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Dani Montero: «Las redacciones deben estar llenas de gente loca»

Dani Montero
El periodista y escritor Dani Montero. @Cortesía
María Villardón

Escritor y periodista. Dani Montero (Madrid, 1978) sale en la televisión y hace, sobre todo, sucesos. Eso basta para que cualquiera quiera sentarse con él en una terraza con un refrigerio y ponerse a preguntarle sobre la vida, la sordidez de muchos asuntos oscuros o sobre la idiotizada sociedad. Todo eso está en No te haré ningún daño, una novela de ficción ambientada en Madrid donde se investigan asesinatos en serie y donde, la verdad, hasta el personaje más sencillo tiene un doble pliegue moral.

Cree que todo el mundo es ruin en algún momento del día, que nadie es blanco o negro porque en un momento extremo todos podemos responder con violencia o mala leche. Montero, que defiende que las noches más divertidas son las de Madrid y Berlín, asegura que la relación entre la Policía y un periodista de investigación «debe ser de confianza», afirma que «las redacciones deben estar llenas de gente loca» y que cuando se es joven «se hace mejor periodismo» porque “no conoces a nadie y no tienen compromisos”.    

Es una historia muy sanguinaria, un asesino múltiple, pero al mismo tiempo hay muchas emociones. Incluso algunas de ellas tan potentes que son capaces de justificar la violencia. 

Es que nadie es blanco o negro, tal como entiendo yo la vida. Todo el mundo en una situación extrema puede ser una mala persona o ser egoísta. Además, creo que todo el mundo tiene cinco minutos de ruindad diarios.

¿Tú también los tienes?

Sí, por supuesto, todos los días. Es que el ser humano lo lleva en el ADN, es así. Y todos luchamos contra ello, por convicción social o personal, pero ahí está nuestra parte oscura que todos tenemos y que la gente gestiona de formas diversas.

¿Una vida pública, otra privada y otra íntima?

Sí, sí. Así es.

¿Y la íntima es la más oscura?

No tiene que ser así, no todo el mundo se avergüenza de esa rama oscura de su vida, de su existencia. A veces hay personas que pienso que son gilipollas perdidas, que no soportaría en la vida; sin embargo, es muy posible que sean muy amigas de alguien a quien respetas mucho. Ahí es cuando me planteo que su energía en algún momento no ha fluido bien, no es la persona que esperaba o tengo ahora posiciones frontales que en otro momento habrían sido correctas para mí. Por eso, no podemos etiquetar a las personas, aunque lo hacemos para que nuestra vida sea más fácil. Etiquetar a la gente entre buenos y malos, pero todos somos todo.

A mí es que, en general, todo el mundo me parece imbécil.

(Risas)

Mujer, no. No es que todo el mundo sea imbécil, pero sí que lo que hemos construido como sociedad entre todos no tiene sentido. Hemos creado un mundo donde tienes que ir de casa al trabajo, del trabajo a casa, trabajar 14 horas al día y, además, no ganar ni siquiera lo suficiente para la supervivencia individual. El tiempo parece que ha desaparecido, hemos creado un mundo idiota, pero no creo que seamos idiotas, sólo que no hemos sabido garantizar determinadas cosas que tienen que ver con el interés general y eso nos ha llevado a tener un mundo que es completamente absurdo.

Pero, el interés general requiere de interés común por el que trabajar, y nos gusta ser individualistas.

Y aquí me quedo con algo que tiene que ver con el libro, con la Corporación, con esa organización que funciona como lobby manejando de manera soterrada nuestras sociedades. Pero es que nosotros mismos permitimos que haya lobbies, lo hemos normalizado, organizaciones que tienen la capacidad de mover y modificar leyes que van a marca la vida de todo. Hay un señor que hace lobby para su empresa y lo vemos legítimo, pero, ¿quién hace lobby por el ciudadano y pide que se haga lo lógico por el interés común? Si cuando se creó la subasta eléctrica sabíamos que íbamos a palmar dinero, ¿por qué nadie hizo lobby por el ciudadano? Es que hemos creado un mundo idiota, no puede ser que determinados mercados por los que tenemos que pasar sí o sí estén cautivos.

La Corporación lleva el apellido Lasquetty, como el del consejero de Hacienda de Madrid. ¿Esto te ha traído algún comentario o llamada?

No, no, la verdad que no. Es que es ficción, que es lo quería hacer, ya he hecho libros de investigación, una novela de no ficción, y esto siempre es más cómodo porque te permites asentarte sobre eso, sobre la ficción. Es posible que haya personas que pienses que he intentado aterrizar a personas que fueran reconocibles, pero no es el caso.

