SECTOR FINANCIERO

Nace el megabanco UBS: adiós a Credit Suisse después de rozar una nueva crisis financiera internacional

UBS Credit Suisse
UBS y Credit Suisse

UBS ha confirmado a primera hora de este lunes la fusión con Credit Suisse. El cierre de la absorción de Credit Suisse por parte de UBS (la antigua Unión de Bancos Suizos) da lugar a un nuevo megabanco cuyas dimensiones asustan al propio país. A partir de ahora, el nombre ‘Credit Suisse’ empezará a desaparecer después de más de siglo y medio de sucursales y de contratos de patrocinio (la liga suiza de fútbol, por ejemplo), aunque el efecto más inmediato será su despedida de las Bolsas de Zúrich y de Wall Street.

Después de 167 años de actividad, Credit Suisse pone fin a su historia, no como consecuencia de alguno de sus múltiples problemas de gestión, gobierno corporativo, fiscales o judiciales… sino por una ‘indiscreción’. Y, lo más sangrante, por una indiscreción de su principal accionista.

15 de marzo, Bloomberg TV entrevista al presidente del Saudi National Bank (SNB), Ammar Abdul Wahed Al Khudairy. En ella,  Al Khudairy descarta que el banco árabe estuviera dispuesto a aumentar su inversión en Credit Suisse en un momento en el que las acciones se desplomaban en el mercado. La alarma del pánico estaba encendida…

Al Khudairy dimitía doce días después «por razones personales», pero en esos días se desató una auténtica tormenta financiera no solo suiza sino de alcance internacional.

Las declaraciones alimentaron el nerviosismo en el mercado respecto a la solidez financiera de la entidad y aceleró su hundimiento en Bolsa. En paralelo, los clientes del banco empiezan a sacar aceleradamente el dinero de sus cuentas y depósitos. Tanto que la cifra alcanza los 68.000 millones de euros solo en el primer trimestre. En Bolsa, el descalabro era completo.

El Gobierno suizo instó a UBS a comprar Credit Suisse, al considerarlo un banco de riesgo sistémico para la economía nacional. Para animar a UBS a que se hiciera cargo del ‘elefante enfermo’ el Ejecutivo helvético ofreció una garantía de unos 9.200 millones de euros. La ayuda va para cubrir las eventuales pérdidas que la fusión pueda generar, aunque solo se hará efectiva siempre que UBS registre pérdidas superiores a los 5.000 millones de francos (5.134 millones de euros).

Al mismo tiempo, el Banco Nacional de Suiza puso sobre la mesa más de 200.000 millones de euros en préstamos de diversa naturaleza.

Marea mundial

La debacle que desde hace tiempo se vaticinaba para Credit Suisse parecía acercarse. Y se producía en un ambiente ya enrarecido. En Estados Unidos, tres bancos -con fuerte exposición a las tecnológicas y las criptomonedas- entraban en crisis.

El primero, Silvergate Bank, anunció que cerraría el 8 de marzo por a las pérdidas sufridas en su cartera de préstamos. El segundo, quizá el más conocido, el Silicon Valley Bank (SVB), que acabó absorbido por los reguladores. El último, por el momento,​ Signature Bank, un banco habitual en el negocio de las criptomonedas. Fue cerrado por los reguladores dos días después de entrar en crisis no sin antes, hablar de riesgos sistémicos. Otra entidad en crisis, el First Republic Bank, acabó comprado por JP Morgan con los plausos del resto de la banca y el beneplácito de la FED.

El nerviosismo llega a todos los mercados internacionales y a las grandes instituciones, reguladores y autoridades financieras de todo el mundo observaban con toda atención qué sucedía con uno de los mayores bancos del mundo. El miedo a una repetición de la crisis financiera de la década pasada rondaba por todos los despachos.

El Banco Central Europeo (BCE) ordenó a las entidades de la Unión que evaluarán sus riesgos con Credit Suisse. El BCE pide a los bancos europeos evaluar sus lazos con Credit Suisse mientras señala que los problemas de la entidad helvética son específicos y no responden a grietas en la eurozona. A los pocos días, la entidad que preside Christine Lagarde destaca la fortaleza y solvencia de las entidades europeas y el bajo riesgo que mantienen con el tambaleante banco suizo. En España el riesgo de todo el sector apenas llega a 400 millones de euros.

No obstante, prevenir es curar cuando se trata de banca. Por ello, horas después de que UBS se hiciese con Credit Suisse, el propio BCE y otros cuatro bancos centrales del mundo: la Reserva Federal estadounidense (FED), el Banco de Inglaterra, el Banco Nacional Suizo (SNB), el Banco de Canadá y el Banco de Japón anunciaban medidas conjuntas para inyectar financiación en las instituciones financieras.

