Los españoles ya consumimos insectos: busca este colorante en las etiquetas del supermercado
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Muchas personas se sorprenden al saber que en algunos países se comen insectos de forma habitual, como si fueran un manjar. Sin embargo, lo que quizás no saben es que ellos mismos también en España consumen insectos cada día, aunque de forma indirecta y sin darse cuenta. El culpable es un colorante alimentario que se obtiene a partir de aplastar cochinillas, unos pequeños insectos que se alimentan de los cactus.
Este colorante se llama carmín y se usa para dar un tono rojo intenso a muchos productos que encontramos en el supermercado, como yogures, helados, gominolas, embutidos, salsas y conservas. También se emplea en cosméticos, medicamentos y tintes textiles. A continuación te contamos qué es el carmín, cómo se produce, cómo reconocerlo en las etiquetas, por qué se usa, qué alternativas hay y qué opinan los consumidores y los expertos sobre este curioso ingrediente.
Los españoles consumimos insectos: busca este colorante
¿Sabías que cada vez que comes un yogur de fresa, un helado de frambuesa o una gominola roja estás ingiriendo insectos? No se trata de una broma, sino de una realidad que muchos desconocen. El responsable es el carmín, el mencionado colorante alimentario que se obtiene a partir de aplastar cochinillas.
¿Qué es el carmín y cómo se produce?
El carmín es un pigmento de color rojo intenso que se extrae de las hembras de la cochinilla del carmén (Dactylopius coccus), un insecto que vive en las regiones áridas de América del Sur y Central, especialmente en Perú y México. Estos insectos se crían en plantaciones de cactus, donde se alimentan de la savia de las plantas. Cuando alcanzan la madurez, se recolectan y se someten a un proceso de secado, cocción y molienda para obtener el polvo de carmín, que contiene el colorante natural llamado ácido carmínico.
El carmín se utiliza desde la antigüedad para teñir telas, pintar obras de arte y maquillar rostros. Sin embargo, su uso más extendido en la actualidad es como aditivo alimentario, ya que proporciona un color rojo vivo y estable a muchos productos como lácteos, confitería, bebidas, embutidos, salsas y conservas. También se emplea en cosméticos, medicamentos y tintes textiles.
¿Cómo reconocer el carmín en las etiquetas?
El carmín se identifica en las etiquetas de los productos con el código E-120 o con los nombres de carmín, cochinilla, ácido carmínico o extracto de cochinilla. A veces también se puede encontrar con otros nombres más genéricos como colorante natural o color rojo. Es importante leer con atención las etiquetas para saber si un producto contiene o no carmín, ya que no siempre se indica de forma clara.
El carmín es un colorante autorizado por la Unión Europea y la Organización Mundial de la Salud, que lo consideran seguro para el consumo humano, siempre que se respeten las dosis máximas establecidas. Sin embargo, algunas personas pueden presentar reacciones alérgicas al carmín, como urticaria, asma o anafilaxia. Por eso, se recomienda evitar su consumo en caso de tener antecedentes de alergia a los insectos o a otros colorantes.
¿Por qué se usa el carmín y qué alternativas hay?
El carmín es uno de los pocos colorantes naturales que ofrece un tono rojo intenso y duradero, que no se altera con la luz, el calor o el pH. Además, es de origen vegetal y animal, lo que lo hace compatible con las dietas vegetarianas y halal. Sin embargo, no es apto para las dietas veganas ni kosher, ya que implica el sacrificio de millones de insectos.
Existen otras fuentes naturales de color rojo, como la remolacha, el arándano, la sandía o el tomate, pero su color es más pálido y se degrada con facilidad. También hay colorantes sintéticos, como el rojo allura (E-129) o el rojo cochinilla (E-124), pero su uso está restringido o prohibido en algunos países, debido a sus posibles efectos adversos sobre la salud.
Por eso, algunos fabricantes están buscando alternativas más sostenibles y saludables al carmín, como el uso de microalgas, hongos o bacterias que producen pigmentos rojos de forma natural y sin dañar a ningún ser vivo. Estas opciones todavía están en fase de investigación y desarrollo, pero podrían ser el futuro de los colorantes alimentarios.
¿Qué opinan los consumidores y los expertos?
El consumo de insectos es una práctica habitual en muchas culturas del mundo, que los consideran una fuente de proteína, fibra, minerales y vitaminas. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hay más de 2.000 especies de insectos comestibles, que podrían contribuir a la seguridad alimentaria y a la protección del medio ambiente.
Sin embargo, en Occidente existe un gran rechazo hacia el consumo de insectos a pesar de que muchos consumidores desconocen que ya ingieren insectos de forma indirecta, como el carmín, o de forma accidental, como los restos de insectos que se encuentran en los cereales, las frutas o las verduras.
Los expertos recomiendan que los consumidores estén informados y conscientes de lo que comen, y que elijan los productos que más se adapten a sus preferencias, necesidades y valores. También sugieren que se fomente una educación alimentaria que promueva el respeto y la diversidad de las distintas opciones alimentarias, y que se impulse la innovación y la regulación de los nuevos ingredientes y colorantes.
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