Análisis

Datos de empleo de agosto: aceptables a costa de hipotecar el futuro

paro primer trimestre
La tasa de desempleo de España sigue por delante de la media de al Eurozona y de la UE.

Pese al “chute” del empleo público -154.000 empleados más que hace un año; +5,9%- y a la trampa de contar como “ocupados” a los 272.200 asalariados que están en ERTE y en realidad no trabajan, los datos de afiliación a la Seguridad Social y paro registrado de agosto son buenos.

El empleo privado encadena cuatro meses creciendo a un ritmo de más del 3% interanual, el número de personas en ERTE es el más bajo desde el inicio de la pandemia y el colectivo de parados registrados tuvo su mayor descenso interanual desde junio de 1999 (-12,3%). Francamente, esta y la de los últimos meses, es una evolución mejor que la que se hubiera podido razonablemente esperar. 

Nada de eso justifica el triunfalismo oficial. El empleo privado continúa por debajo de su nivel prepandemia (0,3% menor al de agosto de 2019). Si contáramos a quienes están en ERTE como parados, este colectivo superaría los 3,6 millones (540.000 más que en agosto de 2019). Hay 78.000 empresas menos que hace dos años.

Sin embargo, como dije al principio, los números globales de empleo y paro son aceptables y ese es, precisamente, su mayor peligro: el gobierno puede creerse que su política económica es la adecuada. La verdad es la opuesta.

La economía se está recuperando, y con ella el empleo, gracias a factores globales (la fuerte reactivación de las economías de EE.UU. y China), europeos (la temeraria política monetaria del BCE, con emisión masiva de dinero para comprar bonos que financian los déficits de los gobiernos, no muy diferente de lo que hace el peronismo en Argentina) y locales (aumento del empleo y gasto públicos). También contribuyen la paulatina normalización del turismo del exterior y de la vida en general (el exceso de ahorro privado acumulado en 2020 empieza a gastarse). La característica común de todos esos elementos es que son temporales.

El problema añadido es que alguno de esos factores temporales, mientras por un lado impulsa la economía, por otro agranda desequilibrios que amenazan la estabilidad macroeconómica. Algo parecido a cuando un equipo de fútbol se lanza al ataque para remontar un partido y descuida a sabiendas su defensa: puede remontar… o acabar encajando una goleada.

Mientras la actividad económica y el empleo se recuperan, por ejemplo, la deuda pública va alcanzando nuevos máximos, el déficit fiscal sigue desbocado, la productividad laboral cae, los costos de producir en España (impuestos, electricidad, regulaciones) aumentan y la morosidad de los créditos bancarios ha dejado de mejorar (pese a las refinanciaciones para evitarlo).

Ante semejante cúmulo de amenazas macroeconómicas, la respuesta lógica sería un plan coherente para detener su crecimiento y luego revertirlas, a través de, entre otras cosas, rebajas de impuestos, mejoras regulatorias, privatizaciones para amortizar deuda pública, recorte del gasto público improductivo y aumento de la competencia para reducir costes. 

Sin embargo, el gobierno piensa subir el salario mínimo, algo que va exactamente en contra de lo que necesita la economía, porque aumenta los costes de producción, entorpece la creación de empleo y sube la presión tributaria (porque subirá la cuota mínima a los autónomos). Tenemos que pensar que el gobierno tiene un diagnóstico económico equivocado (si tuviera el correcto, la conclusión sería peor: no le importarían las malas consecuencias de sus decisiones).

El informe del FMI sobre España de 2006 cuenta que le pidieron al equipo de Pedro Solbes que moderara el aumento del gasto público (ni siquiera pedían un recorte) y que hicieran reformas, para evitar que el país sufriera “una recesión muy prolongada”. La respuesta del gobierno fue: “en tiempos de bonanza, la gente no va a entender las reformas”. Como aprendices de brujo, apostaron a que serían capaces de desactivar las burbujas de crédito, gasto público e inmobiliaria sin que explotaran. Quince años después, otra vez, un gobierno socialista va creando desequilibrios insostenibles solo para obtener mejores resultados de corto plazo. Ya sabemos cómo acabo aquella historia. ¿Qué razones hay para pensar que ahora será diferente?

@diebarcelo

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