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Macarena López-Roberts: «Nadie ayudó a mi padre tras el crimen de los Marqueses de Urquijo y eso no lo olvido»

Macarena López-Roberts
Macarena López-Roberts. @Cortesía
María Villardón

VI Marquesa de la Torrehermosa y autora de Honor. Las otras víctimas del crimen de los Marqueses de Urquijo (Almuzara) junto a la periodista Angie Calero. Macarena López-Roberts (Madrid, 1969) es la hija de Mauricio López-Roberts, condenado a diez años de prisión por encubrimiento en el crimen de los Marqueses de Urquijo, un matrimonio asesinado a sangre fría con arma de fuego en la madrugada del 1 de agosto de 1980.

Relata cómo al estallar este crimen las invitaciones sociales comenzaron a menguar hasta casi desaparecer. Macarena tenía sólo 12 años: “Desde entonces todo fue perder, tanto en lo social como en lo económico. Aprendimos a vivir con ello, pero quizá lo que más me ha molestado ha sido que ha habido amigos y familiares que dieron la espalda a mi padre cuando más ayuda necesitaba, a pesar de tener las posibilidades económicas y profesionales”.

Tras entrevistarse con más de 20 personas conocedoras del caso del asesinato en Somosaguas, cree que todo “este disparate se urdió dentro de la familia, el móvil fue el dinero y consideramos que Rafi Escobedo –el único autor material condenado– no apretó el gatillo”. Sobre el fin último de la publicación de este libro, concluye, sonriéndose, al cerrar los ojos y pensar en su padre: “Es rendirle honor y buscar un mínimo de justicia para un hombre maravilloso que no tuvo suerte”.

¿Tienes rencor o lo has tenido por todo lo ocurrido?

No, no lo tengo y me alegro, creo que es una mochila demasiado pesada que soportar. Todo lo que hemos vivido ha sido dificilísimo, pero no tengo rencor ni a periodistas que quizá han dicho cosas que no debían o han dado información sin contrastar, ni a un juez que creo que dictó una sentencia desmesurada. Quizá lo que más me ha molestado ha sido que ha habido amigos y familiares que dieron la espalda a mi padre cuando más ayuda necesitaba, sobre todo cuando salió de la cárcel. En una sociedad en la que todo el mundo tenía posibilidades económicas y profesionales, podrían haberlo ayudado y no lo hicieron. Desde mi punto de vista, como hija, yo quería que él recuperara su vida lo más pronto posible, cosa que no sucedió jamás. Aunque también tengo que decir que Esther Koplowitz y el Marqués de Griñón, Carlos Falcó, sí ayudaron a mi padre, cada uno en su medida.

¿Cómo fue la vida de tu padre al salir de la cárcel?

Se retiró a una dehesa que tenemos en Ávila con caballos, naturaleza y libros. Nosotros íbamos a verlo los fines de semana, él estaba entre la casa de Madrid de su madre y la dehesa, y poca cosa más, una vida más contemplativa que activa profesionalmente. Él era un experto cetrero, criaba aves rapaces y tenía una gran pasión por la naturaleza, creo que allí encontró su equilibrio y su refugio, probablemente. 

¿Eso veías en sus ojos?

Al principio, antes de entrar en la cárcel, veía resignación. Más tarde fuerza y complicidad cuando íbamos a visitarlo, que es una historia completamente tremenda y es una experiencia por la que ojalá nadie pasara nunca. Y cuando ya salió, lo que veía era liberación y serenidad. Debió ser duro para una persona tan libre pasar cuatro años y medio en prisión conviviendo con otros presos comunes en una celda de pocos metros cuadrados. Poco a poco su vida cambió, tuvo mucho tiempo para reflexionar y cuando salió en libertad nosotros no le preguntamos nada, la verdad, ni del caso Urquijo ni de su experiencia ni nada de nada. Nuestro silencio nos parecía un acto de respeto con el que, además, intentábamos pasar pagina entre todos.

Sin embargo, Macarena, por lo que cuentas en el libro, tu padre no escondía nunca su paso por la cárcel. De hecho, le habla de ello súper natural a tu hija.

Nunca lo escondió. Aquéllo a lo que te refieres fue en una conversación trivial, pero te puedes imaginar los ojos de asombro de mi hija, algo que también había pasado con mi hijo unos años atrás. “¿Cómo es posible? ¿El abuelo en la cárcel?”, me dijo cuando me miró. Hubo un triangulo de miradas, a él le parecía normal, había sido su vida real, y a mi hija, sin embargo, no le pareció nada normal porque, además, tampoco sabía la razón. Tocó aclararlo todo, claro.

Con aquellos familiares y amigos que no lo hicieron bien, que me decías antes, ¿qué relación te une hoy a ellos?

