Ignacio Oficialdegui, explorador: «Pretendemos consolidar el trineo de viento como base científica en la Antártida»

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Ignacio Oficialdegui es uno de los mejores exploradores del planeta, de esos que han conseguido llegar donde nadie lo había hecho antes y donde, en ocasiones, siguen sin haber llegado otros grandes exploradores. Y con muchos menos recursos.

Si se pregunta por qué, le adelanto que ha cruzado tres veces la Antártida, ha plantado una vez sus pies sobre el Polo Norte geográfico, dos sobre el Polo Sur, y es uno de los únicos tres humanos que han logrado pisar el punto exacto de la Antártida más alejado del mar.

Biólogo de formación, fue elegido en 2022 uno de los 50 exploradores más influyentes del mundo por el Explorers Club de Nueva York en 2022. El único español reconocido con este galardón junto con Manuel José Carpintero, presidente y fundador de la Sociedad Astronómica de Ciudad Real y miembro de National Geographic -quien recibió la distinción años antes-.

Sus inicios se remontan al año 2000 cuando leyó un anuncio en una revista especializada anunciando que se buscaban voluntarios para explorar una zona de Groenlandia sin cartografiar. No lo pensó dos veces. Este explorador que ya de niño soñaba viendo un mapa y que de adulto inició su vida profesional en la cooperación internacional (Ruanda, Zimbabwe y la antigua Yugoslavia), se apuntó.

Unos meses después, allí andaba sobre el océano Ártico congelado. Impactante. Recuerdo imborrable, patrimonio propio, junto con «cualquiera de los días en el plató Antártico».

Lo que más fuerza le da en las expediciones es la motivación por alcanzar el objetivo. La más dura fue cuando alcanzó el Polo Sur de la inaccesibilidad. Fue la primera vez que iba a la Antártida con el trineo de viento. El plateau interior donde él se ha movido con su equipo con este vehículo oficial limpio, pequeño y sostenible es como veinte veces España.

A él lo mueve el viento, como al trineo; en las expediciones y en el trabajo, donde lleva veinticinco años buscándolo. El trineo es absolutamente disruptivo; una infraestructura singular que permite la realización de un programa científico en la Antártida, con un medio de transporte totalmente limpio, con un coste mínimo y enormes posibilidades geográficas. Con él se desplazan exploradores y científicos.

Se trata del primer vehículo eólico impulsado por cometas, que aportan energía eficiente sin emitir contaminantes a la atmósfera ni dejar apenas huella. Y, a diferencia de los vehÍculos tecnológicos, no falla porque sólo utiliza la energía del medio. También cuenta con placas solares para mantener activos los equipos de investigación. Una creación de su maestro Ramón Larramendi, otro grande.

Con el aventurero madrileño comenzó a finales de 2005, cuando le invitó a ser uno de los tres miembros de la expedición Transantártica Española -la primera gran travesía de la Antártida Oriental que se realizó utilizando un vehículo movido por el viento, sin nada de motor-. Alcanzaron el Polo Sur de Inaccesibilidad y el Polo del Frío. Lo hicieron batiendo récords de distancia y velocidad en las regiones polares. Este boceto de proyecto que nació de una forma absolutamente amateur que tanto Larramendi como Oficialdegui han ido construyendo en su tiempo libre con su propio dinero, terminó siendo reconocido como el vehículo oficial en la expedición a la Antártida en noviembre de 2023.

El frío es helador, incluso dejarse fotografiar la cara sin cubrir tan sólo unos segundos resulta casi imposible. Oscila entre los 25 grados bajo cero en un día soleado y los 50 negativos en condiciones adversas. Esto les requiere comer tres veces más -aun sin hambre- a fin de mantenerse vivos porque esas temperaturas gélidas les hacen quemar muchas más calorías. Además, están todo el día trabajando y apenas duermen. Razones suficientes para comprender que confiese que «en casi todas las expediciones hay un momento en el que dices no quiero volver».

Pretende volver a la Antártida junto con Larramendi y consolidar el trineo de viento como una base científica. Entretanto, su plan más inminente, mientras prepara la siguiente expedición, escaparse al Pirineo navarro, donde es feliz.

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