Puigdemont, al desnudo

Carles Puigdemont, Puigdemont, Cataluña, Junts per Catalunya, Convergencia
Portada de 'Puigdemont', publicado por La Esfera de los Libros.
  • Xavier Rius
  • Periodista y cofundador del diario E-notícies. He sido redactor en La Vanguardia y jefe de sección del diario El Mundo. Escribo sobre política catalana.

Cuando Carles Puigdemont salió elegido presidente de la Generalitat -previa designación a dedo de Artur Mas- me apresuré a leer los libros que salieron sobre él. Más hagiografías que biografías.

Sobre todo para ver si pillaba las claves de tan meteórico ascenso. No las hallé. Pero era evidente que Convergencia quería salvar los cargos, las canonjías, los chiringuitos. El poder, en definitiva.

Fueron cuatro: De pedra picada de Josep Maria Flores; Em dic Carles, de Josep Riera Font; Puigdemont, el president @KRLS, de Jordi Grau y Andreu Mas; y finalmente L’amic president, de Carles Porta. No sé si por este orden de aparición.

Todas de amigos y conocidos. Josep Maria Flores -que falleció el año pasado- era un periodista en la órbita de Esquerra que trabajaba en «El Punt». Josep Riera Font acabó primero de diputado de Junts y luego en el CAC. Con Jordi Grau me las tuve hace años en twitter mientras que Carles Porta era su amigo del alma.

No solo fue investigado por su presunta colaboración en Tsunami -que la justicia ha acabado archivando- sino que ha sido una de las estrellas de TV3 durante estos años con sus reportajes sobre un asesinato en la montaña de Tor. Llegaron a hacer una serie de hasta siete capítulos sin que se desvelara al final quién fue el asesino.

Iñaki Ellakuría (Barcelona, 1978) y Pablo Planas (Huesca, 1966), de Libertad Digital, han hecho ahora el camino inverso. «Puigdemont, el integrista que pudo romper España» (Esfera de los Libros) es justo lo contrario. La primera aproximación crítica al presidente fugado.

Más que una biografía canónica -el libro apenas supera las 300 páginas- es un relato de los últimos años del proceso. Pero, para ello, hay que entender los orígenes de Carles Puigdemont en su Amer natal. En el siglo XIX, feudo carlista. También su trayectoria política. Más bien dando tumbos y poniendo parches. Un Laporta de la política.

Hay, por otra parte, pinceladas psicológicas a pesar de la dificultad de interpretar un personaje así desde parámetros racionales. «Puigdemont es un tipo que lleva trajes demasiado grandes, de mercadillo de provincias, zapatos anticuados, corbatas feas, pelo al cortado y flequillo rebelde», afirman en las primeras páginas.

En resumen: el ex presidente es un outsider que sólo por determinadas circunstancias -el miedo de Convergencia a perder el poder- es catapultado a primera fila. Es conocido que la apuesta inicial de Artur Mas era su vicepresidenta, Neus Munté. Además, mujer. Condición importante en estos casos. Y tenía perfil progre: procedía de la UGT.

Pero se asustó y corrieron a buscar un sustituto porque el tiempo apremiaba. Si le tocó a Carles Puigdemont es porque, como alcalde de Girona, había sido presidente de la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI), que le daba pedigree.

Necesitaban los votos de la CUP -que había vetado al propio Mas- y estaba bien visto por las otras dos entidades hermanas: la ANC y Òmnium. El resto de la historia es conocida. Al menos hasta ahora.

Solo expondré dos salvedades sobre el libro: En un momento dado, creo que confunden al empresario Jami Matamala por Miquel Casals, un amigo de Puigdemont que viene del independentismo radical. Lo digo porque le conozco personalmente.

Y cuando hablan del citado veto de la CUP a Más utilizan la frase «basurero de la historia». La frase exacta que utilizó Benet Salellas en su día era «papelera de la historia».

Pero ni siquiera es propia: es la atribuida a Trotski a los mencheviques que recoge el periodista americano John Reed en su libro sobre la revolución rusa «Diez días que estremecieron al mundo». Ya ven, la CUP plagiando.

Dicho esto, si alguien quiere acercarse a la mente de Puigdemont este es el libro ideal. Solo por eso Iñaki y Pablo merecen nuestro respeto. Incluso agradecimiento. El sujeto no es fácil. Y me consta que ambos son periodistas, no psiquiatras.

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