Ni lejía ni jabón: el sencillo truco de una limpiadora para dejar los radiadores impolutos por dentro rápidamente


Ahora que ha empezado el otoño, es momento de empezar a preparar los hogares para los meses más fríos del año. En este contexto, se ha hecho viral en redes sociales un truco tan sencillo como efectivo para dejar los radiadores impolutos por dentro, eliminando polvo, grasa y residuos sin esfuerzo. «Es uno de los errores más comunes: olvidarnos de limpiar los radiadores antes de usarlos. La suciedad interna afecta a la eficiencia energética. Un radiador limpio calienta mejor y gasta menos», explican los expertos.
Durante el verano, los radiadores acumulan polvo, pelusas y partículas en su interior. Cuando los encendemos por primera vez en otoño, el polvo se quema y libera un olor muy desagradable, razón por la cual los expertos insisten en la importancia de la limpieza. Según datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), una limpieza adecuada puede mejorar la eficiencia de la calefacción hasta en un 15 %. Por eso, cada año antes del invierno, debemos purgar los radiadores, eliminar el aire acumulado y limpiar tanto el exterior como el interior.
El mejor truco para limpiar los radiadores por dentro
Para poner en práctica este remedio casero, los pasos son muy simples:
- Coloca una bandeja, balde o toallas bajo el radiador para recoger la suciedad y el agua que pueda caer. Aleja objetos cercanos.
- Abre al menos una ventana y, si tienes, coloca un ventilador orientado hacia el exterior. Mantén la habitación ventilada durante todo el proceso.
- En un cubo, vierte 1 parte de amoníaco por 5 partes de agua muy caliente. Remueve con cuidado. (Ejemplo: 200 ml de amoníaco + 1 l de agua caliente.)
- En una zona pequeña y poco visible del radiador, aplica un poco de la mezcla con un paño para asegurarte de que no daña la pintura o el acabado. Espera un par de minutos y comprueba.
- Humedece un paño o una esponja en la mezcla y pásalo por las superficies exteriores del radiador y por las rendijas superiores.
- Con un cepillo largo o una brocha, introduce la mezcla por las ranuras para soltar la suciedad interna. Deja que el producto actúe unos minutos si la suciedad está muy adherida.
- Pasa otro paño humedecido sólo con agua caliente para aclarar y recoger la suciedad.
- Seca con un paño limpio y deja ventilar la estancia hasta que desaparezca el olor a amoníaco.
Utiliza guantes de goma, gafas de protección y, si eres sensible a vapores, una mascarilla tipo FFP2/N95, y nunca mezcles amoníaco con lejía, ya que produce gases tóxicos peligrosos. Asimismo, mientras limpias el interior del radiador con la mezcla de agua caliente y amoníaco, mantén a los niños y las mascotas fuera de la habitación.
«No todos los radiadores son iguales. Los de hierro fundido soportan bien el contacto con productos fuertes, pero los de aluminio o acero pintado pueden dañarse si el amoníaco se usa en exceso o sin diluir», advierten los expertos. Por eso, la proporción recomendada es una parte de amoníaco por cada cinco de agua caliente.
Alternativas más suaves
Para quienes prefieren evitar el uso de productos químicos fuertes como el amoníaco, existen alternativas más suaves y respetuosas con la salud y el medio ambiente. Una de las combinaciones más recomendadas es una mezcla de agua caliente, vinagre blanco y unas gotas de jabón neutro.
Este remedio casero ayuda a eliminar la grasa, el polvo y las impurezas acumuladas en los radiadores. La fórmula es sencilla: en un cubo o recipiente grande, se mezcla medio litro de agua caliente con un vaso de vinagre blanco y unas gotas de jabón neutro o lavavajillas suave. Con esta solución se humedece un paño de microfibra y se pasa por toda la superficie del radiador, insistiendo en las rendijas y esquinas.
«El vinagre tiene propiedades desinfectantes y desodorizantes, y además corta la grasa de manera natural. No actúa tan rápido como el amoníaco, pero su eficacia es más que suficiente para la limpieza habitual y, sobre todo, es mucho más seguro para el uso frecuente».
Otra alternativa es la limpieza con vapor. Estos dispositivos generan un chorro de vapor a alta temperatura que elimina la suciedad, el polvo y los gérmenes sin necesidad de productos añadidos. Además, el vapor puede alcanzar zonas inaccesibles, como las rendijas interiores de los radiadores o los espacios entre las columnas, donde suelen acumularse polvo y ácaros. El vapor no sólo limpia, sino que desinfecta y desodoriza, lo que lo convierte en una opción especialmente recomendable para hogares con niños, personas alérgicas o mascotas.
En definitiva, un mantenimiento adecuado de los radiadores mejora la eficiencia energética, reduce los malos olores y prolonga la vida útil de la calefacción. «El mejor truco es la constancia. Limpiar los radiadores un par de veces al año, usar productos adecuados y mantenerlos libres de polvo evita problemas sin necesidad de recurrir a fórmulas milagrosas».