EL CUADERNO DE PEDRO PAN

El papelón de Matías Far como si fuera un becario del Institut d’Estudis Baleàrics

El Trui Teatre acogió el estreno de la obra de Far, 'Mar Gran', a cargo de la Orquestra Simfònica Illes Balears

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matías far
Estreno de la obra de Matías Far, Mar Gran, a cargo de la Simfònica.

Para ir abriendo boca y de paso empezar a ponernos en situación, contaré dos anécdotas que tienen su importancia y haciéndolo de memoria van a ser, ante todo, captura de sensaciones y no un documento en toda regla.

Años atrás, bastantes, vimos en el Auditórium de Palma un espectáculo de patinaje artístico sobre hielo. La estrella principal, mientras trazaba una de sus figuras, quedó trabada en su evolución dando de bruces contra el suelo. De inmediato, un oooohhhh! quebró la sala magna y acto seguido llegó la cerrada ovación como muestra de cariño hacia una patinadora desolada. El público insular es extremadamente generoso y, por eso mismo, cuando nos visitan, de nuevo, muchos artistas destacan esta proverbial generosidad.

Años atrás, en vida de Aguiló de Cáceres, se anunciaba en el Auditórium de Palma un concierto de abono de la Simfònica, con un director alemán y como solista invitado un relevante pianista mallorquín. El asunto es que mientras corría el tiempo en la interpretación del concierto para piano y orquesta, el solista –que tocaba sin partitura- se quedó un par de veces en blanco. Y en esas, el director alemán cogió la partitura del atril, se la acercó al pianista, gesto airado, poniendo el dedo índice en el punto exacto del pentagrama.

Acabada la interpretación de ese concierto para piano y orquesta, se produjo una cerrada ovación. Días después, me llamó Sinto Planas Sanmartí porque no entendía que mi crítica en EL MUNDO y la del DM fueran tan dispares. Le dije entonces que era inadmisible el fallo presenciado. Existen ejemplos de grandes solistas (los grandes tocan sin partitura) que dejaron de subir a un escenario, preocupados de antemano por la posibilidad de que apareciesen lagunas de memoria en sus intervenciones.

El público insular, ya digo, es bastante alérgico a significarse y a lo más que puede llegar es a guardar silencio, pero sin mostrar disconformidad sonora alguna focalizada en pitidos o griteríos varios. Extremada generosidad. La historia de la música, en cambio, está bien sembrada de estrenos incluyendo sonoros abucheos y a su vez grandiosos éxitos obligando a la repetición.

Es lo que da a determinados templos de la cultura su especial significación, porque en ellos el éxito o el fracaso tienen gran repercusión internacional.
Me ha sorprendido la abundante lectura de la crítica publicada en mi blog, a propósito de cuanto sucedió en el estreno de la obra de Matías Far, Mar Gran, hace unos días por la Orquestra Simfònica Illes Balears (OSIB). Y me ha sorprendido mucho más haber tenido constancia de comentarios que buscaban dulcificar el fiasco de ese estreno, argumentando que aparecieron problemas técnicos que obligaron a proceder a una versión reducida debido a problemas imprevistos (traducido: ensayos insuficientes), si bien el relato se ajustaba al minutado que reflejaba el programa de mano. ¿Acaso debía durar menos o más? Parece ser que solo escuchamos el 70% de la partitura.

Cuando digo, sorprendido, me refiero a lecturas compulsivas que no sé la naturaleza de su motivación. Rumores, asimismo, apuntaban a la orquesta y su incapacidad para interpretar la partitura, lo cual no me parece elegante si a continuación no se exhibe suficiente argumentación. También vale en el sentido contrario, a propósito de sugerir ausencia de dominio de Matías Far en materia de composición, poniendo en tela de juicio sus conocimientos para afrontar en firme una partitura sinfónica en saludables condiciones.

Far, como alumno, estuvo bajo la tutela de Xavier Carbonell, una bellísima persona y también un radical en lo que a música contemporánea se refiere.
Bueno sería dejar a un lado las insinuaciones interesadas. Los celos a veces juegan malas pasadas y pueden ahogar el lícito deambular profesional por la creación artística. En el programa de aquella incómoda velada de los tres compositores, Matías Far era el único que no había recibido el encargo por intervención directa de una orquesta. Técnicamente, su condición era la de becario de un programa del Institut d’Estudis Baleàrics y puede que en las prisas por estrenar jugase su papel esta apuesta llamada Illes Sonores.

Probablemente, de haber sido un encargo directo de la OSIB, habría quedado aplazado el estreno. Al menos eso quiero imaginar.

Me consta la existencia de comentarios, tratando de buena fe el trabajo de Matías Far, al tiempo que sugiriendo que lo suyo habría sido retirar la obra hasta que se alcanzase un honorable surgimiento de la versión definitiva y desde luego participo de ese criterio. Habría sido lo correcto sin dudarlo.

Pero lo que se vio en el Trui Teatre fue un ejemplo de impotencia sin más. De caos también y como tal estaba en la obligación de narrarlo. La clac se lució a lo grande mientras parte del público seguía de brazos caídos, lo cual también es altamente significativo.

Matías Far es un reputado docente en el Conservatorio Superior de Música de Baleares y no se merecía el papelón de quedar como simple becario del Institut d’Estudis Baleàrics.

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