Esther García, una asturiana en la factoría de talento de los Cleveland Cavaliers
Esther García es una infiltrada. Y está loca. «Por el baloncesto», aclara desde Cleveland, EEUU, admitiendo que su pasión por este deporte roza lo maravillosamente esquizofrénico. «Actividad que tiene que ver en el instituto con el baloncesto, actividad en la que me apunto. Me da igual lo que sea: partidos, entrenamientos, voluntaria en actos… Hago todo lo que puedo, echo horas extras después de cada sesión… sí, estoy un poco loca», reconoce entre carcajadas que filtran la ilusión normal en cualquier cría de 16 años que se precie. No los aparenta.
Porque el resto de su discurso es serio, demasiado maduro y, sobre todo, ambicioso. Natural de Llanera, una población asturiana de 13.000 habitantes, no es habitual que una española se convierta en la capitana de un equipo en las ligas escolares norteamericanas y destaque como una de las mejores. Ya alcanzado en algún partido picos de 21 puntos. De ahí lo de infiltrada.
Ella lidera el Andrews Osborne Academy, una de las factorías de talento que nutre las divisiones inferiores y competiciones auspiciadas por los Cleveland Cavaliers de Ricky Rubio. Y aunque Esther no puede aspirar a jugar en esta franquicia masculina de la NBA (Cleveland tampoco tiene franquicia femenina de WNBA), sí sueña con hacer carrera en América mientras se empapa del método que ha hecho de la cuna de LeBron James una de las capitales del baloncesto mundial.
Llegó en agosto de 2022 con una de las becas para estudiantes que gestiona AWEX Education. «Sin esta ayuda habría sido muy difícil estar aquí», admite sabedora de que la gestión facilitada desde España por el equipo de William Touchard y compañía fue clave para dar el salto desde el CD Artchivo, el último equipo asturiano en el que jugó antes de partir desde España bajo la batuta de Albano Castillo y Antonio Pérez, personas clave en esta incipiente carrera.
«No se te olvide mencionar al Colegio Santa María del Naraco de las Ursulinas y al Ecole», avisa. Los tres conforman un currículum corto, pero plagado de ganas por cumplir algún día el sueño americano. Lo ha conseguido. «Siempre quise acabar aquí. Y me ha costado mucho sacrificio. A mí y a mi familia, pero ha merecido la pena», reconoce. Por el camino han quedado experiencias dolorosas, como abandonar su patria chica sabedora de que seguramente no volvería a ver su abuelo. José Avelino Terente. Así sucedió. Por eso cada paso que da lo hace en su recuerdo. También para servir de ejemplo a su hermano, también iniciado en el mundo del baloncesto y al que espera dar ejemplo para el futuro.
La fiebre de Cleveland
Apenas llegó, Esther se dio cuenta de que lo que le contaron en AWEX Education era cierto. Una fiebre asolaba Cleveland. Pandemia contagiosa por el baloncesto. «De cada 10 personas que te encuentras, 6 van con la camiseta de los Cavaliers. Están locos, locos. Y aquí LeBron es Dios», recuerda. «Mucha gente no cree que Michael Jordan sea el mejor de la historia. Te lo discuten convencidos de que LeBron es el rey. Se montan buenos pollos… Es verdad que hay aficionados que también le odian, por sus idas y venidas, pero siempre en los extremos. Lo eclipsa todo», admite.
Estamos en Willoughby, una pequeña población al noreste de Cleveland, «a 30 minutos» del Rocket Mortgage FieldHouse, la casa de los Cavaliers. Es el cuartel general del Andrews, una de las factorías de talento con el que el entramado de la franquicia se nutre de promesas. «El camino más directo es el de estudiar y jugar aquí, destacar, acabar en la Cleveland State University y de ahí, que te seleccionen para jugar en los Cavs o alguna otra franquicia NBA», resume Esther. «Pero es muy complicado», añade. Lleva razón.
Las promesas de Cleveland
El último jugador del Draft que pertenecía a esta Universidad y acabó dando el salto a la NBA fue Norris Cole, ex entre otros de Unicaja que en 2011 fue seleccionado en 8ª posición por los Bulls para acabar en Minnesota a cambio de los derechos de Nikola Mirotic.
También hay otras vías. «El caso de chaval que más ha destacado recientemente en mi instituto es el de Mike Sharavjamts. Tiene 17 años. Es espectacular. Se parece a mí, porque no es de EEUU, es de Ulaanbaatar, Mongolia. Estudio en Andrews y de ahí, dio el salto a varios campeonatos que organizaban los Cavs, con equipos que son un poco como su cantera. Lo fichó la Universidad de Daytona y de ahí ha pasado ahora a inscribirse para el próximo Draft de la NBA», relata Esther con detalle.
El sustrato de la pasión por el baloncesto que vive Cleveland ayuda a convertir el Andrews, uno de los centros con los que colabora AWEX Education, en un vivero excelente de talento. Pero ayuda también la dureza de un método casi marcial, a años luz de lo que Esther vivió en España.
«Todo es mucho más estricto. En España podías llegar 10 minutos antes al entreno y luego quedarte de chachara. Aquí no. Se llega mucho antes, los ejercicios son exigentes y no puedes escaquearte». A Esther la entrenan Olivia Nance y Chris Fox como segundo. «Aprietan mucho. Se hacen trabajos extras, pero me gusta. Yo me quedo todos los días a mejorar incluso cuando no me lo piden», reconoce.
La flexibilidad del centro le permite compaginar sin problemas estudios con el baloncesto. Es algo habitual entre las escuelas con las que trabaja AWEX Education. Además, Andrews pone todo para que sus alumnos se empapen de la cultura de los Cavs. Desde conseguirles entradas para sus partidos («Yo ya he ido varias veces, y alguna he charlado con Ricky Rubio»), hasta facilitarles la habitual presencia de ojeadores en sus partidos para integrarles en sus competiciones de base.
Rumbo a la Universidad
A Esther le queda al menos un curso en Andrews antes de buscar el salto a alguna universidad. Para conseguirlo, seguirá contando con el apoyo de las becas como las que gestiona AWEX Education. «Quiero ir a alguna Universidad que esté en una ciudad con franquicia WNBA, ir a verlas, inspirarme y, quién sabe, poder jugar algún día en la élite», sueña.
En Cleveland, no hay ningún equipo en la máxima competición femenina. Lo máximo son los Vikings de la State University, donde ya cuentan con representación española. «Mi ídolo es Carmen Villalobos, que está jugando con ellas. Es de Algeciras y es buenísima. Está muy bien preparada, con una gran educación dentro y fuera de la pista. Algo así sueño alcanzar yo», evoca.
Y de no conseguirlo, Esther tiene claro que volvería a España para intentar jugar o ejercer en algún rol vinculado al baloncesto, como fisioterapeuta, la opción que más le gusta para estudiar en EEUU. En cualquier caso, entre sus objetivos vitales está sí o sí volver algún de Llarena, donde ha sido galardonada como una de las personalidades deportivas del año.
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