‘Decepció al Paradís’, una leal provocación en Valldemossa
La obra de Francesc Vernet es un claro ejemplo de microteatro y una ocasión óptima para refrescar 'Un invierno en Mallorca'
Es fiel a los contenidos y provocadora al estrenarse en la misma celda de la Cartoixa que ocuparon Chopin y Sand

Suena el piano en directo y a media voz evocando a Chopin, mientras se va acomodando el público a la espera de que comience Decepció al Paradís, un claro ejemplo de microteatro al tiempo que una ocasión óptima para el refresco de los contenidos de Un invierno en Mallorca de George Sand.
Porque en realidad este libro consiste en un diario pormenorizado de todos los acontecimientos vividos por la pareja en la isla con alguna decepción y mucho paraíso. Su adaptación al teatro aquí se traduce en una sucesión de cuadros que transforman el monólogo de la escritura en recuerdos que son convertidos en diálogos que conjuran presente y pasado sin concesiones.
Además, la acritud del relato retumba en ese mismo lugar donde hace 184 años se produjeron parte importante de los hechos. Elección del dramaturgo que cabe interpretar como una leal provocación: leal, porque es fiel a los contenidos, y provocación, al estrenarse en la misma celda de la Cartoixa de Valldemossa que ocuparon nuestros ilustres visitantes. Había momentos en que podía palparse la tensión, lo que hacía más interesante el momento.
Justo dos años después de iniciarse la pandemia, regresa Pianino de un silencio impuesto por las terribles circunstancias. Es de agradecer que a pesar de las consecuencias, esta aventura de un Festival de pequeño formato no haya sido víctima del imperativo circunstancial. Comprenderán entonces que al tener noticia de su renacer me sintiera conmovido por el regreso.
Lo que sí me llamó la atención es que el tema elegido en lugar de un recital de cámara fuese una pieza de teatro, igualmente de cámara.
Pianino se celebra en el desván mismo de la Celda número 4 de la Cartoixa de Valldemossa, reconocida por sentencia judicial como la que fue ocupada por Fréderic Chopin y George Sand el invierno de 1838-1839. Dándose la circunstancia de que el estreno absoluto de esta pieza de teatro de cámara venía a coincidir con el 212 aniversario del nacimiento del músico polaco. Para saciar la curiosidad, diré que Chopin nació el 22 de febrero de 1810.
Hablo ya digo, de Desconcert al Paradís, obra de Francesc Vernet, filólogo catalán y amante del teatro, que desde su jubilación reside en Son Servera, lo que explica el hecho de que, por razones de vecindad, el 11 de marzo vuelva a representarse esta vez en el Auditori de Sa Màniga en Cala Millor.
Con el permiso del autor ante la proximidad de su reposición recomendaría un cambio en el texto, allí donde refiere la frase: «Mallorca es el paraíso si puedes soportarlo», atribuida a Robert Graves, cuando en realidad es propia de Gertrude Stein, en su encuentro con Graves el año 1929 en París, siendo este comentario sentencia de Gertrude Stein que había vivido, a comienzos de siglo, un corto tiempo en el barrio bohemio de El Terreno en Palma.
Un lapsus que me permite entrar a valorar de qué va esta obra, que en una primera aproximación simplemente es un pasaje autobiográfico novelado, en el que Sand ajusta cuentas al comportamiento de los vecinos durante su estancia en Valldemossa. En este sentido, Francesc Vernet desarrolla una nueva trama planteando una mezcla cronológica de recuerdos que permiten la interacción entre Chopin y Sand (interpreta la joven pareja formada por Cecilia Genovart y Joan Girart, convincentes apuntando buenas maneras), con llamadas al presente en tono irónico nada menos que desde las mismas paredes de ese lugar motivo del ajuste de cuentas, lo que da mucho mayor valor a este representación de excepción, acogida por el Festival Pianino.
Interesantes las anotaciones musicales que introduce Vernet en los giros al presente, una selección cargada de emotiva intencionalidad: cuando bailan rememorando desde el presente su romance, suenan La mer (2008), con la canadiense quebequense Chantal Chamberland, y L’anamour (1968), que originalmente escribiera Serge Gainsbourg para Françoise Hardy. Nótese el toque afrancesado de estas pinceladas, un guiño que volverá a repetirse al recordar al valldemosino y amante del violín, Vicenç Colom: la pareja va simulando festivamente que tocan el instrumento, mientras suena Minor Swing (1937), una composición de Django Reinhardt y Stefan Grapelli.
Recurrir al presente es una cita permanente puesto que en realidad George Sand nos está contando su historia, aquí y ahora. Mientras habla y describe la celda que está justo bajo nuestros pies, fluye nuestra imaginación de tal manera que no reparamos a separar pasado y presente. Y no alcanzamos a saber a ciencia cierta si estamos en el allá lejos o en el ahora mismo. Es la magia del teatro cuando nos invita a soñar despiertos.
Despidiendo la función George Sand-Cecilia Genovart se gira, sonríe… y, consciente de lo que ha hecho y dicho, simplemente saca pecho y nos suelta con desenfado: “Mi libro es el souvenir más vendido en Valldemossa”, lo que no deja de ser una profunda y desgarradora ironía.
Como anécdota, un sillón de orejeras exquisitamente tapizado es el único elemento de atrezzo, ávido de transformarse en breve arsenal polivalente.