Un escenario del libro, que además muchas personas que viven en Madrid van a reconocer, es el Viaducto de Segovia, bares de la zona de más céntrica y también más canalla, etc. ¿Qué valor tiene la noche madrileña? ¿Qué atrae de ella?

La noche de Madrid es una noche apasionante. Así de sencillo. Para mí hay dos ciudades europeas en las que poder perderme sin remedio que son Madrid y Berlín. Las noches de estas ciudades son acojonantes.

Sí, la noche de Berlín es muy loca e inesperada.

Eso es. Por eso lo digo. Es que yo creo que todo el mundo debe pegarse una buena fiesta de vez en cuando, cada equis tiempo. Te lo digo de corazón, es una válvula de escape necesaria, una forma de descomprimir como si fuéramos una olla a presión. No pasa nada, uno se pega una fiesta como una cosa natural, se va a su casa después de que el sol que te da en la cara te pique y, bueno, al día siguiente (o a los dos días, que ya somos mayores y nos tardamos en recuperar) es que empiezas a sentirte otra vez como nuevo. En Madrid cuando sales por la noche siempre te pasa algo entretenido, pero da igual que sea martes, miércoles o lunes. Madrid es crápula y, además, en esos días no planificados es cuando la gente brillante sale a la calle.

A ver, ¿cómo es esto?

Sí, es gente que ve la vida distinta a ti que, no sé, quizá estás llevando una vida más anodina, y te va a enriquecer un montón. Puedes no estar de acuerdo con estas personas, pero son capaces de hacerte plantearte dudas o darle la vuelta al mundo. Yo siempre he dicho que las redacciones deben estar llenas de gente loca porque es la única capaz de ver la vida de otra manera, si no fuera así, todo tendría una lectura muy aburrida. Los locos de la redacción están a las tres de la mañana en un bar intentando arreglar el mundo.

Ya sabes que siempre se ha dicho que el periodismo y el alcohol siempre se han llevado bien.

(Reímos) ¡Pues fíjate que yo sólo bebo Coca-Cola!

O sea que sales por Berlín a pegarte el fiestón, ¿y sólo bebes Coca-Cola?

Eso es. Pero con cafeína. Todos tenemos cierto desequilibrio de serie, imagina si lo aliño.

Pero, vamos a ver: ¿me estás diciendo que estás de fiesta con gente que lleva diez copas encima y tú les aguantas sólo con Coca-Colas?

Sí, así es. Eso es lo que he hecho toda mi vida. Y, además, lo más importante es saber dónde estás, sin más, y la gente puede hacer lo que quiera. Otra cosa es que la fiesta sea reiterada y lo conviertas en un problema.

Bueno, bueno. Siempre te has dedicado al periodismo de investigación. ¿Qué relación os une con la Policía? ¿Confianza, desconfianza, amistad…?

Una relación de todo y de nada. En periodismo y en la Policía hay gente de todo tipo, así que hay algunos policías con los que te llevas bien y con otros pues no te puedes ni ver. Lo que sí te digo es que la relación es de confianza y tarda en construirse varios años. Si no hay plena confianza, nada funciona.

A diferencia de otras secciones de un periódico, en investigación el delincuente no quiere que sepas el delito, pero tampoco quiere que lo sepas ni el juez ni la Policía porque está todo en mitad del proceso. Y eso hay muy complicada la labor para conseguir fuentes.

Hasta el momento, que has publicado mil historias con nombres y apellidos. ¿Hay algo que te haya dejado mucha huella?

Mucha gente. Creo que los periodistas tenemos algo de síndrome de Estocolmo cuando conocemos a ciertas personas. Al final, no cuentas la frialdad de un caso como lo hace un informe policial en el que da igual qué persona esté detrás, lo cuentas con las connotaciones humanas que te deja el haberte sentado con una persona con nombres y apellidos, que tienen hijos, cosas que le hacen daño, aunque sean verdad. Es que la verdad es así, la cuentas y sabes que nuestras informaciones hacen daño. Por eso, intento que el daño sea mínimo, aunque no siempre lo consigo. Y eso me preocupa, me preocupa no valorar los temas de manera justa.

A veces lo hablo con mis amigos: cuanto más joven eres, mejor periodismo haces. Cuando te vas haciendo mayor conoces a todo Dios y eso no puede ser bueno, tienes menos compromisos cuando no conoces a nadie.

@MaríaVillardón

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