Historia

Alfred P. Southwick: el dentista que inventó la silla eléctrica

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Dibujo sobre la silla eléctrica

Durante la segunda mitad del siglo XIX el alumbrado eléctrico se hizo muy popular en los Estados Unidos y en cada una de las ciudades. Las malas instalaciones y los altos voltajes (3000 y 6000 voltios) pronto empezaron a dejar accidentes por toda la geografía del país. Estos puntuales accidentes sirvieron de inspiración a Alfred P. Southwick para desarrollar uno de los inventos más horribles de la historia: la silla eléctrica.

Southwick, miembro de la una revista científica de la ciudad, se interesó por la historia que un forense contó para él y sus compañeros un 7 de agosto de 1881. 

Un hombre borracho murió electrocutado debido a un tendido eléctrico al que se precipitó. Otras fuentes cuentan que fue el propio Alfred P. Southwick el que vio morir al hombre borracho electrocutado.

El dentista y su silla

Este suceso sirvió a Southwick para pensar en que la electricidad podría ser la solución a los problemas de ahorcamientos fallidos que se sucedían en su ciudad y en muchas otras capitales de los estados americanos.

Junto al médico George E. Fell, el dentista pensó que su silla sería ideal para sujetar a los prisioneros, ya que él lo hacía normalmente con sus clientes cuando iban a curarse sus muelas.

Con esto, conectó la electricidad a la silla y consiguió un ejemplo, hoy rudimentario, de lo que conocemos como silla eléctrica.

Comenzó a probar su proyecto con perros, ayudando al sacrificio de perros callejeros de la ciudad. Al año siguiente ya estaba publicando sus ideas y sus avances con su nuevo invento.

El proceso se precipitó después de varios ahorcamientos fallidos donde los presos o bien no acaban de morir o sufrían demasiado antes de acabar falleciendo.

Primera ejecución de la historia con silla eléctrica

Cuando en 1886, David B. Hill fue elegido gobernador de Nueva York, decidió crear una comisión sobre la pena de muerte para encontrar un método mejor que el ahorcamiento.

En esta comisión estaban Thomas Gerry, Matthew Hale y el propio Alfred P. Southwick. Durante un tiempo debatieron sobre cuál sería el mejor método llegando a la conclusión que la silla eléctrica inventada por Southwick era la mejor alternativa a la horca.

El 6 de agosto de 1890, el preso acusado de asesinato con un hacha, William Kemmler, fue ejecutado por silla eléctrica, en una sesión que muchos catalogaron como catastrófica. Un electricista que acudió a la primera ejecución, Charles Huntley, declaró al New York Tribune que «no volvería a ser testigo de algo así ni por 1.000 dólares».

La sensación de Alfred P. Southwick no fue la misma que afirmó: «Es la culminación de diez años de trabajo. Vivimos en una civilización superior desde este día».

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