Economía
¡Es el mercado, amigo!

De la Superliga a los ERE de la banca: los tiempos están cambiando

  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

Bob Dylan cantaba ‘Los tiempos están cambiando’ hace casi 60 años, anticipando la llamada revolución de 1968, pero ahora estaría mucho más justificado todavía. Los dos grandes sobresaltos de la semana -que no ha provocado el Gobierno, por una vez, aunque un poco quizá sí- lo demuestran a las claras: la Superliga europea y las enormes reducciones de plantilla anunciadas por CaixaBank tras la compra de Bankia y por BBVA son exponentes de hacia dónde va el mundo en cuanto a hábitos de consumo. Un rumbo del que no podemos escapar por mucho nos resistamos. Adaptarse o morir, como dijo H.G. Wells.

El proyecto de una Superliga que agrupe a los principales clubes europeos siguiendo el modelo de la NBA o la NFL norteamericanas ha provocado un terremoto sin precedentes en el mundo del deporte que ha obligado a aparcarlo de momento. Pero, como ha dicho el propio Joan Laporta «la Superliga es una necesidad», aunque seguramente sus promotores han pecado de precipitación y tienen que repensar su diseño.

Porque los argumentos que puso sobre la mesa Florentino Pérez cuando acudió a explicar el proyecto a El Chiringuito son insoslayables. Más allá de que muchos clubes estén quebrados, en la mayoría de los casos por una política de fichajes disparatada e imposible de rentabilizar con la pandemia (o incluso sin ella), las audiencias demuestran que los partidos cada vez tienen menos interés para el público, y solo se salvan los que se disputan entre grandes clubes o selecciones de primera fila. Y de esos, hay muy pocos al año.

Florentino Pérez, en un encuentro con Ceferin, presidente de la UEFA. (Getty)

Las causas podemos buscarlas en el exceso de partidos, en una forma de juego mucho más aburrida que la de otras décadas -esto va por modas-, en la escasa calidad de muchísimos equipos, en lo que queramos. La realidad es la que es. Y la única salida es incrementar el número de partidos que atraen a grandes audiencias planetarias. Los inversores están dispuestos a poner muchísimo dinero en una competición que aporte eso y no en las actuales. Porque el fútbol es un negocio desde hace muchos años y tiene que ser rentable, como todos. La Bolsa ha dejado claro su veredicto, con fuertes subidas de los clubes el lunes y caídas similares el miércoles, cuando el proyecto se vino abajo.

Eso, sin contar con otro factor de largo plazo mucho más amenazante que tiene muy presente el presidente del Real Madrid: el desinterés de las nuevas generaciones, que tienen muchísimas alternativas de entretenimiento al fútbol; es el mundo digital, que está aquí para quedarse. Además, los más jóvenes padecen un gran déficit de atención. Les cuesta aguantar una película entera o incluso series con episodios de una hora (y las ven mirando el móvil todo el rato). Lo mismo les pasa con un partido de fútbol. Como ha dicho Jorge Valdano, no toleran un 0-0 más de 12 minutos. Y por eso, L’Equipe preguntó a Pérez si la Superliga se planteaba reducir la duración de los partidos. No es ninguna tontería. O hacer cuatro tiempos, como en el baloncesto. Todo se andará, ya lo verán.

El cambio del consumidor también fuerza los ERE de la banca

¿Y qué tiene que ver la Superliga con los ERE de la banca? Pues mucho más de lo que parece. Piense un momento: ¿Cuánto tiempo hace que no pisa usted una sucursal bancaria? ¿O incluso un cajero automático? La mayoría de los clientes de la banca, que somos todos, hacemos las operaciones habituales por internet, y cada vez pagamos más con tarjeta o con el móvil, lo que provoca que saquemos menos efectivo. El grueso de los españoles va a la oficina solo a negociar una hipoteca -cosa que se hace una o dos veces en la vida, en general- o, como mucho, a buscar una inversión para sus ahorros. Las empresas acuden algo más, pero tampoco a diario. Y ahora todos los bancos tienen gestores personales con los que hablar por teléfono o internet en cualquier momento y lugar.

El presidente de CaixaBank,  José Ignacio Goirigolzarri, y del consejero delegado, Gonzalo Gortázar.

