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Ni en el cartón ni en la puerta de la nevera: la única forma correcta de conservar los huevos

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Aunque pueda parecer una cuestión menor, la forma en la que almacenamos los huevos influye más de lo que pensamos en su frescura, seguridad alimentaria y durabilidad. La mayoría de nosotros compramos los supermercado sin prestar demasiada atención a cómo lo guardamos una vez llegamos a casa. Los dejamos en su envase original o los colocamos en el compartimento de la puerta del frigorífico sin pensarlo dos veces. Sin embargo, estas prácticas están lejos de ser las más adecuadas para conservar los huevos, tal y como alertan los expertos.

Más allá del hecho de que en los supermercados los huevos estén a temperatura ambiente, lo cierto es que una vez los llevamos a casa, su correcta conservación pasa necesariamente por el frigorífico. Pero no se trata simplemente de meterlos en la nevera y olvidarse de ellos. Hay una serie de errores comunes que, si se evitan, nos permiten alargar su frescura, prevenir el desarrollo de bacterias y mantener todas sus propiedades intactas.

El mejor truco para conservar los huevos

Una de las principales razones por las que se recomienda conservar los huevos refrigerados es por motivos sanitarios. En muchos países, como España, los huevos a la venta no están lavados, lo que conserva su película protectora natural, llamada «cutícula», que evita la entrada de bacterias. Sin embargo, esta protección puede perder eficacia si hay cambios bruscos de temperatura o si se almacenan en condiciones inadecuadas.

Uno de los gestos más comunes es colocar los huevos en el compartimento con hueveras que se suele encontrar en la puerta de la nevera. Sin embargo, éste es precisamente el peor lugar para conservarlos. ¿Por qué? Muy sencillo: cada vez que abrimos y cerramos la puerta, esa zona sufre cambios constantes de temperatura.

Esa fluctuación térmica debilita la cutícula natural del huevo y favorece la aparición de humedad, lo que aumenta el riesgo de contaminación bacteriana. Además, acelera su degradación. Si quieres que tus huevos duren más y estén en mejores condiciones, colócalos en uno de los estantes superiores del frigorífico, donde la temperatura es más baja y estable.

Otro error frecuente es dejar los huevos dentro de su caja de cartón y meterla tal cual en la nevera. Si bien ese envase es práctico para el transporte, no está pensado para la conservación en frío. El cartón puede acumular bacterias, polvo y restos del ambiente en el que estuvo antes de llegar al supermercado, por lo que meterlo en la nevera es una puerta abierta a posibles contaminaciones cruzadas.

Además, al tratarse de un material poroso, retiene la humedad y puede acabar contaminando otros alimentos de la nevera. Lo ideal es transferir los huevos a un recipiente limpio, preferiblemente de plástico o vidrio, que puedas lavar con frecuencia. Y por supuesto, sin lavarlos antes de meterlos, ya que hacerlo eliminaría su capa protectora.

Un detalle que muchas personas desconocen es la posición en la que se deben colocar los huevos dentro del frigorífico. Aunque parezca algo sin importancia, almacenarlos con la parte puntiaguda hacia abajo es lo más aconsejable. Esta posición ayuda a mantener la yema centrada y evita que se acerque demasiado a la cámara de aire del huevo, que se encuentra en el extremo más ancho.

Cuando la yema se desplaza hacia la cáscara, existe más riesgo de que entre en contacto con bacterias si esta está contaminada. Por lo tanto, almacenar los huevos con la parte ancha hacia arriba y la punta hacia abajo es una pequeña práctica que mejora su durabilidad y seguridad.

Guardar los huevos adecuadamente no sólo evita problemas de salud, sino que permite mantener todas sus propiedades intactas. Éste es uno de los alimentos más completos y versátiles de nuestra cocina: rico en proteínas de alto valor biológico, vitaminas como la D y la B12, minerales como el hierro, el zinc y el selenio, y grasas saludables. Todo eso se puede ver comprometido si el huevo se degrada por culpa de una mala conservación.

Un huevo en buen estado tiene una clara densa y una yema firme. Si se estropea, puede desarrollar un olor desagradable o una textura líquida. Pero muchas veces, el deterioro no es perceptible a simple vista. Por eso, más vale prevenir y mantenerlo en condiciones óptimas desde el primer momento.

¿Están frescos?

Una forma sencilla de saber si un huevo está fresco es sumergirlo en un vaso con agua fría. Si el huevo se hunde y se queda acostado en el fondo, está muy fresco. Si se hunde pero se mantiene en posición vertical, aún es comestible, aunque no tan fresco. En cambio, si flota, es señal de que el huevo está viejo y no debe consumirse. Esto ocurre porque con el tiempo, el contenido del huevo se encoge y se forma una bolsa de aire en su interior, lo que lo hace flotar.