LA BUENA SOCIEDAD

Palma y su gala: un espectáculo lejos de la austeridad, más propio de Nochevieja

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No sé muy bien por dónde empezar mi crónica de hoy, lo confieso, antes de que me desvíe a la derecha. Ayer tuve dos encontronazos conmigo mismo muy bestias, uno por la mañana y otro por la tarde. Me quedé chocado con el golpe en la mesa que han dado las mujeres de la familia Trump, marcando un antes y un después de esta nueva era a partir de la jura del ya presidente. Será verdad que el anunciado cambio que debía producirse en este tiempo esta produciéndose.

Miren y comparen los estilismos elegidos por las damas Trump en la primera jura de Donald, horrendos, casi de sport para lo que suele ser habitual en esta familia tan dada a los excesos. Pues bien, si en la primera jura eran la familia Monster, en la de ayer la primera familia americana se ha transformado, gracias a sus damas vuelvo a repetir, en la familia real inglesa. Miren a doña Melania convertida en una princesa de Gales a la americana, miren a su hijastra Ivanka, vestida a lo Meghan Markle, en el día de su despedida laboral. ¿No les suena todo mucho? A mí sí y me asusta un poco porque volver al pasado nunca es bueno si no se tiene tradición. A los royals ingleses no les cuesta trabajo vestirse de lo que son, pero que una familia de USA, con lo que a mí me gusta, pretenda crear una nueva dinastía a lo Kennedy, me resulta chocante cuanto menos.

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Bosch, Galmés, Prohens, Martínez, Le Senne, Javier Bonet, Jaume Bauzà y Fernando Luis Gracia.

Todo eso viene a cuento de lo que sigue, ni más ni menos que la gala de los Premis Ciutat de Palma, que se entregaron anoche en el Teatre Principal de Palma, que es como el Teatro Campoamor de Oviedo, pero más bonito y me temo más barroco. La gala premia la excelencia y ahí ya me tiro al precipicio, porque si no, dejaré de ser yo y no lo pretendo. La convocatoria a las 21.00 horas en el teatro más elegante de España auguraba cambios. Ya los hubo el año pasado. Cambios en la puesta en escena y cambios en los invitados. No sé si los hubo, al menos en la manera que cabría esperarlos.

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Ela Fidalgo, Álex Sobrón, Raquel Victoria Rodríguez, Marc Bibiloni y Santino Lamorte.

Primero les cuento la gala y después sigo. El alcalde de Palma, Jaime Martínez Llabrés, presidió la gala de entrega de los Premis Ciutat de Palma 2024, con motivo de la festividad de Sant Sebastià, patrón de la ciudad, acompañado por la presidenta del Govern balear y por el presidente del Consell de Mallorca, que estuvieron estupendos, también en sus atuendos, lo que en Mallorca no deja de ser milagroso, visto lo visto en los últimos años. Sin embargo, una gala de este nivel pienso que debería animar a señoras y señores a sacar lo mejor de su armario, para honrar a los que están trabajando años y años de su vida para llegar a la excelencia. Y para honrar al Principal, que lucía esplendoroso, más dorado que nunca y más brillante que nunca gracias a la luz que se eligió para elevar la noche.

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Jorge Sainz de Baranda, Luis Fidalgo, Pilar Ribal, Neus Cortés y Carmen Lliteras.

Hubo, eso sí, una amplia representación del ámbito institucional, cultural y ciudadano, encabezada como ya les he dicho por la presidenta del Govern balear, Marga Prohens, el presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, el presidente del Consell de Mallorca, Llorenç Galmés, y el comandante general de Baleares, Fernando Luis Gracia, que tiene un fachón. El uniforme saca a los militares de cualquier apuro. Anoche no se vieron lentejuelas, ni brillos ostentosos, ni falta que hacía. Prohens repitió modelo, falda de gasa rosa empolvado y blusa blanca, su color, el que la realza más que ningún otro. Igualmente guapo estaba el primer teniente de alcalde y regidor de Cultura, Javier Bonet, y los concejales y concejalas del equipo de gobierno y de los diferentes grupos municipales, junto con responsables políticos de otras instituciones. No creo que faltara nadie, salvo las sorpresas.

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Maria de la Pau Janer, Pedro Vidal e Isabel Guarch.

Con lo bonita que es la austeridad, lo elegante que es de por sí el espacio, se crea un espectáculo más propio de una Nochevieja que de un acto cultural, al que no acompañan los invitados esforzándose en lucir para que todo reluzca. Se ha de notar de una vez el cambio de era. Está bien sacar a los grandes del pasado teatral, está fatal meter a alguien que nos hable en catalán de Barcelona para que nos riamos. Imagínense unos premios Nobel o los Princesa de Asturias, en los que importan más los discursos que los vestidos, invadidos por luces de colores fluorescentes.

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Jaime y Lluc de España junto a Fulgencio Coll.

Hay que decir y escribir que la música estuvo fenomenal. Todavía me admira la capacidad de Jaime Anglada para conectar con el público sólo con su voz. Hubo mucha música y 14 galardonados excelentes, discursos breves y una exaltación de la cultura y la creación en cada gesto y en cada palabra.

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Paula Fuster y Francesca Martí, en el Palau Solleric.

Y poco más, salvo la buena intención y lo bien que se lo pasaron algunos recordando lo payeses que fuimos antes de contar billones. No quiero que se ofenda nadie, pero quiero que dejemos atrás tópicos que se apoyan en reírse de los que nos dieron la vida durante siglos. Creo en la austeridad, como la que se mostró en el bufet servido en el Palau Solleric tras la gala, en su fabuloso patio, sobre los adoquines, y donde reinaba la obra de la gran Ela Fidalgo, con recortes de tela cosidos por 50 personas reivindicándose. Grandiosidad y muy buen ambiente para cerrar la gran fiesta de Palma, helada, pero no mojada. Gracias a Dios.

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María Juan de Sentmenat y Patrick Popp.

Por cierto, me encantó ver a uno de mis cisnes, móvil en mano para grabarlo todo. María Juan de Sentmenat y de Tejada es mucha mujer. Ella sí es una gala completa. Por cierto, se reivindicó a la ciudad de Palma como capital cultural del 2031. Dios lo quiera, no hay ciudad más bella. Fuera complejos.

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