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Alimentación Infantil

Pérdida de apetito en los bebés: causas, remedios y ¿Qué hacerles comer?

La preocupación de que tu hijo no coma lo suficiente es algo que afecta a todos los padres y madres, sobre todo en los primeros años de vida, cuando es habitual que el pequeño pase por fases de pérdida de apetito. Antes de preocuparse, es bueno comprender las razones de este comportamiento, la duración de la falta de apetito y las consecuencias inmediatas que se pueden observar en el estado físico y emocional del niño. He aquí por qué y qué hacer cuando se produce una pérdida de apetito en los bebés o niños pequeños.

¿Por qué los bebés pierden el apetito?

La negativa a la comida es una condición frecuente en los niños durante el destete, que acompaña a momentos de transición psicofísica y que sólo en algunos casos es síntoma de un verdadero malestar o de una verdadera patología.

Causas físicas

En la mayoría de los casos, la falta de apetito representa la expresión fisiológica de un cambio que afecta directamente al niño y al que inicialmente puede resultarle difícil acostumbrarse (por ejemplo, el paso de la lactancia materna a la papilla durante el destete o la aparición de los primeros dientes). Incluso el aumento de las temperaturas en la época estival puede afectar a la alimentación del niño, que puede mostrar menos apetito y menor atracción por la comida (sobre todo si el plato se sirve caliente).

Causas psicológicas

Las transformaciones del entorno y del contexto familiar en el que vive el niño también pueden influir en las dinámicas relacionadas con la alimentación. Los pequeños son muy receptivos a lo que sucede a su alrededor (como una mudanza, la llegada de un hermanito, la vuelta al trabajo de la madre, un duelo familiar, cualquier momento de tensión entre los padres) y manifiestan esta su sensibilidad también a través de la nutrición, que también se convierte en una herramienta para interpelar a los padres o llamar su atención sobre uno mismo.

Causas patológicas

En otros casos, el rechazo a la comida es una forma de que el niño informe malestar o incomodidad física. Afortunadamente, en la mayoría de los casos se trata de dolencias menores: desde simples resfriados hasta aftosis de la cavidad bucal, desde banales trastornos gastrointestinales que aquejan a todos los niños hasta leves intolerancias hacia ciertos alimentos. Solo en raras ocasiones la falta de apetito es la primera señal de alarma de enfermedades reales (infecciones, enfermedades del corazón, trastornos endocrinos, alergias).

¿Qué hacer si el niño escupe la papilla?

Dado que rechazar la comida es un comportamiento que une a muchos niños, y dado que el panorama de posibles causas es tan amplio, antes de preocuparse es mejor evaluar el estado general del niño:

Cuando sucede esto

En primer lugar, es necesario considerar la duración e intensidad de la falta de apetito. Si el niño muestra repulsión solo hacia cierto tipo de alimentos, su inapetencia podría expresar en realidad el malestar relacionado con sabores o texturas que no le gustan. Si, por el contrario, la negativa a la comida se produce sólo en determinadas situaciones, el pequeño podría estar molesto o «distraído» por lo que le rodea y que transforma el acto de comer en algo colateral y secundario al juego, a los dibujos animados sobre TV , o a lo que estén hablando quienes les rodean.

Crece poco o pierde peso

Es aún más importante verificar si la negativa a comer está asociada con un retraso en el crecimiento o una disminución en el peso del niño. Solo en este caso el trastorno puede considerarse preocupante, ya que estos síntomas pueden conducir a una anorexia persistente que podría causar graves consecuencias a largo plazo como deshidratación, acidosis, deficiencias nutricionales y deterioro del desarrollo físico y cognitivo.

Estrategias para que el niño coma

¿Cómo lidiar con un niño que no quiere comer?

No hay que olvidar que los niños aprenden y tienden a replicar los hábitos de los adultos que les rodean, y esto también se aplica a la alimentación. Si los padres demuestran que rechazan determinados alimentos, difícilmente podrán conseguir que sus hijos los coman (al menos mientras sean pequeños). Dar el ejemplo de una buena «cultura gastronómica» y enseñar a apreciar los alimentos vinculándolos a momentos agradables y situaciones de convivencia es más productivo que utilizar chantajes y coacciones o proponer recompensas y castigos.