Pero la historia de la integración de los dos mayores bancos helvéticos va más allá de una operación de compra del segundo por el primero. Es la historia de una larga crisis de credibilidad, financiera y hasta judicial plagada de escándalos financieros.

Credit Suisse estaba en una situación que refleja en una ‘anécdota’ histórica: hace apenas unos meses, en octubre, la entidad absorbida pagó 508 millones por una causa judicial abierta en Estados Unidos en 2013, relacionada con la negociación de valores ligados a hipotecas de dudoso cobro en la época de la Gran Recesión.

No es la única causa, hay muchas. En los últimos años, han surgido problemas por gestión irregular a los que tendrá que hacer frente la nueva entidad. Es el caso, por ejemplo, de la investigación del Departamento de Justicia estadounidense abierta para saber si la entidad ha ayudado a sus clientes en el país a ocultar activos tras ser condenada hace casi nueve años por evasión de impuestos; algo por lo que fue sancionada con una multa de 2.600 millones de dólares (más de 2.400 millones de euros).

En el mercado de Zúrich, Credit Suisse será sustituido en el índice SMI por una empresa de logística y desaparecerá de los corros de Wall Street donde cotizaba a través de las denominadas American Depositary Shares (acciones depositarias).

Recelos políticos

Las magnitudes de UBS son mareantes por volumen de activo e implantación mundial. Con una capitalización equivalente al Producto Interior Bruto de España (PIB) y que duplica el de Suiza, el valor de mercado de la nueva entidad ronda los 1,4 billones de euros. Todo el mundo habla de que las entidades han de ganar volumen crítico para afrontar las crisis aunque una vez creadas, los recelos se imponen.

De hecho, una de las formaciones en el poder de Suiza desde hace décadas, el Partido Socialista, ha propuesto reducir el tamaño de UBS, al considerar que presenta riesgos para la estabilidad nacional por las enormes garantías prestadas por el Gobierno para apoyarlo en su compra de Credit Suisse, que las propias autoridades solicitaron. Tener una entidad de esa dimensión asusta también al poder político.

Sea como fuere, la compra no deseada como reconocía el propio presidente de UBS, Colm Kelleher, se produjo el 19 de marzo a un precio nominal de 3.000 millones de francos (3.080 millones de euros), pero implicó garantías y apoyos financieros por parte del Gobierno suizo a UBS y Credit Suisse que sumaban 259.000 millones de francos (266.000 millones de euros).

Ante su junta de accionistas Kelleher resumía el estado de opinión en el banco: la operación es grande, pero hace saltar por los aires tofos sus ratios. «Es un paso histórico, pero al que nunca quisimos llegar», dijo.

Parte de esas garantías implicaban hasta 9.000 millones de francos (9.200 millones de euros) de cobertura para UBS por las pérdidas que le pueda ocasionar la absorción de Credit Suisse, una promesa que fue oficializada este viernes, 9 de junio, a falta de unos pocos días para la absorción y en vista del efecto que pueda tener en bolsa.

El proceso de absorción ha estado liderado por el nuevo consejero delegado de UBS, el ejecutivo local Sergio Ermotti, nombrado diez días después de la adquisición precisamente para encaminar con rapidez la fusión, dada su amplia experiencia en el sector bancario suizo.

Ermotti ha defendido en las últimas semanas que el nuevo tamaño que alcanzará UBS tras la fusión no debe ser tenido tan en cuenta como el posible prestigio que puede dar al mercado bancario suizo, recuperando para este una imagen que ha perdido parcialmente precisamente tras el fiasco de Credit Suisse.

Sacudido por numerosos escándalos y por su exposición a inversiones de alto riesgo que le causaron millonarias pérdidas, Credit Suisse se vio afectado de tal manera en bolsa por la crisis bancaria desatada en Estados Unidos que las autoridades suizas forzaron su compra de UBS para evitar su quiebra.

Su plantilla ya se ha ido reduciendo en los últimos meses (de los 50.000 de finales de 2022 a unos 48.000 en la actualidad) y se espera que lo siga haciendo: los analistas prevén que, solo en Suiza, la nueva UBS tenga que cerrar unas 75 sucursales y recortar unos 10.000 empleos.

La fusión ya obtuvo la luz verde inicial de reguladores de importantes mercados bancarios, entre ellos los de Estados Unidos y la Unión Europea, después que los de Suiza la defendieran como una solución difícil, pero necesaria, para mantener la estabilidad financiera global.

Aunque la fusión termine con Credit Suisse, la entidad y sus antiguos responsables seguirán siendo objeto de investigación por parte de la comisión parlamentaria (una de las primeras de la historia de Suiza) que esta semana fue aprobada por el Legislativo helvético para determinar quién fue responsable de su debacle.

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