Ni aviones ni misiles: este fue el primer objeto humano capaz de romper la barrera del sonido
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En el aire, a una temperatura de 20 °C, la velocidad del sonido alcanza casi los 1.234,8 km/h. Este valor representa un umbral natural: cualquier cuerpo que lo supere genera una onda de choque, un cambio brusco de presión que produce un estallido sónico. Muchos asociarán esto con aviones supersónicos, pero la realidad es que se puede romper la barrera del sonido con un objeto.
Desde los años 1950, diversos modelos de avión (hasta con pasajeros) fueron capaces de romper esta barrera sin demasiados inconvenientes técnicos. Se hablaba entonces de fenómenos de compresibilidad y pérdida de control aerodinámico. Hoy, este experimento se puede realizar en la comodidad de casa.
¿Cuál fue el primer objeto humano capaz de romper la barrera del sonido?
El primer objeto humano que superó la velocidad del sonido no fue ni un misil ni un avión. Se trata de un instrumento ancestral, presente en muchas culturas y vinculado históricamente al control del ganado: el látigo.
Cuando se manipula correctamente, la energía transmitida desde el mango del látigo viaja como una onda por toda su longitud. Debido al diseño cónico y a la disminución de masa hacia el extremo, esa energía se acelera de forma progresiva hasta alcanzar una velocidad supersónica.
El resultado es un chasquido, cuyo origen no es el impacto con ninguna superficie. Lo que realmente se escucha es una explosión sónica, idéntica en su base física a la que producen los cazas cuando atraviesan la barrera del sonido.
La increíble física detrás del látigo
Como se mencionó previamente, el chasquido se produce cuando la lengua o cola del látigo supera la velocidad del sonido. A diferencia de los aviones, donde todo el cuerpo del objeto se desplaza a velocidad supersónica, en el látigo sólo lo hace su punto final.
Esta aceleración progresiva es posible gracias a la conservación de la energía y a la disminución continua de la masa a lo largo del instrumento.
El principio físico es simple: a medida que la onda de energía avanza hacia un segmento de menor masa, la velocidad aumenta. Finalmente, la punta alcanza una velocidad suficiente como para romper la barrera del sonido.
Historia y usos del látigo
El látigo tiene orígenes remotos. Fue utilizado para dirigir animales, como herramienta de castigo y, más recientemente, con fines artísticos o deportivos. En el ámbito cinematográfico, es uno de los símbolos más reconocibles de Indiana Jones, quien lo utiliza como herramienta multifuncional.
A lo largo de las grabaciones, se emplearon decenas de látigos, fabricados a mano por artesanos especializados. En todos los casos, su diseño se mantuvo fiel a un principio básico: una cuerda flexible que se estrecha hacia el extremo.
Esta forma es la que permite generar el fenómeno físico que, en esencia, convierte al látigo en el primer objeto hecho por el ser humano que logró romper la barrera del sonido.
¿Cómo se produce el fenómeno de romper la barrera del sonido?
El aire está formado principalmente por moléculas de nitrógeno y oxígeno, que se encuentran en constante movimiento. Estas partículas vibran a una velocidad aproximada de 480 metros por segundo.
Cuando un objeto se mueve por el aire más lentamente, las moléculas tienen tiempo para apartarse. Pero si su velocidad iguala o supera la suya, se genera una acumulación de presión.
Ese aire comprimido es el que provoca la onda de choque, percibida como un estallido. A gran escala, esto ocurre con aviones de combate o cohetes. A pequeña escala, el mismo fenómeno se da con el látigo.
No se trata de una simple casualidad sonora, sino de un fenómeno físico mensurable. De hecho, estudios con cámaras de alta velocidad han confirmado que la punta del látigo alcanza velocidades superiores a 1.200 km/h, lo suficiente para romper la barrera del sonido.
Casos modernos y eventos históricos
La superación de este límite ha sido protagonista de momentos históricos. El 14 de octubre de 1947, Charles Elwood Yeager lo logró oficialmente con el avión experimental Bell X-1, alcanzando velocidad Mach 1.
Más reciente aún, en 2012, Felix Baumgartner rompió la barrera del sonido en caída libre desde una altitud de más de 39.000 metros.
Ambos hitos fueron posibles gracias a avances tecnológicos significativos. Sin embargo, ninguno de ellos representa el primer caso. Antes de motores, alas y cabinas presurizadas, ya se había conseguido este fenómeno… con un simple látigo.