de 100 kilómetros de la principal ruta militar asiria.
Cada año, los recaudadores asirios llegaban exigiendo grano, aceite y reclutas para su ejército. Nahúm creció escuchando historias de deportaciones y masacres.
Cuando Asurbanipal saqueó la gran ciudad egipcia de Tebas en el 663 a.C., la noticia corrió como pólvora y marcó el comienzo de la prédica de Nahúm.
El anuncio
El libro de Nahúm comienza con una descripción vívida y sonora: “Látigos que restallan, ruedas que rechinan, caballos que galopan, carros que saltan”. La imagen más poderosa y precisa es la de la destrucción misma: “Nínive es como un estanque cuyas aguas se escapan”.
En el 612 a.C., una coalición de medos y babilonios sitió la ciudad. Después de tres meses, se relata que los atacantes rompieron los diques del río Khosr para inundar los barrios bajos de la ciudad. El agua socavó los cimientos de adobe de las murallas y los poderosos carros de guerra quedaron atascados en el barro.
Nahúm había anunciado esos hechos con estas palabras: “Con inundación arrasadora hará fin de ella”. La descripción era tan exacta que el arqueólogo Austen Henry Layard, en 1849, usó el texto bíblico para ayudar a localizar una de las puertas de la ciudad.
El saqueo y el fuego
El capítulo final de Nahúm describe el caos del saqueo. Las excavaciones en el palacio suroeste de Nínive revelan que los conquistadores arrancaron los relieves de alabastro y fundieron los bronces para llevárselos.
Los arqueólogos han encontrado lingotes de oro y marfil carbonizado. Estas son evidencias de que hubo un incendio que alcanzó los 800 °C, suficiente para derretir el estaño de las puertas.
Nahúm habla de “cadáveres sin fin, tropiezan con los cadáveres”. Los esqueletos hallados en las calles, muchos de ellos civiles, muestran heridas de flecha y lanza, lo cual es un testimonio de la violencia desatada.
La ciudad nunca se recuperó. Cuando Alejandro Magno pasó por allí en el 331 a.C., solo vio montículos cubiertos de hierba.
El legado de un profeta
Para los judíos del siglo VII a.C., el libro de Nahúm fue un bálsamo de justicia. Judá había pagado tributo y sufrido la humillación durante un siglo; ver caer al opresor fue regocijante para ellos.
Conclusión
El profeta no describe la caída de la capital como un simple movimiento militar, sino como la culminación de un acto de justicia. Para él, la destrucción de Nínive era la respuesta a siglos de violencia ejercida por Asiria contra pueblos indefensos. Su lenguaje transmite la mezcla de alivio y sorpresa ante un hecho que muchos habían creído imposible: la caída de la ciudad que parecía invencible.
Dentro del relato bíblico, Nahúm destaca por centrarse exclusivamente en el destino de un imperio extranjero. No contiene advertencias para Judá ni llamados al arrepentimiento; es un análisis teológico del derrumbe de una potencia. Visto hoy, su libro combina historia, sensibilidad profética y una intuición muy humana: incluso los imperios más fuertes pueden caer cuando se sostienen en la violencia y el abuso.
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Temas:
- Historia Antigua