Julián Quirós publica el poemario ‘Pérdidas y ganancias’, un viaje al pasado para «pensar por escrito»
El director de Abc rememora los ayeres cercanos y los remotos y nos los descubre en su primer libro
Lo que más le gusta a Julián Quirós (Guareña, 1969) es sorprender. Quizás por eso, a la hora de publicar su primer libro ha elegido que sea la poesía, eternamente subjetiva y despojada del ropaje de la ficción, la que le presente en el ars mundi. Julián Quirós, director de Abc, sorprende publicando su primer poemario, Pérdidas y ganancias. Recuento de los años huidos (Ars Poetica. 2021), donde rememora los ayeres cercanos y los remotos y los descubre a veces limpios y exhalando amor, a veces acres y de tolerada acidez; donde también reflexiona sobre los años vividos y nos muestra a pinceladas nada travestidas diversas vidas que han forjado a la persona y al periodista.
Escribir es para él «una forma de pensar por escrito»; le gusta explicar así esa pulsión por poner negro sobre blanco ideas que, de otra forma, morirían como mueren los pensamientos al dormir. Por eso, guarda numerosos cuadernos. Le divierte alejarse a ratos del periodismo, confiesa; aunque, a renglón seguido, entorna los ojos y dice que no sabe si escribir poesía es una necesidad creada más que un divertimento. «Ya que te alejas, te vas a las Antípodas».
Su mirada diletante contempla los años pasados, los tamiza y los retrotrae a un hoy que había previsto más desesperanzado y abrupto. Pero la vida le ha devuelto una realidad donde aún puede envidar a grande, pares y juego. Su poesía da cuenta, entonces, de cómo los suyos le han situado en el camino que hoy recorre y recorrerá, («Cada uno es mucha gente», cita de Pessoa al inicio de su libro) aunque, a la vez, no renuncia a reivindicarse como observador solitario («Que nada me invada de fuera, que sólo me escuche yo dentro», recuerda también de Juan Ramón Jiménez).
A través de estos poemas escritos en tres saltos durante una década, Julián Quirós nos descubre a la persona que escondía el periodista con un lenguaje poético natural y libre. Porque si algo es la poesía es libre, despojada de tabúes y pudores, de máscaras y follajes. Y así habla del amor voraz, del más reposado que echa en falta «cuando no te compartía con los gatos de la casa» o del amor a los hijos, «a los que no debo reclamarle las horas que son sólo suyas».
Julián Quirós no esconde que gran parte de lo descrito es autobiográfico, pero puntualiza que no sabe muy bien si lo cuenta «como pasó o como lo recuerdo». Y pone así sobre la mesa la duplicidad griega del cronos y el kairos, el tiempo cronológico frente a ese instante fugaz en el que algo importante sucede. «Escribí los recuerdos que permanece vivos, con fidelidad absoluta». Y los escribió cuando necesitó acercarlos, sacarlos del cajón y ponerlos en la balanza. Como si, de forma prematura, como ahora admite, tuviera que hacer inventario de una vida.
Lejos de equidistancias impuestas, y tras su viaje al pasado, retrata un mundo aceptado que le ha hecho tener un sorprendente «cajón para las tristezas», unos desarraigos asumidos, unos errores «acaso siempre contra la misma persona que me fueron perdonados» y, al fin, una Ítaca donde dejar de preocuparse por las «pérdidas y las ganancias».
Hay más recuerdos guardados en sus cajones, y personajes de historias que, de momento, sólo están en su cabeza, y, si acaso, bosquejadas en algún cuaderno. Ya nos las descubrirá tras acabar su carrera de los años huidos.
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