Los comerciantes del barrio de El Gancho (Zaragoza) piden ayuda: «Esto es un gueto, nos tienen abandonados»
Los comercios del barrio han cerrado en su mayoría
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La situación del céntrico barrio de San Pablo en Zaragoza, conocido popularmente como El Gancho, ha empeorado ante el aumento de inseguridad y suciedad hasta alcanzar un punto crítico para la viabilidad de los comercios de la zona. Los comerciantes piden ayuda ante lo que consideran que se ha convertido en un «gueto».
Todo empeoró después de la pandemia. Los comercios han cerrado en su mayoría y los que continúan lo hacen en una situación límite pese a estar en una ubicación privilegiada de la ciudad, a pocos metros de la Plaza del Pilar y del Mercado Central. «Nos tienen abandonados», cuenta a OKDIARIO Nacho Baños, propietario de Almacenes Moncayo, un conocido comercio de la zona. Su padre montó el negocio en los años 60 y después él tomó las riendas, aunque no ve que sus hijos vayan a hacer lo propio.
Este entrevistado denuncia que «la situación del barrio está bastante deteriorada, lamentable. No tenemos soluciones, nada de nada. Como comerciante y como vecino de barrio, hay que andar con mucho cuidado por la calle, sobre todo, con niños y mujeres. Algunos inmigrantes no respetan nada».
Asimismo, Nacho relata ante las cámaras de este medio que atraer clientes de otras zonas de Zaragoza a su negocio es difícil por la inseguridad: «Yo he tenido que ir a buscar los clientes hasta la Avenida César Augusto, hasta ese punto hemos llegado». También cuenta que ha sufrido robos: «He tenido muchas situaciones violentas, me han llegado a robar en la tienda 15 veces en un mes». En la misma calle San Pablo, tiene una peluquería Luis María, quien puso su negocio hace años, pese a no ser del barrio. «La situación que más me preocupa es la de quien vive aquí, no solo la de quien trabajamos. Lo que queremos es un barrio seguro, que la gente esté bien, que sea feliz. ¡Algo hay que hacer…!», expresa a nuestros micrófonos.
Hace unos días, asaltaron un taller altruista de bicicletas de la zona. Al frente está un señor jubilado que arregla las bicicletas gratis a los vecinos, especialmente a los niños. La semana pasada, a las nueve de la noche, sintió unos golpes enormes, «estaban forzando la puerta, pero di voces, y se marcharon», explica. No es la primera vez, «este barrio es muy conflictivo», relata. «Ha habido más veces, de llegar y estar la puerta reventada. Arrancaron la puerta de cuajo. Tuve que poner bisagras nuevas».
Las cuatro esquinas de la droga
Hay hoteles que apuestan por el barrio al encontrarse en pleno centro de la ciudad, aunque piden un cambio para seguir atrayendo turistas. Es el caso de The Botanic Hostel. En 2020, un mes antes de declararse el estado de alarma, se inauguró en la calle Boggiero, una de las más problemáticas por la venta de drogas. Marta, la recepcionista, nos relata que nunca ha tenido problemas, pero reconoce que le gustaría que «hubiera ambiente comercial por el barrio, ya que nos ayudaría a que hubiera más huéspedes, y estuvieran más tranquilos por la zona». De hecho, «algunos clientes han venido asustados porque algunos chavales les ofrecen drogas».
Esta calle, junto con Cerezo, es el tramo que se conoce como «las cuatro esquinas de la droga», explica Anselmo, vicepresidente de la Plataforma de afectados Gancho y del entorno Pignatelli. «Esto es un punto de drogas. Hay mucha permisibilidad con esta gente. Queremos poner policía municipal, como hace años».
En El Gancho «hay mucha okupación»
La okupación afectó hasta tal punto a este barrio, que en 2021, un grupo de vecinos crearon la citada plataforma. Su vicepresidente explica los problemas que llevan consigo la ocukación: «Este barrio tiene un gran problema con la okupación ilegal. Ahora mismo tenemos okupas, tanto en la Calle José Zamoray, como en Pignatelli, en calle Armas, San Blas, etc. En la Calle Monsén Pedro Dosset, han okupado dos locales y los han transformado en viviendas».
En las calles es común encontrarse con enseres viejos y bolsas de basura en la calle, pese a que los servicios públicos de limpieza hagan su servicio diario. Anselmo explica que esto se debe a la falta de civismo de algunas personas que han llegado nuevas al barrio, con cultura distinta: «Es un problema también de salubridad, porque los vecinos son totalmente incívicos. Si te das un paseo por esta calle, te encuentras basura… No emplean los cubos, dejan la bolsa en cualquier lado, incluso la tiran por la ventana».
Otro vecino muestra a OKDIARIO una fotografía que subió en Instagram este verano. «No conozco ningún perro que haga sus necesidades verticalmente», explica perplejo. Alguien había extendido excrementos en la pared de un portal de vecinos.
«Esto está peor que El Bronx»
La mayoría de locales comerciales están cerrados desde hace años. Algunos se han transformado en mezquitas, centros sociales de acogida a la inmigración. Además abundan los locales transformados en almacenes de chatarra y enseres viejos regentados por ancianos marroquíes.
Anselmo aclara que no es una cuestión de insolidaridad, porque «este barrio ha sido siempre de acoger a la gente, lo que no queremos son incívicos ni gente que se dedique al trapicheo, y a buscarse la vida de una forma que no sea legal. Este barrio nunca ha sido de exclusión, pero ahora es un gueto. Porque para mí no es un barrio, es un gueto». Es por ello que su Asociación pide mayor presencia policial, «que nos pongan policía a pie, que patrullen por las calles».
Lo mismo opina un vecino, que oculta su identidad por el miedo a las amenazas: «Es una pena que estemos viviendo en el centro de Zaragoza, que pagamos impuestos y esto esté hecho un asco. No tenemos los servicios públicos que tiene el centro. Estamos discriminados. Esto está peor que el Bronx. Muchos turistas vienen y se paran a la mitad».
El vicepresidente de la Asociación explica que a finales de los años 90, las calles contaban con las tiendas típicas de barrio: panaderías, ultramarinos, talleres de artesanía, tintorería, mercerías, carnicerías, pescadería, bares… «Cuando llegó a la alcaldía Sansinteve, de Zaragoza en Común, el barrio acabó de deteriorarse. Los comercios en esta zona van cada vez a menos, prácticamente no quedan, mientras que las asociaciones sociales aumentan», concluye con una sonrisa amarga en la boca.
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