Una relación cordial. Al final, cuando no tienes rencor, como te decía, lo único que puedes hacer es mirar hacia adelante. Además, y en aras de la unidad familiar decidimos ser cordiales, pero no me olvido de nada. María, una persona que se mete en un lío como este es molesta para el resto.

Y eso que tu padre decía siempre: “Con la familia siempre, con razón y sin razón”.

Lo cierto es que él sí que lo practicaba. La lealtad, el honor, los valores, los principios de mi padre, que pueden resultar un poco renacentistas, son cosas que a mí me han parecido muy valiosas y trato de regirme por sus principios. No eres honorable todo el tiempo, es imposible, aunque procures hacerlo todo bien o más o menos bien, pero hay que tener valores y respetar lo que nos han enseñado.

A lo largo del libro cuentas que cuando estalló el crimen de los Urquijo dejaron de llegar invitaciones a casa, ni siquiera siendo niños os librasteis del rechazo. ¿Cómo llevaste que la gente comenzara a desaparecer?

Desde mis 12 años en adelante todo fue perder. Tanto en lo social como en lo económico, en amistades y en conocidos, en círculos de allegados, comenzamos a ir a peores colegios y a pedir becas, algo que no habíamos hecho y que comenzó a gestionar mi madre porque mi padre no pudo ya colaborar económicamente en nuestra educación. Entonces, bueno, fue un tremendo y durísimo aprendizaje para todos, estuvimos expuestos a la maldad y tuvimos muy poca ayuda. Mi madre, desde luego, es una campeona porque no fue fácil salir adelante con tres hijos y con todo lo que teníamos encima.

¿El estigma social es mucho más pesado cuando se pertenece a la alta sociedad?

Sí, porque al final estás en tierra de nadie porque cuando los tuyos te rechazan estás en un limbo, pasas al otro lado, pero estos otros también te dan de lado porque tampoco eres de su círculo. Estas muy solo, perteneces a una parte de la sociedad en la que ya no puedes estar al perder el privilegio del entorno, uno y otro lado resultaban muy hostiles. Estás fuera de juego, así ha sido nuestra vida.

Con todo lo que has revisado para este libro sobre el asesinato de los marqueses, ¿has sacado nuevas conclusiones aparte de las que ya tenías?

La parte de colaboración con Angie Calero, que ha puesto toda la carne en el asador, ha sido muy intensa. Ella se ha leído el sumario en detalle y juntas hemos entrevistado a alrededor de una veintena de personas que nos ha dado una visión muy plural, ya que la mayoría de ellas considera que dentro del entorno más íntimo de los Marqueses de Urquijo se coció esa trama para acabar con ellos. Por eso, habiendo escuchado y hablado con tanta gente creo que la conclusión es que alguien urdió este disparate dentro de la familia y consideramos que Rafael Escobedo no apretó el gatillo.

Sin embargo, también es cierto que en alguna ocasión has dicho no dar crédito al hecho de que unos hijos hagan eso con sus padres, puesto que eres hija y madre.

Así es. Me cuesta creerlo, ¿cuánto debes odiar a un padre para consentir que alguien lo mate por ti? La historia está llena de parricidios, lo sé, pero es que no lo puedo creer. Eran, además, muy jóvenes porque los hijos de los marqueses tenían veintipocos años. Mi hijo mayor tiene 28 años y mi hija 20, no puedo creer que sean capaces de algo así, ni como hija ni como madre.

Han pasado 42 años, la gente se sigue preguntando qué pasó, y tú pides derecho a que todo se olvide, que no googles el nombre de Mauricio López-Roberts y te salga el asesinato de los Urquijo o conceptos sobre él que no te gustan. Eres consciente de que eso no va a ser posible, ¿verdad?

El objetivo de volver a abrir este drama es para intentar sanarlo y tratar de cerrarlo del todo. Sé que la telaraña de internet es un mar donde flotan todo tipo de elementos, desde fotos y comentarios a reportajes serios, y sé que eso es incontrolable, aunque espero que algún día haya cambios de legislación. Pero, tras 42 años, me gustaría que quien quiera saber quién era mi padre entre en la hemeroteca de un periódico, no que a golpe de click vea toda la información, tanto la buena como la absurda y dañina.

Es que no es justo, ¿dónde está la reinserción digital? La social ya se intenta hacer, aunque en su caso lo hizo solo como buenamente pudo. Pero, ¿y la digital? ¿Cuándo puede empezar una persona a serlo de nuevo tras un tropiezo? ¿Cuándo puede estar fuera del foco del cotilla o el malintencionado? El famoso comentario que siempre me ha perseguido en la vida ha sido: “Ah, López-Roberts, ¿de qué me suena?”. Y pienso: “¡Oigan! Es que están hablando de mi padre y me duele”.

¿Has escuchado cosas muy desagradables?

