¿Se pueden comer embutidos durante la lactancia? Todo lo que debes saber
Es mejor evitar el embutido durante el embarazo, pero ¿y durante la lactancia?
Alimentación de la madre durante la lactancia: los mejores consejos
Los embutidos son alimentos muy populares y consumidos en España, pero también generan muchas dudas sobre su seguridad y conveniencia durante la lactancia. ¿Se pueden comer embutidos durante la lactancia?.
¿Qué tipos de embutidos son los más recomendables? ¿Qué precauciones hay que tener en cuenta? A continuación te explicamos todo lo que debes saber sobre los embutidos y la lactancia, para que puedas disfrutar de ellos sin poner en riesgo tu salud ni la de tu bebé.
¿Qué son los embutidos?
Los embutidos son productos cárnicos que se elaboran a partir de carne picada, grasa, sal, especias y otros ingredientes, que se introducen en una tripa natural o artificial y se someten a un proceso de curación, ahumado, cocido o fermentado. Existen muchos tipos de embutidos, como el jamón, el chorizo, el salchichón, la morcilla, el fuet, la longaniza, el lomo o la sobrasada.
Los embutidos son alimentos ricos en proteínas, hierro, zinc, fósforo, vitamina B12 y otras vitaminas del grupo B. Sin embargo, también tienen un alto contenido en grasa, sodio, colesterol, nitritos y nitratos, que pueden tener efectos negativos para la salud si se consumen en exceso o de forma inadecuada.
¿Se pueden comer embutidos durante la lactancia?
La respuesta es que sí, se pueden comer embutidos durante la lactancia, siempre y cuando se sigan unas pautas de higiene, calidad y moderación. Los embutidos no están contraindicados ni prohibidos para las madres lactantes, pero tampoco son imprescindibles ni aportan beneficios especiales para la lactancia. Por lo tanto, se trata de un alimento opcional, que se puede incluir en la dieta de forma ocasional y variada, sin abusar ni obsesionarse.
¿Qué tipos de embutidos son los más recomendables durante la lactancia?
No todos los embutidos son iguales ni tienen el mismo impacto en la salud de la madre y del bebé. A la hora de elegir los embutidos que se van a consumir durante la lactancia, hay que tener en cuenta los siguientes criterios:
- El tipo de carne: se recomienda optar por embutidos elaborados con carne magra, como el jamón serrano, el jamón cocido, el lomo o el pavo, que tienen menos grasa y colesterol que los embutidos elaborados con carne grasa, como el chorizo, el salchichón, la morcilla o la sobrasada, que pueden aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
- El tipo de conservantes: se recomienda evitar los embutidos que contienen nitritos y nitratos, como el jamón york, el salami, el mortadela o la salchicha, que pueden formar nitrosaminas, unas sustancias potencialmente cancerígenas, y que pueden interferir con el transporte de oxígeno en la sangre. Se recomienda preferir los embutidos que contienen conservantes naturales, como el ácido ascórbico o el ácido cítrico, que son antioxidantes y no tienen efectos adversos para la salud.
- El tipo de proceso: se recomienda consumir embutidos cocidos o curados, como el jamón serrano, el jamón cocido, el lomo o el pavo, que tienen menos riesgo de contener bacterias patógenas, como la listeria, la salmonella o la toxoplasma, que pueden causar infecciones graves en la madre y el bebé. Se recomienda evitar los embutidos crudos o fermentados, como el chorizo, el salchichón, el fuet, la longaniza o la sobrasada, que pueden estar contaminados por estos microorganismos, y que requieren una cocción completa antes de su consumo.
¿Qué precauciones hay que tener en cuenta al consumir embutidos durante la lactancia?
Además de elegir los tipos de embutidos más adecuados, hay que seguir unas medidas de higiene, calidad y moderación para garantizar la seguridad y la salud de la madre y del bebé. Estas son algunas de las precauciones que hay que tener en cuenta:
- Cocinar completamente los embutidos crudos o fermentados, como el chorizo, el salchichón, el fuet, la longaniza o la sobrasada, hasta que alcancen una temperatura interna de al menos 71ºC, para eliminar cualquier bacteria que puedan contener. No se recomienda consumir estos embutidos sin cocinar, ni siquiera si se han congelado previamente, ya que la congelación no garantiza la eliminación de todos los microorganismos.
- Seleccionar embutidos de calidad, con garantía sanitaria y con una fecha de caducidad adecuada. No se recomienda consumir embutidos que estén caducados, que tengan un aspecto o un olor extraño, o que se hayan conservado de forma inadecuada. Se recomienda comprar los embutidos en establecimientos de confianza, que cumplan con las normas de higiene y seguridad alimentaria, y que mantengan la cadena de frío.
- Almacenar los embutidos correctamente, en el frigorífico, dentro de su envase original o en un recipiente hermético, y separados de otros alimentos, especialmente de los crudos, para evitar la contaminación cruzada. Se recomienda consumir los embutidos lo antes posible una vez abiertos, y no dejarlos a temperatura ambiente durante mucho tiempo.
- Consumir los embutidos con moderación, sin exceder las cantidades recomendadas, que son de una o dos raciones por semana, siendo una ración equivalente a unos 50 gramos. No se recomienda abusar de los embutidos, ya que pueden aportar demasiada grasa, sodio, colesterol, nitritos y nitratos, que pueden tener efectos negativos para la salud de la madre y del bebé, como hipertensión, obesidad, anemia o alergias.
- Combinar los embutidos con otros alimentos saludables, como frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos, lácteos o huevos, que aportan nutrientes esenciales para la lactancia, como vitaminas, minerales, fibra, calcio, hierro o ácido fólico. No se recomienda basar la dieta en los embutidos, ni consumirlos solos o con alimentos poco nutritivos, como pan blanco, bollería o refrescos.
Los embutidos son alimentos que se pueden comer durante la lactancia, siempre y cuando se elijan los más adecuados, se sigan unas medidas de higiene, calidad y moderación, y se combinen con otros alimentos saludables. Los embutidos no están contraindicados ni prohibidos para las madres lactantes, pero tampoco son imprescindibles ni aportan beneficios especiales para la lactancia. Por lo tanto, se trata de un alimento opcional, que se puede incluir en la dieta de forma ocasional y variada, sin abusar ni obsesionarse.
Temas:
- Lactancia
- Lactancia materna