Con este cambio de los hábitos de los consumidores, la cacareada digitalización, sobran muchísimas sucursales, que tienen un coste muy alto en un momento en que los bancos ganan muy poco dinero (el beneficio neto es un concepto contable que depende de las provisiones). Así que no hay más remedio que reducir su número y recortar personal. Es tan inevitable como la Superliga.

Y no es el único sector. Detrás vendrá la energía. Todos somos partidarios de las renovables para de frenar la contaminación y el cambio climático, faltaría más, pero ese negocio requiere mucho menos personal que la generación eléctrica tradicional. «En un huerto solar, una vez instalados los paneles, no necesitas más que una persona que les quite el polvo de vez en cuando y otra que vigile que todo funciona. ¿Qué haces con toda la gente que tenías dando paletadas de carbón, llevando carretillas, conduciendo camiones, etc? No la puedes recolocar», comentan en una gran eléctrica.

El Gobierno se asombra: «¡Qué escándalo, aquí se juega!»

Otra cosa es la forma en que se están planteando los ERE en banca. En especial, el CaixaBank. Con la que está cayendo en la economía española, que una entidad con un 16% de capital público vaya a cargarse de golpe y porrazo a 8.300 empleados queda más bien feo. Teniendo en cuenta, además, las ventajas que le concedió el propio Gobierno a la entidad catalana para quedarse con Bankia: se la ha adjudicado sin lanzar un proceso competitivo con publicidad, transparencia y competencia como exigen las normas europeas, y con la cotización de Bankia en mínimos; se le ha permitido no lanzar opa y ni siquiera ha tenido que pedir una dispensa de esta obligación a la CNMV; y la Fundación La Caixa pudo aumentar su participación en CaixaBank antes de la fusión para poder pagar menos impuestos después.

María Jesús Montero y Nadia Calviño en La Moncloa

Pero con este Gobierno tan incompetente que tenemos, a nadie se le ocurrió que, a cambio de todas estas prebendas, se le podía exigir a CaixaBank que dilatara el ajuste en el tiempo para que el primer golpe al empleo no fuera tan duro. Porque el propio presidente del FROB, el fondo público de rescate bancario, en el momento de la fusión, Jaime Ponce, reconoció en el Congreso que la única finalidad de la operación son las sinergias: «Es una operación de ajuste, decir lo contrario sería llevar a una confusión innecesaria». Cuando se dieron cuenta de la que se les venía encima, Economía pidió a la entidad que redujera el ERE al mínimo posible, como informó OKDIARIO. Incluso algunas fuentes aseguran que el Ejecutivo pidió retrasar el proceso hasta después del 4 de mayo por el posible coste electoral en Madrid.

Pero en la Diagonal no le han hecho ni caso; para que salgan las cuentas de la fusión, tienen que irse ya al menos 8.000 empleados, según fuentes conocedoras. Y las cuentas tienen que salir. Lo más delirante es que, después de todo esto y ante las consecuencias que puede tener este ERE -¿cómo prohibes a las pymes que despidan si tú haces esto en una empresa semipública?-, el Gobierno en tromba se ha llevado las manos a la cabeza, como si le pillara de sorpresa. No hay que olvidar que el FROB tiene un asiento en el consejo de CaixaBank, Teresa Santero, que participó en la reunión de este órgano en que se aprobó el ERE.

Aun así, con una desfachatez escandalosa hasta para este Gobierno,  Calviño, Escrivá y Díaz han dicho que trabajan para que se reduzca la cifra de despidos, han recordado el rescate público de Bankia con 24.000 millones e incluso han encargado al Banco de España que baje el sueldo a los directivos de los bancos que hagan un ERE, como si pudiera o como si tuviera competencias sobre CaixaBank o BBVA (las tiene el BCE).

Bueno, todo el Gobierno no: la ínclita María Jesús Montero ha dicho que el ERE de CaixaBank habría sido muy superior sin la fusión y se ha quedado tan ancha. ¿En qué planeta vive esta señora? En todo caso, la reacción gubernamental recuerda a la del Capitán Renault en Casablanca: «¡Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!», para a continuación recoger sus ganancias.