Tierra

Pánico entre los expertos: un continente se parte en dos y ya está creciendo un nuevo océano

Un nuevo océano
Valle del Rift.
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Durante millones de años, nuestro planeta ha estado en constante transformación, moldeado por fuerzas geológicas tan antiguas como poderosas. A veces, estos procesos se desarrollan de forma tan lenta que escapan al ojo humano. África, un continente que ya ha sido testigo de algunos de los hitos geológicos más trascendentales de la historia de la Tierra, se encuentra nuevamente en el centro de un fenómeno de escala colosal: su división física en dos partes. Y con ello, el surgimiento de un nuevo océano.

Este proceso, que recuerda a la separación de Pangea hace unos 230 millones de años, está teniendo lugar en la región del Gran Valle del Rift, concretamente en el istema de Fallas de África Oriental. Se trata de una fractura tectónica activa que atraviesa países como Etiopía, Kenia, Tanzania y Yibuti. Aunque este cambio geológico avanza a un ritmo de apenas unos centímetros al año, su impacto a largo plazo será gigantesco. La naturaleza está preparando el terreno para que, dentro de unos pocos millones de años, una nueva masa de agua divida el continente africano, alterando no sólo el mapa del mundo, sino también su clima, biodiversidad y geopolítica.

El nuevo océano que se está formando en la Tierra

La región de Afar, situada en la convergencia de tres placas tectónicas: la placa Somalí, la placa Nubia y la placa Arábiga, se ha convertido en un verdadero laboratorio natural para los geólogos. En este punto del planeta, las fuerzas que empujan y separan la corteza terrestre son tan evidentes que se pueden observar simplemente mirando al suelo. Allí, las placas Somalí y Nubia se están separando a un ritmo de unos 2,5 centímetros por año, lo que puede parecer insignificante, pero representa una velocidad significativa desde una perspectiva geológica.

Uno de los eventos más llamativos de este proceso tuvo lugar en 2005, cuando se abrió una grieta de 56 kilómetros en el desierto de Etiopía. Desde entonces, se han documentado múltiples grietas en la región, como la que apareció en 2018 en Mai-Mahiu, en Kenia. Este fenómeno es una señal clara de que la corteza terrestre se está adelgazándo de manera progresiva, lo que permitirá, con el tiempo, que las aguas del mar Rojo y del océano Índico inunden la zona, dando origen a un nuevo océano.

Según estimaciones iniciales, se pensaba que este proceso llevaría al menos 10 millones de años. Sin embargo, investigaciones más recientes indican que el nuevo océano podría formarse en un periodo mucho más corto: entre uno y dos millones de años. Aunque para los humanos esto sigue siendo un futuro lejano, en términos geológicos es casi un suspiro. La idea de ver emerger un nuevo océano en «tiempo real» representa uno de los mayores avances en la comprensión de la dinámica terrestre.

Científicos ya han teorizado sobre la aparición de «Novapangea», un hipotético supercontinente que podría formarse dentro de unos 250 millones de años. En este escenario, el cierre del océano Pacífico y la colisión de continentes como Australia con Asia darían lugar a un nuevo bloque continental masivo. La fractura de África y la creación de un nuevo océano son, por tanto, piezas de un rompecabezas mucho más amplio que define el devenir geológico de nuestro planeta.

Consecuencias

Además de las implicaciones geográficas, este cambio traerá consigo una profunda transformación en el ecosistema africano. Algunas regiones que hoy son interiores, como Uganda o Etiopía, podrían convertirse en zonas costeras. Se abrirán nuevas rutas comerciales, cambiarán los patrones migratorios de animales y surgirán nuevas oportunidades económicas. Sin embargo, también habrá desafíos: la alteración del clima regional, los posibles movimientos poblacionales y los riesgos sísmicos asociados a la actividad tectónica son sólo algunas de las consecuencias a considerar.

Asimismo, dado que el sistema de fallas está vinculado con movimientos tectónicos de escala planetaria, se podrían desencadenar ajustes en otras placas y regiones alrededor del mundo, generando una cascada de efectos geológicos a nivel global. Además, este fenómeno forma parte de un ciclo mucho más grande y antiguo: el de la deriva continental, que eventualmente llevará a la formación de un nuevo supercontinente.

Las consecuencias culturales y sociales también serán relevantes. Comunidades enteras podrían verse forzadas a desplazarse debido a los cambios en el terreno, y la redefinición de fronteras y recursos costeros podría reconfigurar las relaciones internacionales dentro del continente africano. Asimismo, el surgimiento de nuevas tierras e islas (formadas por fragmentos del Cuerno de África) podría dar lugar a nuevas naciones insulares, similares a Madagascar.

En conclusión, lo que hoy vemos como una simple grieta en el suelo africano es, en realidad, el inicio de uno de los procesos geológicos más importantes y transformadores de nuestro tiempo. Si bien ningún ser humano estará vivo para presenciar el nuevo océano que algún día dividirá África en dos, somos muy afortunados de poder observar el inicio de este fenómeno.

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