Sí, y durante muchos años. No quiero que mis hijos pasen por eso, aunque yo ya esté curada de espanto. Es duro que un padre actúe conforme a sus valores y socialmente esté eternamente castigado. No sé, ¿acaso hay alguien que no tenga esqueletos en el armario? Si nos ponemos abrir armarios…

Teniendo en cuenta que tu padre no desveló desde el primer momento lo que Rafael Escobedo le contó porque eran amigos y terminó en prisión. ¿Qué valor le das hoy a la amistad?

Rafa y mi padre se hicieron amigos trabajando juntos. Rafa era una persona entrañable, sensible y buena, si no hubiera sido así, mis padres no lo habrían metido en nuestra casa.

¿Alguna vez has lamentado que Rafa Escobedo apareciera en vuestras vidas?

No, no soy de maldecir nada, pero (suspira y hace una pequeña parada) siento mucho que mi padre se metiera en este lío, pero sobre todo por él, porque tuvo que superar muchísimo dolor. Nosotros estábamos ahí como espectadores en primera persona, nos afectó, pero el que lo pasó horroroso fue él y aún así cuando íbamos a verle siempre tenía una sonrisa, tenía una gran fuerza interior. Y respondiendo a tu pregunta, para mí la amistad está por encima de muchas cosas, está llena de cariño y de lealtad, aprecio mucho a mis amigos y siento mucha gratitud hacia los que han estado siempre conmigo.

El estigma parece que siempre va a estar ahí, lo cruel es que muchas veces las acciones de los adultos definen de manera errónea a sus hijos.

Yo no tenía ninguna culpa de nada de lo que pasó. De hecho, una de las cosas más dolorosas de las entrevistas fue el momento en el que charlamos con José Yoldi, periodista de tribunales de El País. Se supone que en el banquillo le preguntaron a mi padre la razón por la que había decidido hablar. Él relata que mi padre dijo que fue por mí, porque yo le había preguntado si era un asesino. ¿Con 12 años? Yo no lo recuerdo, desde luego. Esa imagen que construyó fue muy dolorosa. A mí mi padre me duele, por mucho tiempo que pase nunca se asimila del todo el sufrimiento de alguien a quien has querido tanto.

Con tu inocencia te carteas con Rafael Escobedo mientras está en la cárcel, tú tienes como 14 o 15 años, algo que a tu padre no le gustó nada de nada. ¿Por qué crees?

Sí, la verdad, nunca lo entendí ni tampoco se lo pregunté. Debe ser que cuando se decide a hablar por toda la presión que sufría y se le acusa de ser ‘El cazador’ en Interviú, creo que estaba tan metido en este huracán que lo único que quería era alejar todo lo posible a los suyos. A mí madre le toman declaración una vez y ya está, no van a por ella; pero, claro, una niña pequeña como era yo que se carteara con un preso imagino que a ningún padre le haría gracia. Le parecía una locura y quizá tenía razón, pero no fui consciente de si era o no una deslealtad, fue mi madre quien me dijo: “Oye, Maca, Rafa lo está pasando mal y tú que lo quieres tanto, quizá quieras escribirle”. Ni siquiera me obligó a hacerlo, me salió así, escribir a alguien a quien tenía cariño.

Cuando te enteras de su muerte en la cárcel, ¿cómo se te queda el cuerpo?

Fue horrible cuando Rafa anunciaba su suicidio en la entrevista con Jesús Quintero, se me ponen los pelos de punta de pensarlo. Me pareció tristísimo todo, yo lo sentí mucho. Era una persona muy sensible y muy especial.

¿Detrás de este crimen está el dinero?

Sí, nuestra teoría es esa. El marqués había vendido bienes y quería meter todo el liquido en una fundación que había constituido, y que no llegó a hacer por pocos días. Creemos que el móvil fue el dinero, sí.

Se habló entonces de 500 millones de pesetas como los culpables.

Sí, así es. De hecho, es que no pasaron muchas semanas desde que el marqués constituyó la fundación y pidió la autorización al Ministerio hasta que lo mataron.

Si cierras los ojos y recuerdas a tu padre. ¿Qué ves?

Me sonrío. Veo a un hombre maravilloso que no tuvo suerte y al que quería y respetaba muchísimo, y al que tengo muy presente en mi día a día. Este libro es en honor a él, por todo lo bueno que me transmitió y ojalá se pueda hacer un mínimo de justicia con su figura, con la persona que era y no con ese personaje que los medios de comunicación hicieron de él con bastante torpeza.

¿Te has pasado la vida intentando demostrar a los demás que, a pesar de que tu padre haya estado metido en mitad de este embrollo, tú eres una persona ajena a todo lo que pasó?

Hace mucho que ya no lo hago, pero sí me he pasado la vida abanderando la causa de aclarar quién era mi padre, qué hizo y qué no hizo. Lo he defendido a capa y espada durante 40 años y, además, a veces lo he hecho con frustración porque no siempre puedes hablar con las personas malintencionadas o que dicen idioteces, te dan ganas de darte la vuelta e irte.

@MaríaVillardón

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