Defensa

La startup IDBotic derriba barreras en el campo de la ciberseguridad del sector de defensa español

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David Lanau, fundador de IDBotic.

En el mundo de las startups, no es común ganarse la confianza para trabajar en la industria de defensa, sobre todo en España, donde consultoras de una dimensión mayor como Indra, Grupo Oesía, GMV o Everis han copado hasta ahora el mercado. Se puede decir, por tanto, sin tapujo alguno que lo que ha conseguido IDBotic, una startup formada por menos de 10 ingenieros especializada en tecnologías innovadoras y disruptivas que generan entornos de ciberseguridad para la autenticación de sistemas, es romper el molde.

Esta compañía, con capital 100% español, fue fundada en 2019 por el matemático y estadístico David Lanau y se dedica al manejo y programación de microchips aplicados al cifrado y la comunicación encriptada, un ámbito en el que en España no hay demasiada tradición. Desde 2020, trabaja con el Ministerio de Defensa, penetrando así en un segmento que en general estaba vedado para las startups españolas.

En concreto, mantiene un acuerdo marco con el Ejército del Aire para impulsar el proyecto BACSI (Base Aérea Conectada Sostenible) por el que IDBotic diseña dispositivos para la identificación segura de máquinas, sistemas y personas, así como para el desarrollo de comunicaciones seguras.

Lanau, que nunca había colaborado con la Administración, admite que ha sido «un camino arduo» pero que ha dado como resultado «un punto de encuentro en común» que se traduce en un interés por parte del Estado para abrirse a estudiar la tecnología que propone IDBotic para el sector.

Es la segunda vez que este tecnólogo lanza una startup. En la primera ocasión, en 2017, se vio obligado a viajar más de 7.000 kilómetros, hasta Canadá, para crear Oaro, una firma de la que es accionista con casi un 13% y que está centrada en la identidad digital con blockchain.

«Me agobió la falta de voluntad en el entorno inversor español», comenta Lanau. «El dinero y los clientes grandes han venido de Canadá».

Esa experiencia le sirvió para conocer la diferencia de culturas entre Norteamérica y Europa en términos de inversión tecnológica. Lanau reconoce que al otro lado del Atlántico es más fácil captar financiación porque «apuestan más por el producto, por lo que se pueda sacar nuevo al mercado». Hay, por tanto, un mayor aperturismo hacia el desarrollo de nuevas tecnologías.

También contaba con un factor a favor: «el desarrollo militar siempre ha sido La Meca de la innovación en Estados Unidos o los países anglosajones», dice. «América», continúa, «entiende que gran parte de su potencial es tecnológico». De ahí los grandes presupuestos en I+D de defensa, que, al final, revierten en la sociedad civil, lo que se llama «tecnología dual», apunta Lanau.

En Europa, todo está más legislado, constata. «Europa necesita masticar más, madurar más, darle más vueltas a las cosas, pero no es algo malo. Es un proceso más lento», señala, aunque aprecia que poco a poco se está asistiendo a una apertura en este campo.

En ese proceso, IDBotic ha sido pionero en España logrando cerrar un contrato público. Por ello, Lanau siente que su compañía es como «una bandera» que marca una senda que otras startups pueden seguir. «Siempre he sabido que tenía una tecnología estratégica, algo potencialmente muy valioso. Lo que no sabía es que iba recibirse tan bien», afirma.

Lanau cree que en el mundo de las startups españolas «hay gente que produce oro» pero «no se le escucha». Y esa nueva materia prima será especialmente relevante en un contexto en el que la tecnología será cada vez más protagonista en el futuro, en el que o se redefine el modelo de negocio de algunos sectores o dejarán de existir, advierte. «Los bancos ya no viven de las hipotecas», ilustra como ejemplo.

De la talla de sílex al metaverso

Para explicar la revolución tecnológica a la que se precipita la sociedad rememora la película «2001: Una odisea del espacio».  «Al final, a los monos les expulsan a palos y el mono innova porque tiene miedo y necesidad. La innovación sale del ser humano como recurso ante amenazas de cara al futuro», reflexiona. «Las personas han necesitado mejorar para competir. Desde la prehistoria, un mono descubría que afilando el sílex hacía más daño a otro mono y podía sobrevivir».

En los últimos años, esa transición digital se ha acelerado, subraya. «La clave ha sido el Covid. De repente, hemos visto que nos pueden encerrar en nuestras casas o puedes no ir a la empresa a trabajar. Esto ha generado un cambio de paradigma y la necesidad de automatizar más rápido los procesos. Lo primero porque no se puede depender tanto de los seres humanos para ciertos procesos. Con un proceso automático me basta», zanja. «El Covid ha servido para ser conscientes de que el mundo digital no puede dejar de funcionar, como el metaverso», añade.

Sin embargo, destaca que esta digitalización siempre es más fácil para los que más recursos tienen como las grandes corporaciones, mientras que las pymes aún se encuentran en una fase muy temprana en este terreno. La propia IDBotic se encuentra todavía a la espera de recibir ayudas de los fondos europeos para sus proyectos basados en seguridad.

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