Viruela del mono

La seguridad del Estado analiza la viruela del mono por temor a que haya sido “colada” desde el exterior

Viruela del mono
Viruela del mono.
Pelayo Barro

Extraño. Inusual. Son algunos de los adjetivos con los que desde las autoridades públicas se ha calificado al brote de viruela del mono (Orthopoxvirus), que afecta a más de media docena de países, incluido España. De hecho, con 30 casos confirmados y 40 sospechosos, sólo el de Madrid está a punto de convertirse en el mayor brote de esta enfermedad que ha registrado el mundo en décadas, superando al de EEUU en 2003, donde se detectaron 47 contagios en cinco estados. Más aún, en estos momentos España acumula más de la mitad de los casos contabilizados por la OMS en todo el mundo, 80 repartidos entre una docena de países.

La extrañeza también ha despertado la atención de los servicios de seguridad del Estado, cuyos funcionarios admiten estar siguiendo con mucha atención el asunto. Hasta que no se conozca el origen cierto de la infección, dicen, “no se puede descartar nada, incluso que sea otra cosa no natural, algo introducido”. Dos catedráticos expertos en la materia también admiten a OKDIARIO que la hipótesis de que se trate de algo intencionado “no es para nada descartable”.

Los elementos y detalles de este brote de viruela del mono, puestos sobre la mesa, arrojan una fotografía cuanto menos inquietante: el mayor brote conocido de una enfermedad considerada rara, variante de una ya erradicada (viruela), que afecta a doce países, con brotes inconexos entre sí y que se produce en un contexto político complejo y delicado como es el de la actual guerra de Ucrania. Con el mayor brote (45 casos) de todo el mundo registrado en una ciudad, Madrid, que en poco más de un mes recibirá a todos los líderes de la OTAN para la cumbre más determinante para el futuro de la Alianza desde la Guerra Fría, con Finlandia y Suecia a punto de romper su histórica neutralidad e ingresar en el club Atlántico pese a las amenazas de Vladímir Putin. En todo ese contexto, ¿puede tratarse de algún tipo de ataque biológico? ¿Una liberación intencionada? ¿Algún tipo de aviso?

La pregunta, en sí misma, podría resultar desconcertante e incluso rozar lo irrisorio para algunas personas. Sin embargo, para los expertos en guerra biológica, esa hipótesis no plantea ninguna sorpresa en ámbitos de la seguridad del Estado, que por discreción piden no ser nombrados en forma alguna. Es más, confirman que el asunto está siendo seguido con diligencia e interés por parte de quienes se dedican a rastrear posibles amenazas contra la seguridad pública.“Se vigila todo, cualquier situación con potencial para convertirse en un problema de seguridad nacional se analiza al detalle. En este tema aún es muy pronto y de momento no hay indicios que puedan ser preocupantes, pero no se puede descartar nada, incluso que sea otra cosa no natural, algo introducido”, advierten. No son pocos los funcionarios del Estado dedicados a riesgos NBQ que trabajan ahora mismo en este asunto.

España tiene suficientes métodos para vigilar este tipo de materias. Entre otras unidades, la seguridad de Estado cuenta en sus Fuerzas Armadas con un Regimiento de Defensa NBQ cuyo objetivo principal es «apoyar a otras unidades militares en la defensa contra agresivos NBQ en cualquier escenario, anulando o neutralizando sus efectos». También dispone del Centro Militar de Veterinaria de la Defensa, especializado en la «prevención militar en salud pública». Sus laboratorios fueron claves durante la pandemia del coronavirus.

Hay otro hecho que no ha pasado desapercibido para quienes estos días escudriñan estos brotes: que todos los países que han notificado casos sean «aliados de la OTAN» o socios mundiales del organismo (España, Estados Unidos, Bélgica, Italia, Portugal, Suecia, Francia y Australia). “No hay alerta ni alarma. Hay interés, y se puede decir que cada vez más por este asunto” en base a todos estos detalles, aseguran. Desde la Alianza Atlántica, dicen, no ha llegado ningún tipo de comunicación al respecto.

Hablan los expertos

Para otros grandes expertos en la materia, la posibilidad de que los brotes -inconexos, de momento- de esta variante de viruela sean algo más que un contagio natural tampoco resulta descabellada. Eduardo Costas es catedrático de Genética de la Universidad Complutense de Madrid y formó parte del grupo asesor que apoyó al Ministerio de Defensa en la creación de las primeras unidades de riesgo NBQ (siglas de guerra nuclear, biológica y química). En conversación con OKDARIO, no muestra sorpresa alguna cuando se le plantea esta hipótesis. “Podría ser, indudablemente. No es ninguna chifladura, desde luego”, advierte.

El pasado 3 de marzo, el catedrático Costas publicó un artículo con un titular cuanto menos sugerente a raíz del inicio de la invasión rusa de Ucrania y de la activación de las fuerzas nucleares estratégicas rusas:  “¿La viruela podría ser el botón nuclear que apriete Putin?”. El autor desestimaba el uso de armamento nuclear por parte de Vladímir Putin por los grandes costes y la destrucción que supondría una escalada así, incluso para la propia Rusia.

En el artículo se desarrollaban pormenorizadamente las capacidades que dispone Rusia en el campo de la guerra biológica y planteaba el uso de la viruela o una de sus variantes menos letales (como la actual del mono) como una respuesta a Occidente por entrometerse en su campaña de Ucrania. “La URSS, desde tiempos de Stalin, ha desarrollado mucho este tipo de armas no sólo para atacar a grandes multitudes, sino para atentar contra poca gente. Es un campo que Rusia tiene muy desarrollado”. Desde el punto de vista científico, asume, esa respuesta biológica como plausible.

El hecho de que la viruela del mono sea un patógeno bien conocido en la comunidad científica y cuyo origen y reservorio es natural (roedores africanos) no desacredita la posibilidad. “Una de las primeras cosas a tener en cuenta antes de un ataque biológico es que tras secuenciar al atacante no se me pueda echar la culpa de nada”, asegura Costas en referencia a la recurrencia en el terreno militar a enfermedades no creadas en laboratorios sino en un entorno natural. La hipótesis, concluye, resulta “razonable” en vista de los datos conocidos hasta ahora.

Otros expertos, como el investigador y catedrático de veterinaria de la Universidad de Zaragoza, Juan José Badiola, admiten que la hipótesis podría resultar «factible» en vista a los detalles. Badiola relata a OKDIARIO cómo él conoció de primera mano laboratorios de Zaire, hoy República Democrática del Congo, el país con el mayor reservorio natural de la viruela. Asegura que la URSS y luego Rusia siempre tuvieron mucho contacto con esos laboratorios a raíz de su «mucho interés por los virus, especialmente la viruela». Actualmente, en el mundo sólo existen dos reservas de este virus, completamente erradicado desde hace décadas: una está en la sede del CDC de Atalanta (Estados Unidos), y la otra en un laboratorio de Rusia. El resto de muestras -al menos supuestamente-, fueron destruidas.

Sin embargo, advierte que es precipitado plantear esa hipótesis “hasta que no se conozca la trazabilidad completa de los focos”, de forma que pueda entenderse el avance lógico del brote decretado a la vez en al menos 9 países. Es decir, el recorrido que hace la enfermedad desde el paciente cero. De momento, salvo el caso detectado en Italia (que tiene conexión con Canarias), los brotes se han originado de manera espontánea en todo el mundo. Incluso en puntos tan lejanos como Australia.

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